Gritaba un Rivoira sacado al final del encuentro de Atlético con Vélez. El árbitro había cobrado un penal al final del partido que significó la derrota decana. Al final el grito desesperado del “Chulo” terminó dándole la razón. No por ese penal , que mucho tuvo que ver en el ánimo del plantel y el cuerpo técnico, sino por lo que significó para los tucumanos ese partido. La mala campaña y las irregulares actuaciones del equipo llevaron a Héctor Rivoira a renunciar a su cargo. Había llegado hace unos 18 meses y llevó a primera división al popular club de 25 de Mayo y Chile.
Terminó un buen ciclo en la vida deportiva de Héctor Rivoira, que estuvo casi un año y medio al frente del club de 25 de Mayo y Chile.
Siempre que anda mal el cadete hay que echar al gerente. Esta vez no fue distinto y uno de los mejores técnicos que pasó por Tucumán se quedó sin trabajo. “Lunatti me estás dejando sin laburo”, había gritado Héctor Rivoira al finalizar el partido con Vélez Sársfield.
Esa derrota y la actuación del árbitro fue uno de los motivos que desencadenó la renuncia del Chulo. Alejamiento que se olía en el aire decano y más fuerte aún después de la derrota frente a Racing.
Pero no todo es culpa del técnico en esta mala campaña que viene realizando Atlético Tucumán. Es cierto, el primer fusible es el conductor táctico, pero también están los dirigentes, los jugadores y la pasión y el desenfreno que llevó a muchos hinchas insultar y culpar a Rivoira por los desaciertos futbolísticos del equipo.
Cuando el decano ascendió a primera división el marketing que se armó alrededor de esta situación fue tremendo. Se habló, talvez ingenuamente, de formar un equipo con nombres rutilantes. Ninguno de las tratativas con jugadores de renombre terminó en buen puerto. Se finalizó formando un equipo con la base del que salió campeón en la B Nacional, para jugar en Primera División. Y eso es mucha ventaja. En esta divisional, los tiempos son distintos, las tácticas también, las presiones y los arbitrajes marcan diferencias y los jugadores están física , anímicamente y futbolísticamente unos escalones arriba de la segunda división del fútbol argentino.
Atlético Tucumán tuvo dos triunfos que le dieron mucha trascendencia en los medios del país y una desmesurada en la provincia tucumana. Desde esta columna dijimos que no era para tanto.
Héctor Rivoira no pudo luchar contra la actitud casi pasiva que algunos jugadores mostraron en los últimos partidos. La “ peleó” adentro y afuera y no pudo revertir la situación.
Ahora vendrá un nuevo conductor táctico; quizás cambie nombre en las formaciones titulares , quizás no. Hasta que termine el Apertura deberá darse vuelta con lo que tiene, pero sobre todo con los pies en la tierra. Hasta ahora con un equipo mediocre se quiso estar más allá y eso en primera división es muy difícil.
Héctor Rivoira, un gran profesional, se fue con la misma humildad que llegó y cuando nadie le creía, sobre todo después de perder con la CAI de local, llevó al equipo a primera. Demostró entender el fútbol argentino y realizó una gran campaña. En este ciclo en la división superior , diversos factores internos y externos no le permitieron seguir en Atlético Tucumán.
Daniel A. Villalba
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