Marjorie Louis y sus dos hijos pequeños duermen en las calles de la capital haitiana. Su casa está completamente en ruinas y esta mujer no tiene forma de avisarle a su madre en la sudoriental ciudad de Les Cayes que los tres sobrevivieron a la peor catástrofe en la historia del país.
Por Rachel Pratt y Garry Pierre-Pierre, especial para IPC*
"Lo perdí todo y no sé que voy a hacer", dijo Louis, mientras espera en
una estación de autobuses de camino a Les Cayes, la tercera ciudad en
importancia del país. "No tengo dónde vivir. Mi hija tiene problemas
cardíacos y quiero estar segura de que recibirá atención. No sé cuándo
volveré aquí. Pero apenas mejore la situación (lo haré)", agregó.
Louis y sus hijos forman parte del éxodo de la devastada
Puerto Príncipe, que comenzó el miércoles 13, un día después de que se
desatara el terremoto de magnitud 7.0 en la escala de Richter.
Mientras la cifra de muertos crece con el paso de los días,
las autoridades exhortan a sus compatriotas a evacuar Puerto Príncipe
para que los rescatistas tengan acceso libre a quienes puedan seguir
con vida debajo de los escombros, aunque las esperanzas en ese sentido
se diluyen a media que pasan las horas.
Los funcionarios también quieren retirar los cadáveres para
minimizar la crisis sanitaria que seguramente suceda a esta catástrofe.
No hace falta convencer a los sobrevivientes. Millones están
buscando refugio del horror y la destrucción que agobia a la capital.
La ciudad entera hiede a cadáveres en descomposición y el formaldehído,
rociado para neutralizar el olor, le otorga el aura de una enorme sala
funeraria.
A lo largo de la semana, ciudadanos de Canadá y de Estados
Unidos que vivían en el país salieron de la ciudad en vuelos chárter.
También los haitianos con permiso de residencia en esos países hacen
fila fuera del aeropuerto esperando ser evacuados.
Diplomáticos de varias embajadas permitieron que los niños
de padres haitianos nacidos en sus respectivos territorios fueran
acompañados a sus sedes para que se reúnan con sus progenitores en el
exterior.
Jean Rousseau, un obrero metalúrgico, también se dirigía a un
futuro incierto en Les Cayes. Como muchos más, dice que volverá a la
capital que le brindó los medios para sostener a su familia.
"No tengo electricidad para seguir trabajando", explicó
Rousseau. "No hay nada. Además, tengo que avisarle a mi madre que estoy
bien. Espero que las cosas se arreglen muy pronto así puedo volver a
trabajar en Puerto Príncipe", dijo.
ESTADOS UNIDOS RECHAZA HAITIANOS
En el calor opresivo, más de 400 haitianos forman fila fuera
de la embajada de Estados Unidos durante horas, con la esperanza de que
ese país los rescate.
Los funcionarios les piden que muestren su pasaporte y que se
pongan en la fila. Los haitianos sin autorización previa para ingresar
a Estados Unidos se preguntan "¿Cuánto tiempo tendré que esperar? ¿En
verdad podrán ayudarme a salir del país? ¿A dónde me llevarán?"
Pero lo cierto es que, como afirmó la secretaria de Estado
(canciller), Hillary Clinton, ese país prohibió el acceso a su
territorio y repatriará a los inmigrantes indocumentados haitianos, "en
estricta aplicación de las leyes".
La secretaria de Seguridad Interior, Janet Nopolitano,
explicó los alcances de la medida en que "Haití necesita a sus
habitantes para la reconstrucción" y que el sismo "no debe convertirse
en una ocasión para emigrar".
"Amamos a nuestro país, lo veíamos mejorar", expresó Joanne
Gautierre, propietaria de un depósito de bebidas, en las proximidades
de la embajada estadounidense sin conocer estas declaraciones.
El año "2009 demostró promesa y esperanza. Pero ahora
después de esto tengo mucho miedo de que se produzca una epidemia.
Todos estos cadáveres a nuestro alrededor y sin gente suficiente para
retirarlos. No queremos enfermar y morir".
"Ahora no tengo nada y tengo que sacar a mis hijos de Haití",
dijo Gautierre. "Mientras esté fuera del país nos las arreglaremos.
Tengo a mi cuñado que vive en Nueva York", explicó.
CON DESTINO A CANADÁ
Cientos de personas más se reunían fuera de la embajada
canadiense, con la esperanza de subirse al vuelo que los lleve a la
ciudad de Montreal. Muchos perdieron sus pasaportes y rogaban que, de
alguna manera, se les permitiera ir.
La mayoría de los entrevistados dijeron que, aunque quieren irse de Haití, a la larga querrían volver a su patria.
"No tenemos opción", aclaró un joven que no quiso decir su
nombre. "Pero si las cosas mejoran, queremos volver. Este es nuestro
hogar".
EN LA PARADA DEL AUTOBÚS
Los funcionarios haitianos, presionados para evacuar la
ciudad, ofrecen autobuses gratuitos a quienes quieran reunirse con sus
familias en las provincias. La gente se apresura para conseguir un
lugar en los vehículos blancos y azules.
Otros que no pueden esperar el viaje gratuito se dirigen a las estaciones con autobuses que parten hacia las provincias.
"Todos están preocupados por mí. Estoy bien, pero lo perdimos
todo", cuenta Marie Petit-Homme, que viaja a la ciudad norteña de
Cap-Haitien.
La madre de tres hijos dijo que su casa se derrumbó justo
antes de que ella volviera de buscar a sus hijos de la escuela. Eran
las 16:53 hora local. Petit-Homme observó con horror mientras la
vivienda se desmoronaba, se alejó con sus niños y desde entonces no ha
vuelto a su vecindario de Carrefour Feuilles.
"Es demasiado. Hay tanta gente muerta. ¡Ay! ¿Qué ha hecho
Haití para merecer esto?", se preguntó Petit-Homme, aferrada al más
pequeño de sus hijos.
*Especial para IPS de The Haitian Times.
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