Dos millones de personas colmaron en Río de Janeiro las arenas y costanera de Copacabana para celebrar el Réveillon, la vigilia del Año Nuevo, la segunda fiesta popular más importante de la ciudad tras el Carnaval.
Como todos los años, la atracción central del festejo fue el show de fuegos artificiales que comenzó a la medianoche del 31 y se extendió durante los primeros 15 minutos de 2010.
Contra todas las previsiones meteorológicas -que tras dos
días de tormentas intensas anunciaban más temporales por la
noche- a última hora de la tarde la lluvia dio una tregua y el
Réveillon transcurrió con el cielo casi despejado y una
visibilidad que benefició el show.
Con 16 toneladas de material pirotécnico, lanzado desde ocho
balsas ubicadas en el mar, el cielo de Copacabana se iluminó con
luces que formaron, entre otros efectos especiales, corazones,
montañas y el conocido diseño de olas de la costanera de
Copacabana.
A pedido de la alcaldía, a esas luces se sumaron otras, de
encendedores, linternas y accesorios fluorescentes y luminosos
de los asistentes.
A la espera de 2010 el músico Lulú Santos, una de las voces
más conocidas de la música popular brasileña, se presentó en el
escenario central montado sobre la playa, frente al Copacabana
Palace.
Para el secretario de Turismo de Rio, Antonio Pedro Figueira de Mello, el espectáculo fue "el mejor posible".
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