Un viaje de mil millas comienza con el primer paso". Si se le da crédito a Lao-Tsé y su frase, la fantástica travesía de Lionel Messi por el universo del fútbol tuvo su origen no en la sofisticada Barcelona que lo idolatra sino en un modesto barrio del sur de Rosario, su ciudad natal.
El romance con la pelota del argentino que hoy fue coronado como "rey de Europa" se inició en las calles asfaltadas del barrio FONAVI, a fines de la década del ochenta.
Allí, la verdadera "Pulga", con tres años apenas, ya hacía de las suyas con el balón y tiraba paredes con el cordón de la vereda como aliado, para desairar a sus amigos.
Pero el primer escenario "formal" en el que Messi deslumbró con su habilidad, velocidad y pegada fue en la desprolija canchita del club municipal Grandoli, llena de desniveles, pequeñas piedras y trozos de vidrios, nada más alejado de la "mesa de billar" del Barcelona.
Tenía cinco años cuando un hecho "fortuito" lo depositó sobre el campo minado al que se asemejaba el club Grandoli por aquella época: uno de sus hermanos jugaba en el equipo de baby-fútbol y él lo fue a ver. Y como faltaba un jugador, "Lío" recibió su primera convocatoria.
Con menos edad y físico que el resto de sus compañeritos y rivales, Messi maravilló a todos con su talento. Emanuel Biancucchi, primo de Lionel y su "colega" en aquel equipo del Grandoli que durante dos años se cansó de ganar todos los torneos de su categoría, describió a dpa las precoces virtudes del futuro astro.
"Era imposible sacarle la pelota. Yo era el arquero y la pelota nunca me llegaba al arco, la tenía siempre él y la gente se asombraba. Éramos Lionel y seis más. Hacía tres o cuatro goles por partido", afirmó Biancucchi, quien actualmente se desempeña como mediocampista en el equipo del 1860 Múnich de la segunda división alemana.
En el Grandoli jugó hasta 1995 y entonces pegó el salto a las inferiores de Newell's Old Boys, donde ya jugaba su hermano Rodrigo. "Hacía todo solo. Generaba un fútbol brillante. Tenía un físico pequeño, pero cuando encaraba no lo frenaban. Es más, era gol seguro", relató Adrián Coria, uno de sus técnicos en aquellas épocas en que un Messi niño vistió la misma camiseta rojinegra que había usado Diego Armando Maradona en las postrimerías de su carrera.
De aquellos orígenes hasta este presente, el tiempo voló para Messi. Se probó en River Plate, que no hizo nada por retenerlo y entonces, a los 13 años y de la mano de su padre Jorge, "Leo" cruzó el "Gran Charco" del Atlántico y se fue al Barcelona.
Los catalanes vislumbraron sus kilates enseguida, cual avezados buscadores de oro, se hicieron cargo del tratamiento a base de hormonas que le permitió a Messi superar el diagnosticado problema de "edad ósea retrasada". Así creció de estatura física, pero sobre todo futbolística, tanto, tanto, que hoy, pese a sus apenas 22 años y 1,69 metros, se convirtió en el nuevo "gigante" del fútbol europeo.
Fuente : MDZ.com
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