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Reliquias sobre ruedas surcaron los caminos del Valle de Tafí

Con el impresionante marco que ofrecieron los Valles Calchaquíes bañados por un radiante sol, las 36 joyas mecánicas que participaron del Rally Histórico del Bicentenario arribaron ayer a nuestra provincia.

Sin que el polvo del camino alcanzara a desdibujar sus armoniosas líneas, los clásicos vehículos ingresaron  por Colalao del Valle y tras recorrer las ruinas de Quilmes y visitar el museo de la Pachamama en Amaicha, saludaron a la bandera en El Infiernillo antes de detener su marcha en el hotel Mirador del Tafí.

El ingreso de las reliquias sobre ruedas conmocionó a la multitud que desde temprano, comenzó a ocupar las colmadas reservaciones hoteleras de la ciudad. Muy pronto la playa de estacionamiento del Mirador se convirtió en una improvisada muestra a cielo abierto en la cual se podría repasar, admirar y hasta tocar la historia del automovilismo. Coupés Mercedes Benz, un impresionante Jaguar descapotable, viejos pero bien conservados modelos de Fiat, algún Alfa Romeo y un par de curiosas Ferrari en colores claros formaban una ordenada herradura siguiendo de camino de acceso hasta la explanada del hotel, donde se estacionó la estrella de la flota. Majestuoso e imponente, un Bentley modelo ’28 recortaba su esbelta figura en la entrada misma del edificio.

Un mecánico abocado a solucionar inconvenientes de encendido completó el espectáculo al destapar el motor de 6 litros y 6 cilindros en línea, lo que derivó en que los curiosos, armados con cámaras que se llevaron un buen recuerdo, entorpecieran durante algunos minutos su trabajo.

La etapa que los llevó desde Tafí del Valle hasta San Javier, pasando por Famaillá y su Fiesta Latinoamericana de la Empanada, resultó una eficaz demostración para los visitantes de la gran variedad de climas que es capaz de albergar la apretada geografía tucumana. Es que apenas unos kilómetros más allá de la rotonda de acceso al Mollar, las nubes que desde El Mirador se mostraban a lo lejos se dejaron ver con claridad, convertidas en una tenue neblina que los acompañó el resto del camino, incluso hasta la cumbre del cerro donde el único sol que encontraron fue el del hotel que los albergó para pasar la noche y preparar el regreso a casa.

Mientras, los corredores, comentando los avatares del viaje y la imponencia del paisaje tucumano, emprendieron el camino hacia el salón donde los esperaban las promotoras del Ente Tucumán Turismo, que les ofreció un almuerzo, amenizado con la presencia del elenco de bombos de la academia El Arriero. Luego de la comida, los competidores recibieron un presente compuesto por confituras tucumanas y habanos, que fueron consumidos mientras se preparaba el descenso.