Un cuadro de shock séptico, suscitado a 45 días de recibir el imprescindible triple transplante de corazón y pulmones resultó un escollo demasiado complejo para la frágil salud de Sandro quien falleció anoche, a los 64 años, en Mendoza ante el dolor de un pueblo que lo ungió como uno de los máximos ídolos de la canción.
Cientos de fans lloran su muerte en todo el país y el mundo, mientras sus "nenas" se reunian anoche en la que fue su residencia de Banfield.
¿Quién fue Sandro, realmente? ¿Quién es, como se preguntarán aquellos
que no soportan su ausencia física y seguramente -como con Carlos
Gardel- afirmarán que cada día canta mejor? Son las mismas personas,
hombres y mujeres, pero sobre todo mujeres, que aún en los últimos años
del ídolo ignoraban su decadencia física, sus dificultades para cantar,
su voz esforzada, lo veían con el rostro y los labios -sobre todo los
labios- que lucía hace 40 años en la película "Gitano".
El
póster seguirá reviviendo aquella bonanza, la del muchacho que
revoleaba el pubis a la manera de Elvis y escandalizaba desde la
ingenua TV de entonces a ciertas concepciones moralistas siempre en
boga.
Roberto Vicente Sánchez había nacido en Valentín Alsina,
referente social del Gran Buenos Aires, el 19 de agosto de 1945 (aunque
otros ubican el hecho en el porteño barrio de Parque Patricios), y nada
hacía prever la idolatría que ese chico iba a suscitar en la Argentina
y en todo el mundo hispanoparlante.
La biografía oficial suele
contar que su carrera comenzó el 9 de julio de 1958, cuando intentando
hacer una fonomímica de Elvis Presley en un festival escolar, el disco
se rompió y Roberto debió cantar a capella.
A eso le siguieron
luego el Trío Azul, Los Caniches de Oklahoma y el mítico Los de Fuego,
un grupo de rock bastante procaz -lo que le valió inclusive algunas
censuras-, y con el que inauguró en 1963 el también legendario reducto
La Cueva, de Juncal y Pueyrredón, junto a Pajarito Zaguri y Horacio
Martínez.
Por entonces se lo conocía como el "Elvis del Sur" o
"Elvis etapa Las Vegas", según la versión de Charly García, con quien
prometió un incumplido recital en la cancha de River, después de grabar
el clásico "Rompan todo" de Los Shakers en el álbum "Tango 4", de
García y Pedro Aznar.
Sin embargo, fue con la música melódica
que Sandro logró su mayor popularidad, que quedó consolidada en
Argentina cuando en el carnaval de 1971 llenó con 60.000 personas el ya
desaparecido estadio de San Lorenzo de Almagro.
Cuando empezó a
hacerse ver, a principios de los 60, pesaba 63 kilos y tenía un físico
de junco que le permitía agregar un plus de sensualidad inédito en
estas playas, habituadas a las simplezas coreográficas de El Club del
Clan.
La vida y las toneladas de tabaco que consumió en sus 64
años fueron cambiando las cosas, su cuerpo adquirió panza y su estilo
se fue aplacando, aunque hasta sus últimos shows -cada vez más
espaciados- sedujo a miles de "nenas" que ya pisaban los 60.
Lo
curioso es que también las hijas de esas seguidoras se hicieron
fanáticas, y competían con sus madres y/o abuelas en la verbalidad de
sus desenfrenos eróticos y en el lanzamiento de prendas íntimas hacia
el escenario.
Era una ceremonia que conocía al dedillo y él
mismo organizaba. Las hacía gritar hasta el agotamiento y después, con
la platea más distendida, se ponía a cantar. Y cada tema reavivaba el
fuego. Función tras función, año tras año.
Como galán entrado en
años, la prenda que lo acompañó a lo último era una robe de chambre
roja, que además de disimularle los kilos de más le daba un toque
hogareño, como para hacerlo accesible en la imaginación de cada una.
Las
flores y el champán también formaban parte del festejo, que se hacía
estridente y vagamente romántico cuando algunas privilegiadas llegaban
por sorteo al escenario, con el premio de una canción dedicada y un
leve beso en los labios.
Las cosas, por supuesto, no pasaban de
ahí y a lo sumo se traducían en una peregrinación casi religiosa los 19
de agosto al bunker rigurosamente vigilado que Sandro tenía en la
localidad de Banfield, cuya intimidad compartía con parejas
generalmente mayores que él y gorditas.
En viejas reseñas
periodísticas se pueden leer nociones como "La mujer es fuente de
inspiración, de vida, fuerza de toda energía que yo pueda tener y,
cuando me faltó, me sentí mal".
También dijo: "Si no fuera por
las mujeres yo no sería absolutamente nada; primero, porque nací de una
mujer. Además, me acompañaron toda mi vida, me han inspirado todas mis
canciones".
Entre las murallas de su mansión tuvo romances de
desigual duración pero aparentemente similares en intensidad: con Tita
Rouss, ex de Alberto Olmedo; con una dama llamada María Elena y con
Julia Visciani.
En su caso, la cuarta fue la vencida y se casó
con Olga Garaventa -ex secretaria de su productor teatral Aldo Aresi-,
en su domicilio en una ceremonia estrictamente privada en abril de 2007.
A
lo largo de 53 discos (el primero, de 1963), Sandro superó más de
8.000.000 de placas vendidas, con temas como "Así", "Por qué te amo",
"Penas", "Mi amigo el puma", "Penumbras" y "Una muchacha y una
guitarra", lograron vender un millón de copias cada uno.
Algunos
de sus álbumes más recordados fueron "Quiero llenarme de tí", "Sandro
de América", "Album rojo", "Se te nota", "Volver a casa", "La vida
sigue igual", "Historia de un ídolo" y "Con gusto a mujer".
Hasta
que llegaron los problemas de salud y una serie de internaciones en el
Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento y otras instituciones,
desde que en 2002 debió someterse a un cateterismo.
Los
sucesivos problemas pulmonares de Sandro, un fumador compulsivo y
enfermo crónico por décadas, se agravaron a lo largo de 2005, cuando
enfrentó delicadas situaciones que llevaron a que en diciembre de ese
año fuera sometido a una cirugía de reducción pulmonar.
El 20 de
noviembre del 2009 finalmente llegó el trasplante cardiopulmonar que se
realizó en el Hospital Italiano de Mendoza y que concluyó exitosamente,
aunque luego se sucedieron graves inconvenientes.
Una
escurridiza bacteria instalada en sus pulmones obligó a realizarle
cuatro operaciones posteriores al trasplante hasta que a la nochecita
del 4 de enero, el cuerpo dijo basta.
Lo que muchos y muchas no
quisieron entender fue que Sandro era de carne y hueso, que a pesar de
su gloria llevaba a cuestas un físico deteriorado y, finalmente, que al
ídolo también podían alcanzarlo las manos de la muerte.
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