“De los años de mi infancia, siempre recuerdo lo que mi padre (quien asumió su partida de este mundo con inmenso valor y buen humor), me respondía cuando lo interrogaba respecto al gran enigma de nuestra existencia: la muerte”. Nos dice el lector Daniel Chavez
Por ejemplo: cuando le preguntaba si algún Fulano famoso, de los que aparecían en los diarios, ya había muerto, me respondía: "No ¿por qué habría de morir? ¿Crees que es tonto?".
Esa era su manera de abordar este tema tan espinoso. Así, como lo hacía él de entrecasa, hubieron muchos en la historia que hablaron al respecto, de distintas maneras. Miguel de Montaigne decía: "La muerte no es el remedio de una sola enfermedad, es la receta contra todos los males; es un segurísimo puerto que no debe ser temido".
Y agregaba: "La vida es una servidumbre si la libertad de morir nos falta". Marcial interrogaba: "Decidme, os lo ruego, ¿morir de miedo de morir, no es la mayor de las locuras?". Previo a su muerte, Sócrates consolaba a sus amigos diciéndoles que cuando la muerte adviene tras una vida digna, "es natural no sentir dolor ni irritación al abandonarlos". San Pablo, con una clara visión trascendental, decía: "Para mí la vida es Cristo y la muerte, una ganancia".
Es interesantísimo ver en el capítulo 17 de los Hechos de los Apóstoles, donde (Pablo) narra su visita a los atenienses, como estos le escuchaban con suma atención hasta que les habló de la resurrección. "Al oír las palabras 'resurrección de los muertos', unos se burlaban y otros decían: 'otro día te oiremos hablar sobre esto", tras lo cual se alejó de ellos.
Cierta vez, oí decir a un sacerdote: "La muerte no es una pared en la que nos estrellamos todos, sino un paso necesario a la vida de Dios". Es mi deseo en esta Semana Santa, que los argentinos y todos los hombres del mundo, revivamos la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo con gran esperanza. Con una esperanza que no sea "lo último que se pierde", sino una fuerza motora de arranque. Una fuerza que nos lleve desde ahora mismo a hacer vida en carne propia la resurrección (lo que San Pablo procura en su carta a los Gálatas), cuando nos dice: "los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y sus malos deseos".
Daniel E. Chavez
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