N/D Obteniendo Informe del clima

Buscar
18/06/2010 - Libros

"Las dos muertes de Oliverio Puebla", segunda entrega de la novela de Montilla Santillán

En esta segunda entrega el texto toma un vertiginoso ritmo propio del más inteligente policial.

Para más sobre esta novela ingrese a http://guillermomontilla.wordpress.com

El Descubrimiento

(Segunda Entrega)

 I

El 20 de mayo por la mañana, Eduviges Ferrás se acercó a la policía para informar de un extraño y desagradable aroma que llegaba desde la casa contigua. Se trataba del número 238 del pasaje Bertrés.

- ¿Aroma dice usted? -preguntó el oficial sin tratar de ocultar su desinterés por la denuncia.

- Sí, eso mismo… como si algo estuviera… descompuesto -dijo la anciana después de considerar que la palabra podrido no era la apropiada- Y esto lleva ya unos días. Y tampoco he visto al joven que vive ahí… desde hace casi una semana.

- Es posible que haya viajado.

- No lo creo.

- Es muy común que los jóvenes viajen sin dar aviso. Quizás olvidó algo de comida.

- Créame que no es olor a comida, oficial.

- ¿Ah no?

- No, señor.

- ¿Y qué es?

- Es  otra cosa.

- ¿Otra cosa?

- Así es, oficial. Además la mujer que hace la limpieza fue hoy a primera hora y nadie le atendió la puerta.

- Posiblemente, como dije, porque esta persona se haya marchado.

- Eso es muy improbable.

- ¿Por qué?

- Porque cuando el muchacho se va de viaje le deja una llave a Teresa.

- ¿Teresa?

- La mujer que limpia su casa.

El oficial dejó escapar un suspiro desesperanzado.

- Muy bien, -expresó molesto- enviaremos a alguien para que verifique.

- ¿Lo enviarán ahora mismo?

El oficial asintió vencido.

- ¡Hernández!

- Mande, señor.

- Acompañe a la señora…

- Señorita.

- A la señorita Ferrás hasta el pasaje Bertrés y verifique la procedencia de un aroma extraño que le llega del número doscientos treinta y seis…

- Doscientos treinta y ocho.

- Eso mismo.

- Así se hará, jefe.

Veintidós minutos más tarde el oficial de policía Bienvenido Hernández llegaba al número 238 del pasaje Bertrés en un coche a caballo perteneciente a la seccional de policía.

- Tiene usted razón -le dijo a la anciana en cuanto se acercó a la puerta de hoja de madera simple- Hay olor a podrido.

Golpeó. Nadie respondió. Golpeó de nuevo. El mismo silencio.

- ¿Cuánto hace que no ha visto a este señor? -preguntó asumiendo su rol de policía.

- Es un muchacho. Debe tener unos…

- ¿Hace cuánto que no ve al muchacho?

- Desde el catorce a la mañana. A eso de las nueve y media me saludó cuando salía de su casa.

- ¿Y no lo vio regresar?

- No, señor.

- ¿Conoce usted su nombre?

- Sí.

Luego de un silencio pronunciado, Bienvenido Hernández preguntó apelando a su escasa imperturbabilidad:

- ¿Y ese nombre es?

- Oliverio, -respondió la mujer sin entender muy bien la mueca en el rostro del policía- Oliverio Puebla.

El oficial golpeó una vez más la puerta y acompañó este golpe con el nombre del muchacho dicho en voz muy alta. Nada. Lo gritó de nuevo. Nada.

- Esto no me huele bien. -mencionó a media voz.

Eduviges se encogió de hombros. Es por eso mismo que había ido hasta la policía, de otra forma se hubiera quedado en la comodidad de su habitación tomando un té caliente y leyendo algún libro, o tejiendo alguna cosita para sus sobrinos.

- ¡González! -llamó el oficial. Trató de espiar por el ojo de la cerradura hasta que éste llegara. Fue inútil, la llave colocada del otro extremo le negaba la visión.

Un sujeto pequeño y rollizo acudió a él fumando un cigarrillo.

- Hay que tirar la puerta abajo. Acá pasa algo.

Empujaron la puerta con los hombros, una, dos, tres veces y luego una cuarta y hasta una quinta. La hoja de madera de roble cedió, escapó de sus goznes y fue a dar con el piso. Un aroma rancio les devolvió el golpe. En el interior todo estaba en penumbras, a duras penas iluminado por la escasa luz plomiza que se filtraba entre ellos y un haz de sol al frente cayendo sobre una forma.

- Usted quédese aquí. -le dijo Hernández a la señora que intentaba vanamente ver entre los oficiales.

Entraron. Sus pasos eran lentos. Tardaron un poco en acostumbrarse a la oscuridad pero al fin pudieron discernirlo todo. La sala pequeña y bien amueblada, los dos sillones simples, el sillón de dos cuerpos, la mesa redonda con la lámpara, el perchero, la alfombra persa cubriendo un piso de madera, el cadáver putrefacto sobre ella y el haz de luz pálido que se filtraba de alguna ventana en otra habitación, para caer sobre él.

- ¡Me lleve el diablo!

- ¿Es lo que creo que es, Hernández?

- No sé qué es lo que crees, González, pero yo estoy seguro de que se trata de un cadáver.

- ¿Qué hacemos?

- Cuida la puerta y cierra el pasaje. ¡Vamos! Yo voy por el jefe. Qué nadie entre hasta que lo traiga aquí ¿entendido? ¡Nadie! ¡Qué nadie hable! ¿Entendido?

- Entendido.

- Nadie, hasta que venga el jefe. El jefe sabrá que hacer, el jefe sabrá. -repetía como si toda esperanza de recuperar la calma dependiera de ese otro al que iba a buscar, de ese cuyo cargo pronunciaba con fervor delirante- El jefe sabrá que hacer en cuanto llegue. -hablaba para sí mismo, entre murmullos, e intentaba vanamente ordenar pensamientos que se hacían visibles en su ceño, en sus ojos, en su rostro todo, mientras subía al carruaje, fustigaba el caballo y se alejaba del número doscientos treinta y ocho del pasaje Bertrés.

 


Identificación de Personas Desaparecidas

Si tenés un familiar victima de desaparición forzada y aun no diste tu muestra de sangre lo podés hacer ahora y ayuda a identificarlo.La toma de muestras son gratuitas, hechas por el Equipo Argentino de Antropología Forense dentro de la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas. Llama e 0800-333-2334, de lSec. DDHH Tuc. –Juzgados Federales 1 y 2 Tucumán.



Todos los derechos reservados Copyright 2007
Terminos y usos del sitio
Directorio Web de Argentina

Secciones
Portada del diario | Ediciones Anteriores | Deportes | Economia | Opinion|Policiales
Contactos
Publicidad en el diario | Redacción | Cartas al director| Staff

logo virtualnoa