El pianista Miguel Ángel Estrella destacó la reciente participación del encuentro internacional la Copa de la Fraternidad, de los niños Luis Córdoba (La Cocha) y Anabela Argañaraz (Simoca). “La presencia en Paris de tantos niños del mundo reunidos en torno al fútbol, la cultura y lo lúdico, junto con la solidaridad y el respeto por la diversidad cultural, fue una iniciativa muy valiosa para la sociedad en que vivimos”, dijo Estrella.
“La presencia en Paris de tantos niños del mundo, incluidos dos chicos tucumanos, reunidos en torno al fútbol, la cultura y lo lúdico, junto con la solidaridad y el respeto por la diversidad cultural, fue una iniciativa muy valiosa para la sociedad en que vivimos”.
Con estas palabras el pianista tucumano y embajador argentino ante la UNESCO Miguel Ángel Estrella acercó un balance sobre la celebración en la capital francesa, en abril pasado, de la Copa de la Fraternidad, un encuentro del que tomaron parte los niños Luis Córdoba (La Cocha) y Anabela Argañaraz (Simoca).
Según el músico, los chicos tucumanos –a quienes acompañó una delegación encabezada por el profesor Mauricio Guzmán, titular del Ente Cultural de Tucumán, institución que participó de la iniciativa- “no cesan de comentar entre ellos y en su entorno la maravillosa experiencia que los unió, seguramente para siempre, a niños de otras latitudes”.
“Lo expresan –añade Estrella- con pasión, nostalgia y gratitud hacia La Voz de la Infancia” (La Voix de l’Enfant), organización no gubernamental francesa que montó el encuentro del que también tomaron parte delegaciones de Senegal, Palestina, Brasil, Israel y Rumania, entre otros países.
"Durante una semana fuimos una gran familia", apuntó uno de los adultos acompañantes, ya que los chicos “vivieron el descubrimiento de culturas diferentes con una curiosidad, una alegría y una espontaneidad que fueron creciendo a medida que pasaban los días, añadió Estrella para puntualizar: “Los chicos de Noruega, por ejemplo (unos de los últimos en llegar a causa del trastorno en el tráfico aéreo a raíz de la nube volcánica de Islandia), estuvieron un poco tímidos y distantes el primer día; pero más tarde se los podía ver jugando y riendo como si se conocieran desde siempre con los niños de Senegal”.
Otro punto que destacó Estrella fue “la impresión de los jóvenes de estar en una ciudad como Paris, tan cosmopolita y diferente de lo que conocían. Se conectaron con esa nueva cultura con la misma naturalidad e idéntica curiosidad a la que tuvieron para con los demás chicos participantes del evento. Una de las actividades preferidas fue la visita al parque de diversiones Asterix. Después de ese paseo, uno de los niños relató con gran detalle a un adulto la historia que había aprendido allí de Asterix y Obelix, dos personajes tan propios de la cultura gala”.
Finalizó el concertista tucumano afirmando que “la naturalidad con que los niños de culturas tan diferentes se comunicaron -incluso a pesar del idioma- deja en claro lo valioso que es crecer compartiendo, conociendo y respetando las diferencias. Todo esto fue potenciado por el hecho de realizar actividades en conjunto. Durante el torneo de fútbol se formaron equipos conformados cada uno por niños de diferentes delegaciones. Se produjeron lazos muy fuertes entre quienes compartían el mismo equipo. El día de la final se jugó un partido con los niños de Israel y Palestina en dos equipos mezclados. En un momento del partido todos alrededor alentaban ‘¡Palestina, Israel, Palestina, Israel!".
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