Vigilar y castigar es un ensayo sobre la evolución de los métodos de castigo y vigilancia desde la sociedad medieval a la contemporánea: los suplicios, la humillación pública, la cárcel, la escuela, los manicomios...
Editorial: Siglo XXI. Páginas: 384. Precio: $70
Surveiller et punir: Naissance de la prison se publicó en 1975.
Comienza con la ejecución pública del parricida Damiens, condenado en
1757 a pública retractación ante la puerta principal de la Iglesia de
París donde debía ser llevado desnudo en una carretilla.
Sobre un cadalso le atenazarían tetillas, brazos, muslos y
pantorrillas. Quemarían su mano derecha con fuego de azufre, pues con
ella había cometido el crimen. Sobre las partes atenazadas se le
vertería plomo derretido, aceite hirviendo, pez resina ardiendo, cera y
azufre fundidos juntamente. A continuación su cuerpo, estirado y
desmembrado por cuatro caballos, consumido en el fuego, sería reducido
a cenizas, arrojadas al viento.
Contra esta descripción, Foucault muestra una prisión gris, 80 años después, y busca entender cómo pudo cambiar tanto la forma de castigar a los convictos en un período tan corto.
Dos formas de castigo, dos ejemplos de lo que Foucault llama "tecnologías de castigo".
El castigo ha cesado de ser teatro, la desaparición de los suplicios podría fecharse entorno a 1830−1848.
Ahora la tendencia se orienta hacia la privación de libertad: la
reclusión, los trabajos forzados, la deportación. Penas que recaen
directamente sobre el cuerpo, a un nivel más psicológico que físico. El
castigo recae más sobre el alma que sobre el cuerpo.
Vigilar y castigar es un ensayo sobre la evolución de los métodos de castigo y vigilancia
desde la sociedad medieval a la contemporánea: los suplicios, la
humillación pública, la cárcel, la escuela, los manicomios...
Está dividido en cuatro partes, subdivididas en capítulos:
− Suplicio:
El cuerpo de los condenados
La resonancia del poder
− Castigo:
El castigo generalizado
La benignidad de las penas
− Disciplina:
Los cuerpos dóciles
Los medios del buen encauzamiento
El panoptismo
− Prisión:
Unas instituciones completas y austeras
Ilegalismos y delincuencia
Lo carcelario
Foucault nos habla del panóptico de Bentham. Una figura arquitectónica
que cumple la función de cárcel. Tiene forma de anillo. En el centro
hay una torre donde se encuentra el personal de seguridad cuya función
es vigilar a los presos. Alrededor de la torre el edificio está
dividido en celdas y en cada celda, un enfermo, un loco, un condenado,
un escolar, un obrero...
Se invierte el principio del
calabozo, con sus tres funciones: encerrar, privar de luz y ocultar.
Sólo se conserva la primera. La plena luz y la atenta mirada de un
vigilante captan mejor que la sombra. La visibilidad es una trampa. De
ahí el efecto del panóptico: inducir en el detenido un estado
consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento
automático del poder. Se prueban diferentes castigos sobre los
condenados, según sus delitos y su carácter se buscan los más eficaces.
Incluso se puede controlar a los vigilantes. Desde la torre central el
director puede vigilar o espiar a todos los empleados.
Pero esto no es sino el aspecto más visible de diversos procesos más
profundos. La prisión, pieza esencial en el arsenal punitivo, marca un
momento importante en la historia de la justicia penal.
¿Cómo podría dejar de ser la prisión la pena por excelencia en una
sociedad en que la libertad es un bien que pertenece a todos de la
misma manera y al cual está apegado cada uno por un sentimiento
universal y constante? Su pérdida tiene pues, el mismo precio para
todos: Mejor que la multa, la prisión es el castigo igualitario.
La prisión es un cuartel un tanto estricto, una escuela sin indulgencia. La forma más civilizada de todas las penas.
El encarcelamiento penal es a la vez la privación de libertad y
transformación técnica de los individuos. Una prisión debe ser un
aparato disciplinario exhaustivo, que da un poder casi total sobre los
detenidos, es una disciplina despótica.
El paso de los
suplicios con su ceremonia del dolor, a unas penas de presiones
practicadas en arquitecturas masivas y guardadas por el secreto de las
administraciones, no es el paso a una penalidad indiferenciada,
abstracta y confusa, es el paso de un arte de castigar a otro.
Pero la segunda mitad del siglo XVIII es también la época en que el
soldado es algo que se fabrica, con técnicas disciplinarias que
implican todo un descubrimiento del cuerpo como objeto y blanco de
poder.
Ya no nos preocupa el lenguaje del cuerpo sino la
eficacia del movimiento, su organización interna. El cuerpo humano
entra en un mecanismo de poder que lo explora, lo desarticula y lo
recompone. Una anatomía política que es igualmente una mecánica del
poder, define cómo se puede hacer presa en el cuerpo de los demás.
La disciplina se convierte en una pieza fundamental, aparte del control
de la actividad, que procede ante todo a la distribución de los
individuos en el espacio, y para ello propone varias técnicas, entre
ellas la Clausura: en los colegios el modelo de convento se impone poco a poco, el internado aparece como el régimen de educación más frecuente.
Foucault
sugiere que por todos los niveles de la sociedad moderna existe un tipo
de “prisión continua”, desde las cárceles de máxima seguridad,
trabajadores sociales, la policía, los maestros, hasta nuestro trabajo
diario y vida cotidiana. Todo está conectado mediante lavigilancia (deliberada o no) de unos seres humanos por otros, en busca de la “normalización”.
Todos los derechos reservados Copyright 2007
Terminos y usos del sitio
Directorio Web de Argentina
Secciones
Portada del diario | Ediciones Anteriores | Deportes | Economia | Opinion|Policiales
Contactos
Publicidad en el diario | Redacción | Cartas al director| Staff