Terminado el partido inaugural entre Sudáfrica y México, con las 84.490 personas según la contabilidad oficial que dejan en menos de 10 minutos el campo de juego, empieza la parte del Mundial que la FIFA no muestra por televisión. Las multitudes que buscan alejarse del estadio Soccer City, en la zona de Soweto, viven en un mismo momento y espacio un contraste que los sorprende: los sudafricanos encuentran una logística por encima de su vida cotidiana y los extranjeros sienten que el modo local de trasladarse parece fragil y sin reglas claras.
Sudáfrica 2010 es un Mundial sin transporte público. Llegar y salir de un estadio, según la primera experiencia, es una aventura acorde a los pronósticos y que es complicada de sobrellevar. En cambio, para los espectadores locales la oferta de movilidad es superior y más amplia que los habituales traslados al borde del hacinamiento en pequeñas combis inseguras y flojas de papeles. Si es que alguna vez lo tuvieron.
Afuera del Mundial de los acreditados, cuando la televisión ya premió al hombre del partido, empieza a palpitar la Johannesburgo más parecida posible a la de todos los días. Las calles que rodean al Soccer City, en un radio de 2 kilómetros, son patrulladas por policías y personal de seguridad que entre otras tareas procuran que los extranjeros miren de manera correcta al cruzar una avenida. A conductor del otro lado, peatón que mira en el sentido equivocado. Es peligroso. La salida de la cancha es a través de calles poco iluminadas, donde la multitud se hace compañía a sí misma y donde la informalidad paradesplazarse pone nerviosos a los visitantes.
Ya de noche a las 18, se ven a turistas desesperados llamando por celular a taxistas y transportadores que prometieron pasarlos a buscar y aseguran en minutos arribar al lugar. Eso nunca va a suceder. Regresar del estadio, para quienes no tengan una transportación confiable, es parte de la aventura de ir a la cancha. Una mirada por la zona nos permitió advertir lo que el Mundial definitivamente no es para aquellos que podemos movernos en las zonas oficiales demarcadas por la FIFA.
Antes del partido entre Sudáfrica y México la congestión de las autopistas eran un síntoma delator de lo dificil que es moverse en una ciudad que no tiene una infraestructura que descomprima los accesos. Todos van por la autopista: algunos en sus BMW descapotables y otros se desplazan al filo de la fatalidad en camionetas heridas de muerte. Todos hacen sonar sus vuvuzelas como si una convención de elefantes fuera a tener lugar en el Soccer City.
Sin embargo, aunque el panorama pueda sonar preocupante, para los sudafricanos el Mundial representa, al menos en lo que significa ir a la cancha, una propuesta superadora en su calidad de vida. Hay buses que los llevan a los principales puntos de la ciudad para que desde allí se arreglen por la suya. Una nueva línea de tren va sin estaciones para Pretoria. Johannesburgo es una ciudad que nadie quiere atravesar y todos prefieren rodearla a través de sus autopistas periféricas.
Nadie puede asegurar que el sistema de transporte articulado para los partidos mundialistas vaya a sobrevivir una vez que nos vayamos los que no vivimos acá. Los sudafricanos parecen disfrutar de lo que no tienen y lo aprovechan. Para los visitantes de otros países, dejar el estadio por calles de tierra y a la espera de que abordar cualquier invento de la industria automotriz no se convierta en un juego de azar.
Mientras tanto, nigerianos inmigrantes y sudafricanos que no viven mejor, comercializan cualquier tipo de objeto por la calle sin temerle a la noche. Nada indica que al día siguiente vaya a salir el sol para ellos.
Fuente Canchallena
Todos los derechos reservados Copyright 2007
Terminos y usos del sitio
Directorio Web de Argentina
Secciones
Portada del diario | Ediciones Anteriores | Deportes | Economia | Opinion|Policiales
Contactos
Publicidad en el diario | Redacción | Cartas al director| Staff