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19/05/2010 - conferencias/charlas

Entre armas e ideas triunfó la Revolución de Mayo de 1810

La revolución de mayo de 1810, en la que los criollos porteños se alzaron contra el poder colonial e instauraron el primer gobierno local, contó con el aporte ideológico de hombres que entendieron que el cambio debía sostenerse con las armas.

Por Marta Gordillo, para Telam

Mariano Moreno ordenó medidas extremas de fusilamientos y guerra contra los españoles; Manuel Belgrano acaudilló las tropas criollas para combatir al ejército realista; Juan José Castelli marchó contra la reacción colonialista del Alto Perú.

La Francia de 1789 y los Estados Unidos de 1776 habían abierto de algún modo un nuevo horizonte y el convencimiento de que una ruptura de esta dimensión era posible.

"Temo que, si no dirigimos el orden de los sucesos con la energía que es propia, se nos desplome el edificio", dice Moreno en un pasaje del Plan Revolucionario de Operaciones.

Este programa había sido solicitado por la Junta para definir el accionar a seguir con el fin de garantizar la independencia y "para gozar de una justa y completa libertad".

El Plan es enérgico y expresa el sentimiento y la fortaleza de los criollos que emprendieron el camino de ruptura con España y el sueño de un mundo diferente.

Moreno decía que "la moderación fuera de tiempo no es cordura, ni es una verdad; al contrario, es una debilidad cuando se adopta un sistema que sus circunstancias no lo requieren", y justificaba la acción extrema contra los españoles "que manejaron y subyugaron" a los habitantes de América.

Caracteriza tres clases de individuos durante una revolución:  "la primera, los adictos al sistema que se defiende; la segunda, los enemigos declarados y conocidos; la tercera, los silenciosos espectadores que manteniendo una neutralidad, son realmente los verdaderos egoistas".

En este marco, planteaba ir a fondo contra el español, ya que temía que "al menor impulso de nuestros enemigos, envolviéndonos en arroyos de sangre, tremolen otra vez sobre nuestras ruinas el estandarte antiguo de la tiranía y despotismo".

No tenía ninguna consideración con los enemigos, para quienes planteaba que ante la evidencia de estar contra la causa "debe castigarse con pena capital, principalmente cuando concurran las circunstancias de recaer en sujetos de talento, riqueza, carácter, y de alguna opinión".

En este marco, un decreto de la Junta de Gobierno ordenaba "que sean arcabuceados Liniers, obispo Orellana, intendente de Córdoba Gutiérrez de la Concha, coronel de milicias Allende, oficial real Moreno y don Victorino Rodríguez, en el momento que todos o cada uno de ellos sean pillados".

El Plan no sólo contempla las acciones armadas y represivas de sostenimiento de la revolución sino que además delinea medidas económico-sociales.

"Debe tratarse sobre el reglamento de la prohibición de la esclavatura, como asimismo de su libertad", dice uno de los artículos del Plan.

Otro pasaje señala que "es contra todo principio o derecho de gentes querer hacer una distinción por la variedad de colores", en clara oposición a la discriminación étnica y por la "igualdad y libertad de las distintas castas".

En este marco se inscribe la declaración de Juan José Castelli de mayo de 1811 cuando dice que "los indios son y deben ser reputados con igual opción que los demas habitantes nacionales a todos los cargos, empleos, destinos, honores y distinciones por la igualdad de derechos de ciudadanos, sin otra diferencia que la que preste el mérito y la aptitud".

Esta vertiende de ideas, la que avanzó en los primeros tiempos de la revolución, se fue perdiendo con el rumbo que tomaron los acontecimientos y quedaron desplazadas por un proyecto que desaceleró aquel ímpetu inicial y recogió las herencias coloniales en medio de guerras intestinas. 

En este nuevo escenario, si bien no había retorno para la dominación española porque la ruptura fue radical, se desvanecían las ilusiones de libertad e igualdad que habían pregonado Moreno, Castelli, Monteagudo, Belgrano, entre tantos otros, durante los primeros tiempos de la revolución. (Télam)