El cantante adelanta "Distinto", su nuevo trabajo. En una entrevista que puede verse en el video, dice que es "una esponja" de lo que ve y oye. "Color Esperanza" lo catapultó a la fama en 2001.
Hacía tiempo que no se dejaba ver. Fueron dos años intensos, con muchos cambios que gestionar. "Cambié de compañía y mi padre tuvo problemas de salud", explicó según una nota publicada por el diario El Mundo.
Por la familia se dio un respiro. "Bueno, me gustaba estar allá, en Argentina". Con la situación ya controlada, vuelve Diego Torres: "Distinto", su nuevo trabajo, adelanta que nada es como antes.
"Este disco es más anglosajón, tiene más presencia de guitarras, tiene más rock. También tiene aires de hip hop, me acompañan en dos temas La Mala Rodríguez y Yotuel". Va con los ojos muy abiertos por la vida, dice que es "una esponja" de lo que ve y oye, y de ahí, del día a día, saca la inspiración. "La realidad es más abundante que la ficción", dice.
Ya son 18 años en el escenario. Aunque de joven le atraía la Medicina -su hermano mayor estudiaba esa carrera-, en su caso pudo más la genética.
Hijo de la artista Lolita Torres, nació, creció y convivió con la música. "La educación y la experiencia ayudan a tener los pies en la tierra", afirma.
"Color Esperanza" lo lanzó en 2001 al más allá. Sonó en cada rincón del mundo, se convirtió en una especie de himno de la paz, que hasta el Papa quiso escuchar en vivo y en directo. "Fue algo increíble. Ojalá vuelva a pasar con otro tema. Yo no compito conmigo mismo", dijo el cantante.
La vida siguió su curso, aunque es cierto que de vez en cuando necesita echar la vista atrás. "Es la manera de saber dónde estoy y hacia dónde quiero ir", señala.
Fuera de los focos, disfruta con los partidos de fútbol que organiza con sus amigos, cocinando asados, yendo a comprar el pan. "Cada cierto tiempo necesito distanciarme de todo", admite. Es su manera de cargar de nuevo las pilas.
"El éxito es para disfrutarlo y no para volverse loco", repite este aficionado a "filosofar sobre la vida". Los ataques de ego que conlleva la profesión ya logró controlarlos.
"Sé que es necesario para ciertos momentos, pero hay veces que no tengo ganas de verlo. Por eso desaparezco entre disco y disco", dice. Con los años, se aceptó tal y como es. "Se aprende más de los errores que de los éxitos", confiesa.
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