La imposición de silencio frente a la muerte en la sociedad occidental "se instaló debido a que se puede hacer mucho para postergarla y nos podemos ir desentendiendo de ella", opinó la psicóloga mexicana especialista en bioética Asunción Alvarez del Río.
Según la profesional, quien participa de una reunión de especialistas latinoamericanos en Buenos Aires, "nunca está el momento para prepararse para la muerte, y el enfermo tampoco ha pensado en eso y lo que quiere del médico es que lo cure; y el médico, que tampoco sabe hablar de eso, le dice que sí, y obviamente va a atender a enfermos que se mueren".
"La verdad es que aprendemos y transmitimos que `de eso no se habla`, y como no lo puedes negar porque a la muerte la traemos inscripta, cuando alguien te la recuerda porque se muere, la tienes que procesar".
"Simplificándolo mucho, tiene algo que ver con que se puede hacer mucho más para postergar la muerte, entonces nos podemos ir desentendiendo de ella", razonó.
Según Alvarez del Río, cambios en la vida social, como que la mujer trabajara, hicieron que la organización familiar fuera cambiando, "y esa convivencia de niños con ancianos que se mueren fue cambiando y haciendo que la muerte -como ya no se piensa, como ya no se habla, como ya no se puede compartir- fuera dando más miedo".
"Siempre da miedo, pero hace una gran diferencia poder hablar de ella, ver cómo se muere la gente y poder ir teniendo cierta familiaridad, ahora perdida".
También, "el consuelo que antes daba la religión, ahora se quiere poner en la ciencia, que tiene sus límites, porque somos mortales".
Por lo que a ella concierne, el tema de la muerte le preocupaba mucho y necesitaba hacer algo para que no le "estorbara para vivir".
Entonces se abocó al tema proponiéndose investigar en una clínica de cuidados paliativos a enfermos terminales que le hablaron de su experiencia, y así se acercó a la ética.
"¿Y `se vale` ponerme a preguntar a otros sobre la muerte?", dice con modo mexicano respecto al primer cuestionamiento que le surgió.
"Finalmente sí `se vale`, porque frente a ese hecho hay una imposición de silencio pero a mí me respondían cosas, y yo servía de interlocutora para ellos, y uno se da cuenta de que somos todos iguales, nada más están unos antes que nosotros, pero no es tanta la diferencia".- (Télam).
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