Llena de costumbres y personajes tan típicos como simpáticos de Honduras, “Amor y Frijoles” que se proyectará a las 21.30 en el Lorca es una típica historia de pasión centroamericana. Mientras que a las 21 en el MUNT se pondrá en pantalla "La Cruz de Hierro", considerada por Orson Wells como la mejor película antibélica de la historia.
Ambos film son con entrada libre y gratuita.
Los ciclos de cine de los martes continúan en Tucumán con inmejorables propuestas. A partir de las 21.30 en el Ciclo de Cine Latinoamericano, en Patio Lorca, se pondrá en pantalla la hondureña "Amores y frijoles", dirigida por Mathew Kodath y Hernán Pereira.
¡Karen esta desesperada! Su esposo, Dionisio, está llegando tarde a casa, y ella no deja de alimentar sospechas. La situación va introduciendo a Karen en un mundo impulsivo en busca de la verdad y, para complicar aún más las cosas, su vecina y mejor amiga, Nicole, la influencia y acompaña persiguiendo los secretos de Dionisio. Ésta historia se desarrolla en el pintoresco pueblo de Honduras llamado Ojojona, contando las aventuras de Karen y Nicole, dos vendedoras de comida del parque central del pueblo movidas por su típica pasión latina. Las idas y venidas van formando una interesante comedia latina que esta plagada con decisiones que muchas veces son equivocadas, provocando situaciones donde no se miden consecuencias.
Llena de costumbres y personajes tan típicos como simpáticos de Honduras, Amor y Frijoles es una típica historia de pasión centroamericana con la vivencia cotidiana de las mujeres que disfrutan de la vida, del amor y de lo que hay más allá.
Cine bélico de calidad
En el Ciclo de Cine las 1001 películas que hay que ver antes de morir, hoy se proyectará “La Cruz de Hierro”, dirigida por Sam Peckinpah. Para muchos su mejor film.
Un escuadrón de soldados alemanes, capitaneados por un duro oficial, lucha por sobrevivir en su enfrentamiento contra el ejército ruso en el frente este durante la Segunda Guerra Mundial. Con guión de uno de los responsables de "Casablanca" (1942), se trata de la única incursión del director Sam Peckinpah en el cine bélico, Defensor de mostrar la violencia como instinto natural del hombre, el fuerte contenido de algunas escenas le hicieron mercedor del apodo de "el sanguinario Sam" con el que fue bautizado.
El rodaje fue considerado por Orson Wells como la mejor película antibélica de la historia. Una película donde se pueden apreciar todos los rasgos que caracterizan la obra de Sam, tanto en lo que concierne a los personajes como estilísticamente.
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