Una publicación científica (New Scientist) dedican un especial al estudio de 10 incógnitas evolutivas del ser humano que hacen que los científicos sigan rascándose la cabeza. Puede que todos consideremos a la evolución como un pilar científico indiscutible, pero lo cierto es que hay algunos rasgos netamente humanos para los que Darwin no tiene respuesta (todavía).
Rubor. Incluso Darwin luchó por encontrar una explicación para la aparición de una respuesta que permite a los demás saber que hemos hecho trampas o engañado.
Risa. El descubrimiento de que la risa es producida más a menudo por
comentarios banales que por chistes hace que nos preguntemos ¿por qué
surgió?
Vello púbico. ¿Irradiar aromas, suministrar calor o
proteger contra roces? La respuesta al por qué los humanos poseen
franjas de pelo en sus partes pudendas sigue estando abierta a debate.
Adolescencia. Incluso nuestros parientes más próximos, los grandes
simios, se mueven sin problemas desde su fase juvenil a la adulta… así
que ¿por qué los humanos empleamos casi una década atroz llevando
sudaderas con capucha y pantalones muy por debajo de los calzoncillos?
Sueños. Hoy en día la mayoría de las investigaciones niegan la creencia
freudiana de que los sueños sean expresiones de nuestros deseos
inconscientes, pero si no es así ¿entonces qué son?
Altruismo.
Las personas siguen debatiendo si los humanos somos genuinamente
altruistas por naturaleza. Pero si lo somos, la mayoría de los
científicos creen que no tiene sentido desde el punto de vista
evolutivo.
Arte. ¿Exhibición sexual, aprendizaje de herramientas, o una forma de cohexión social? El arte sigue negándonos su sentido.
Superstición. La mayor parte de los humanos tienen supersticiones –
hábitos extraños y tranquilizadores que no tienen sentido racional –
pero podría haber una razón subyacente para dicho comportamiento.
Besos. La necesidad de besar no aparece en nuestros genes, de modo que ¿por qué encontramos tanto placer en compartir saliva?
Hurgarse la nariz. La mayoría lo hace aunque no existe recompensa
nutricional en el hecho de comer mocos. ¿Podría haber alguna razón para
este desagradable hábito?
Obviamente, en New Scientist tratan en
profundidad cada uno de los 10 apartados haciendo clic sobre los
títulos. Intentaré encontrar enlaces en castellano para cada uno de los
apartados citados, pero mientras tanto os recomiendo que os paséis por
allí para profundizar en los conceptos.
Fuente New Scientist
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