Hubo que esperar una semana, pero valió la pena. Por fin, cuando promediaba una hermosa tarde en San Javier, más de mil quinientas personas pudieron disfrutar de un espectáculo sin igual. Bajo la amable sombra de El Cristo que preside, desde las alturas, al conglomerado capitalino de Tucumán, la incomparable voz de Zamba Quipildor presidió al Coro Estable de la Provincia para que, con la perfecta compañía del grupo musical que acompaña al folclorista salteño, interpretaran la Misa Criolla
Ya desde el mediodía el incesante transitar de vehículos por la ruta que serpentea unos 20 kilómetros hasta desembocar en el predio elegido para montar el escenario, denotaba que muchas sobremesas domingueras se habían acortado para apurar el ascenso hacia el lugar de la esperada cita.
El tiempo, ese mismo que a fuerza de nubes, lluvia y frío había obligado a postergar el evento el Domingo de Pascuas, esta vez ofrecía un panorama algo más alentador.
Minutos después de las 16.00, el premiado interprete hizo su aparición en el escenario. Ataviado con su infaltable poncho salteño, comenzó a recorrer su repertorio folclórico, amenizando la sucesión de temas con sabrosas anécdotas recorriendo su dilatada carrera y los característicos “aros” que, a fuerza de risas fueron haciendo que el público se olvidara de las nubes que cubrían el cielo.
De pronto, al cabo de poco más de una hora, Zamba Quipildor bajó del escenario, para reaparecer minutos después, vestido con riguroso traje oscuro. Era la señal de que el momento culminante de la tarde había llegado. Como obedeciendo a una silenciosa orden, las voces que desde el campo habían coreado zambas y chacareras callaron. Los pies que habían fatigado el entorno de la imponente figura de cemento al ritmo del folclore, buscaron presurosos un lugar donde posarse, quietos, mientras el Coro Estable ocupaba su sitio, ante la atenta mirada de su director, el maestro Ricardo Sbrocco.
El silencio se asemejó al de otras tardes domingueras en la cima del cerro, sólo que esta vez era el preludio de un espectáculo inigualable. Tanto que contó hasta con la impensada participación del clima. Ya que cuando comenzaron a hacerse oír las primeras voces, el cerrado manto de nubes se quebró dando paso al sol, que presidió desde las primeras notas la brillante interpretación de la obra cumbre del recordado Ariel Ramírez. La potente voz de Zamba Quipildor, el acertado acompañamiento del coro, las eximias notas de los instrumentistas, todo contribuyó a que la multitud siguiera silenciosa, como en una plegaria, la sucesión de cuadros que integran la reconocida composición musical. Esa actitud de respeto sólo se interrumpió cada vez que los instrumentos callaron, para trocar el silencio en un cerrado aplauso, que se convirtió en ovación cuando los artistas cerraron su presentación. Ya para entonces muchos rostros estaban surcados de lágrimas y todos, sin excepción, demostraban con gestos de satisfacción que la espera había valido la pena.
El mismo Zamba Quipildor se mostró emocionado por la respuesta de la gente, entre quienes destacó la gran presencia de jóvenes, muchos de los cuales seguramente lo veían por primera vez en esta tierra, ya que pese a que vino a Tucumán en numerosas oportunidades, hacía ya varios años que no encontraba la oportunidad de mostrar su arte en el Jardín de la República. Esto lo llevó también a agradecer al Ente Cultural de Tucumán y muy especialmente al titular de Turismo Bernardo Racedo Aragón, por haberlo tenido en cuenta a la hora de definir la agenda para la provincia. Luego, como bonus track, solista y coro adelantaron la llegada de la noche con la infaltable Lunita Tucumana y le pusieron ritmo al descenso de las miles de personas que los siguieron, cerrando l espectáculo con el Carnavalito.
Mezclado entre el público, Bernardo Racedo Aragón agradeció la presencia de la multitud que siguió el recital y aseguró que, con presentaciones de estas características, que combinó el arte con la celebración religiosa y los imponentes paisajes serranos, Tucumán logrará imponerse como destino turístico en fechas especiales como la Semana Santa.
San Javier tiene una ventaja sobre el Gran San Miguel de Tucumán, y es que en ese lugar privilegiado de la provincia, el sol, cuando se está yendo, se queda un ratito más
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