La crianza de ganado sin control en Paraguay lleva a "derribar árboles y poner pastos exóticos", cuestiona el ambientalista Guillermo Gayo. Para frenar esta práctica en el sureño departamento de Paraguarí, la fundación que dirige apostó por la permacultura.
Por Natalia Ruiz Díaz, para IPS.
Basta con echar un vistazo alrededor de uno de los puntos más
elevados de cerro Roke (Puerta del Cerro, en guaraní), donde se desarrolla el
proyecto, para observar el peligroso avance de las manchas de pastura.
Una década atrás, la Fundación Takuara Renda ("Sitio del bambú", en
lengua guaraní) se asentó en las inmediaciones de la localidad de Sapucái, en
una cumbre que forma parte de un remanente del Bosque Atlántico, que se extiende
por Argentina, Brasil y Paraguay, y cuya superficie selvática original ya ha
sido devastada en 93 por ciento.
Para su proyecto de integración a la
naturaleza de manera sencilla, la entidad no gubernamental escogió una zona que
se encontraba muy degradada por incendios forestales y del talado de árboles
para la actividad pecuaria.
"La tecnología que desarrollamos busca la
apropiación sin mucha transformación de lo natural", explicó a Tierramérica el
director de Takuara Renda.
Gayo promueve la permacultura, el diseño y
mantenimiento de pequeños ecosistemas productivos, junto con la integración
armónica de la gente y sus viviendas al entorno, con el fin de dar respuestas
sostenibles a sus necesidades.
Además, utiliza materiales como la caña
tacuara o takuara (del género Guadua) y las fibras vegetales para la
bioconstrucción.
"No podemos tener una casa que sea nuestro hábitat y
que el entorno sea totalmente agresivo", subrayó el ambientalista.
Takuara Renda no busca establecer un cultivo del bambú en la zona, sino
utilizarlo para ayudar a la recuperación del bosque degradado.
"Al bambú
le cortas una rama y sale otra, así reemplazamos la madera", explicó.
En
el proyecto de cerro Roke se observan distintas especies de tacuaras, que
reciben diferentes usos.
El predio de la fundación es de seis hectáreas,
pero su intervención va más allá de esos límites.
En unas 25 hectáreas
circundantes se logró instalar el proceso de ampliación de bosques, con especies
arbustivas y de mayor porte, y con énfasis en tareas de prevención de incendios
y freno a la ganadería extensiva.
El Censo Agropecuario de 2008 indicó
que el departamento de Paraguarí, con unas 500.000 hectáreas de forrajes,
albergaba a cuatro por ciento de los 12 millones de vacunos que tiene Paraguay.
En el área se hallan pastos exóticos como el Brachiaria (familia
Poaceae), originario de África, que al extenderse sobre las áreas elevadas evita
el crecimiento de otras especies nativas como la palma mbocayá (Acrocomia
aculeata). Si bien la producción pecuaria es baja en comparación con otras zonas
del país, "la lógica indica que abajo, donde están los pastos, se desarrolle la
ganadería", explicó Gayo.
"En los cerros es difícil por la falta de agua
y superficie, lo que lleva a una degradación mayor y rápida", acotó.
Además, el cerro Roke es el mayor proveedor de agua dulce de Sapucái,
con 6.000 habitantes, y el desmonte pone en peligro su suministro.
La
entidad cuenta con reservorios para tratar de manera natural el agua empleada en
el aseo personal y el lavado de utensilios, y volver a usarla en el riego.
El agua de lluvia también es almacenada en tanques.
El vínculo
de Takuara Renda con la comunidad fue creciendo con los años, gracias al dictado
de talleres sobre desarrollo de capacidades y el aprovechamiento de los recursos
de manera sustentable.
Según Gayo, la comunidad adoptó formas de cultivo
sustentables para producir alimentos, con base en la experiencia de la
fundación, cuya huerta está conformada por plantas de diferentes especies.
Se cultivan hortalizas de consumo común y otras desconocidas en la
región, como la llamada capuchina o taco de reina (Tropaeolum majus). "En
Takuara Renda me enseñaron la alimentación vegetariana, muy curiosa para mí,
porque se comen puras verduras preparadas de forma poco usual", dijo a
Tierramérica la joven Myriam Ramírez, de una comunidad cercana, quien visitó la
fundación hace un par de años con otros estudiantes, paseo que ya es una
tradición del lugar.
"Me llamó la atención la casita de tacuara y sus
muebles", recordó Ramírez, quien participó también en los talleres abiertos de
bioconstrucción, donde se enseña a levantar estructuras y mobiliarios con bambú.
* Este artículo fue publicado originalmente el 10 de abril por la red
latinoamericana de diarios de Tierramérica.
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