En un continente marcadamente católico, referentes de la nueva izquierda dejan de lado el materialismo dialéctico y el laicismo republicano para apoyarse en el mensaje transformador de la Teología de la Liberación.
Por Virginia Scardamaglia, para Agencia Prensa Ecuménica, de Argentina.
La Teología de la Liberación llegó al poder en Ecuador. Marcado por una educación católica durante toda su vida, el presidente Rafael Correa es abanderado de esta ideología, que tiene como principios la opción por los pobres y el desarrollo humano.
Correa aboga por una revolución ciudadana, consistente en el cambio radical, profundo y rápido del sistema político, económico y social vigente. “Un verdadero cristiano no puede permitir este nivel de desigualdad”, enfatizó durante su campaña, en la que se definió como un humanista, cristiano y de izquierda. “Humanista porque para mí la política y la economía están al servicio del hombre. Cristiano porque me nutro de la doctrina social de la Iglesia, y de izquierda porque creo en la equidad, la Justicia y la supremacía del trabajo sobre el capital”, afirmó el mandatario.
Correa nació en un hogar de clase media baja y comenzó su formación religiosa desde pequeño, ya que sus padres tenían profundas convicciones católicas. Realizó los estudios primarios y secundarios en el Colegio San José La Salle de su Guayaquil natal y pasó la infancia y la primera juventud en la parroquia de Pedro Carbo, donde se introdujo en el movimiento Boy Scout y colaboró con los padres lasallistas en actividades culturales y religiosas.
Sus compañeros de escuela lo recuerdan como una persona justa, que se enfrentaba a quienes pretendían abusar de los más pequeños, una cualidad que, según dijo el propio Correa, extenderá al gobierno. Logró su formación académica gracias a las becas que obtuvo por ser un alumno aplicado. Su paso por la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil y por la Universidad Católica de Lovaina-la-Nueva de Bélgica, un centro íntimamente ligado al humanismo renacentista, donde estudió Economía, continuarían fortaleciendo los valores cristianos que le inculcaron de niño.
Pero lo que lo marcó para siempre fue el voluntariado que realizó durante un año –entre 1986 y 1987– al volver a Ecuador. Correa participó de la misión de los Padres Salesianos en la parroquia rural Zumbahua de la provincia de Cotopaxi, de población mayoritariamente indígena. “Allí hice mi verdadera maestría”, suele decir Correa. Es que palpar las precarias condiciones de vida de los indígenas, que incluso afectaron su salud al contagiarse de “rasca bonito” (escabiosis), conmovieron su juvenil espíritu.
“Correa tiene una gran sensibilidad social, que deriva de su formación religiosa. Cuando uno está con gente más pobre, queda marcado. Se siente llamado a hacer algo por la gente más pobre”, afirmó el ex sacerdote Eduardo Delgado, quien fue rector de la Universidad Politécnica Salesiana.
En Zumbahua el joven Correa catequizó, fue profesor de matemáticas, capacitó a maestros indígenas y creó una red de microempresas rurales. Entre sus alumnos figuró incluso el actual prefecto de Cotopaxi, Cesar Umajinga.
Correa tuvo quizá su contacto más cercano con la teología de la liberación durante ese año en la sierra, ya que en la misión de Zumbahua los salesianos buscan combinar la evangelización de los campesinos indígenas con su desarrollo humano, basándose tanto en la Teología de la Liberación como en la pedagogía del oprimido de Paulo Freire.
El lugar significa tanto para Correa que un día antes de la asunción oficial, se celebró un ritual en Zumbahua en el que representantes de pueblos indígenas le entregaron el bastón de mando y lo limpiaron de “malas energías” como una forma de ratificar su respaldo. El ritual contó con una misa a cargo del padre salesiano Luigi Ricardi, y en ella se recordó al fallecido monseñor Leonidas Proaño, referente de la Teología de la liberación en Ecuador.
Todas estas influencias formaron al Correa que asumió la presidencia. El mandatario no tiene miedo de dejar claro su mensaje liberador, el cual quedó plasmado en su discurso de asunción. “La nueva conducción económica del Ecuador priorizará una política digna y soberana, es decir, más que liberar mercados, liberar al país de los atavismos y poderosos intereses nacionales e internacionales que lo dominan; con una clara opción preferencial por los más pobres y postergados; y priorizando al ser humano sobre el capital.”
Su propuesta de gobierno está basada en cinco ejes de reformas o “revoluciones”: Revolución constitucional y democrática; revolución ética, revolución económica y productiva; revolución educativa y de salud y revolución por la dignidad, la soberanía y la integración latinoamericana.
“Correa considera que tiene que ofrecer todas las posibilidades del Estado para desarrollar proyectos sociales que disminuyan la inequidad económica y social del país”, afirmó en diálogo telefónico con Vladimiro Alvarez Grau, ex rector de la Universidad Católica de Guayaquil, donde estudió el economista.
Correa dio los primeros pasos en esa dirección. Duplicó el bono de desarrollo humano, extendió los plazos a los campesinos en mora con el Banco Nacional de Fomento, redujo su propio sueldo y los de los funcionarios de gobierno
“Mi sueño es ver un país sin miseria, sin niños de la calle, una Patria sin opulencia, pero digna y feliz. Una Patria amiga, repartida entre todos”, sentenció en su asunción.
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