Sebastián Piñera, quien se convirtió ayer en el primer presidente electo de derecha en Chile desde 1958, posee un canal de televisión, es accionista de la aerolínea Lan, dueño de la empresa que gerencia a Colo Colo, el club de fútbol más popular del país, y figura entre los 700 hombres más ricos del mundo.
Una idea que atrae a amplios sectores de la clase media chilena es la promesa de una lucha frontal contra la delincuencia
De 60 años, casado con Cecilia Morel y padre de cuatro hijos, Piñera
-que siempre invoca a Dios en sus discursos- proviene de una familia en
la que varios miembros colaboraron como ministros o asesores de seis de
los últimos siete gobiernos y cuyo patriarca, el embajador ante la ONU
José Piñera, fue agente de la CIA, según documentos de ese organismo.
Su
posición en la empresa Lan, de fuerte presencia en la oferta aérea no
sólo en Chile sino también en la Argentina y Perú, lo llevó a negociar
como empresario con los gobernantes de los tres países.
Justamente
el cruce entre política y negocios, que hace dos décadas lo tuvo cerca
de la cárcel por un escándalo bancario, es el principal flanco que
atacaron sus detractores durante una campaña presidencial -la segunda-
en la que la cómoda ventaja que llevaba en las encuestas pareció
esfumarse en la última semana previa al balottagge.
Ingeniero
comercial graduado en la Universidad Católica y doctorado en Harvard,
otra debilidad de Piñera es que enfrenta resistencias entre sus propios
parciales, debido a que se opuso a que el dictador Augusto Pinochet
fuera ratificado como presidente en un plebiscito de 1988, lo que en el
pasado lo obligó a abandonar ambiciones senatoriales y presidenciales.
De
hecho, en los primeros años tras la recuperación de la democracia en
1990, sufrió el secuestro de un hijo por parte de agentes de seguridad
y fue víctima de espionaje por el Ejército, que en esos años veía con
recelo el ascenso de Piñera y otros liberales en el partido Renovación
Nacional.
Durante la campaña electoral prometió crear un millón
de empleos y asignar subsidios de alrededor de 80 dólares a los pobres,
mientras sorteó electrodomésticos, en medio de críticas del gobierno y
la izquierda.
Con un equipo de colaboradores formado por unos
1.200 técnicos, se propone apostar por un Estado subsidiario, que
otorgue beneficios sociales principalmente a través de instituciones
privadas y en medio de una vigencia lo más plena posible del libre
mercado.
Otra idea que atrae a amplios sectores de la clase
media chilena es la promesa de una lucha frontal contra la
delincuencia, mediante el endurecimiento de las penas y la restricción
de beneficios carcelarios para reincidentes.
En el plano
externo, la política internacional de Piñera no augura relaciones
fáciles con los países vecinos, pues Piñera ya ha anticipado una férrea
defensa de los límites establecidos en tratados y descarta ceder
soberanía para solucionar problemas como los que se mantienen con Perú
y Bolivia.
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