El triunfo de la derecha en Chile ahondó la crisis de la Concertación, cuyo futuro dependerá, según la opinión de los analistas locales, de la capacidad de renovación y de ampliación hacia los sectores progresistas que reinventen el conglomerado de centroizquierda que gobernó el país en los últimos 20 años.
Ignacio Ortiz, enviado especial, Telam
Tras las primeras cifras de las elecciones de ayer que reflejaban el
triunfo de Sebastián Piñera, las voces de los históricos de la
Concertación apelaron al discurso de la unidad y la reivindicación de
dos décadas de gobierno, lejos de plantear una autocrítica que quedó en
manos de la generación intermedia Carolina Tohá, Ricardo Lagos Weber o
Claudio Orrego.
Los analistas coinciden en señalar que la
manera en que los dirigentes manejen la crisis y amolden a la
Concertación a los nuevos tiempos marcará la continuidad y
fortalecimiento o su ruptura, destacando que no se trata sólo de dar
lugar a las nuevas caras jóvenes sino de cambiar los procedimientos
institucionales que aseguren una nueva representación.
Muchos
observan el remedio en lo que fue el inicio de la crisis, hace más de
un año, cuando la Concertación escapó a decidir su candidato en
internas abiertas creando un mar de descontentos, y posteriormente al
recurrir a una vieja figura para encarnar el discurso de una nueva
política que ya se venía escuchando.
El remezón no se hizo
esperar, y la misma noche del domingo la juventud democristiana y los
emergentes líderes del partido socialista reclamaron la inmediata
renuncia de sus líderes Juan Carlos Latorre y Camilo Escalona, en
particular de este último cuyo partido, el PS, perdió varias bancas en
las elecciones legislativas del 13 de diciembre.
Para Robert
Funk, del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, la
coalición no tendrá tiempo para el análisis y la reflexión y, por el
contrario, "va a entrar en un período difícil de guerra civil con
acusaciones mutuas que alcanzarán a la misma Bachelet por haber dejado
de lado el manejo político y exponer a los partidos muy expuestos”.
"Si
en vez de analizar que no hay una nueva gran mayoría -Sebastián Piñera
obtuvo apenas 60.000 votos más que el ex candidato de derecha Joaquín
Lavin- y se agudiza este juego de las culpas se van a encontrar en una
crisis que va a llevar a que la Concertación se destruya”, analizó
Funk.
Tanto la campaña de Piñera como los resultados muestran
para Funk que "no votaron por un cambio fuerte en el eje y la dirección
de la política de la Concertación de los últimos 20 años. Si la gente
reclama encarar nuevas prácticas con menos interferencias políticas,
menos cuoteos, y si la coalición toma ese mensaje no tendrá grandes
problemas”.
Pero las heridas abiertas entre las dirigencias de
los cuatro partidos de la Concertación, sumados a sus ex miembros Jorge
Arrate y Marco Enríquez Ominami, dificultan imaginar el futuro hacia
una nueva Concertación, incluso con otro nombre como ya se plantea en
Chile, hacia un frente con los sectores disgregados o a un quiebre
definitivo.
En este esquema, una de las grandes incógnitas
será el papel que le toque al ex candidato independiente, el outsider
al que muchos le atribuyen el golpe que permitió la derrota de la
Concertación pero que capitalizó un descontento y un discurso de una
nueva política que le permitieron alzarse con el 20 por ciento de los
votos.
Rodrigo Alvarez, investigador de Flacso, considera que
MEO -como llaman a Ominami- "se va a jugar por una fuerza nueva que en
el mejor de los casos invite a los que vayan a quedar afuera de la
Concertación. Pero si pretende realinearse a una Concertación renovada
va a perder su capital político luego de demostrar la potencia de
haberse marcado como candidato alternativo”.
Para el analista,
"la derrota marcó un quiebre en una coalición en la que pocos se
atrevieron a levantar su crítica de la manera que lo hizo Marco
Enríquez, quien fue el que representó esa reacción a las estructuras
enquistadas que se habían formado en 20 años de gobierno”.
Casi
en un juego de palabras el futuro de la coalición puede transitar por
la "eliminación total”, la "refundación en una nueva” o en la
"reformulación sobre la base de si misma” con al proyección de nuevas
figuras en "una especie de posta que se evidenció la noche de la
elección y que debería haberse realizado antes” hacia dirigentes como
Toha, Orrego y Weber Lagos.
En este escenario, se sumará el 11
de marzo la figura de la presidenta Bachelet que dejará el gobierno con
casi el 80 por ciento de respaldo popular y cuyo éxito no le alcanzó a
la Concertación para asegurar su continuidad, e incluso dio argumentos
a la misma derecha que, inéditamente, se comprometió con la protección
social.
Carlos Hunneus, director del Centro de Estudios de la
Realidad Contemporánea, consideró que la mandataria saliente "se va a
preocupar de la unida y refundación del Partido Socialista que resultó
tan golpeado, el mas dañado, para lo cual su popularidad la hacen casi
intocable”.
Esa misma fortaleza podría dejarla al margen de lo
que Hunneus anticipa de "renovación con el cambio de elites gobernante
de los partidos, en los cuales hay demasiados problemas y sus primeras
reacciones son bastantes confusas”.
Por lo pronto la hasta
ayer exitosa coalición deberá empezar a pensar su rol de opositor en
una sociedad que se enriquece con la alternancia democrática y que para
el director del CERC no representa el cierre de la transición de la
dictadura a la democracia, sino el fin de un ciclo y la apertura de
otro, el de la derecha que veremos hasta donde alcanza porque no llegó
para quedarse por un solo gobierno”.
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