Camiri, Santa Cruz, (Bolivia) 2 Ago (ABI) - La primera ley de autonomías indígenas y campesinas, sin precedentes en la legislación internacional, fue festejada el domingo el Camiri, en el departamento de Santa Cruz, a 1.200 km al este de La Paz, donde se congregaron representantes de la mayor parte de los pueblos originarios de Bolivia, en el mismo lugar donde hace 74 años los abuelos de éstos iniciaron una feroz contraofensiva para retroceder más de 120 km, hasta la actual línea fronteriza, al ejército paraguayo instalado de enfrente las petroleras bolivianas en el eclipse de la Guerra del Chaco (1932-35).
En el "Día del Indio", como se designó al momento en que los promotores de la revolución popular de 1952 entregaron tierras a los indígenas, hasta poco antes reducidos a un régimen esclavista, los pueblos originarios de Bolivia llegaron hasta esta ciudad pujante, de 30.000 habitantes y enclavada en los contrafuertes de la cordillera de los Andes, para saludar otro de los momento históricos de su tortuosa relación con el Estado boliviano: autonomía para los originarios, es decir, "gobierno, libertad, territorio y dignidad" materializados en un cuerpo de leyes, el mismo día en que hace 56 años se firmó el decreto de la Reforma Agraria que se radicó en el oeste andino del país y que no causó estado en las tierras bajas y el Chaco.
Entre 5.000 y 7.000 personas
abarrotaron los graderíos del estadio comunal de Camiri, en cuyo
rectángulo de fútbol se situaron algunos cientos más para testimoniar
este episodio de la historia reciente de Bolivia, por primera vez
gobernada por un indio e inmersa en un proceso de cambios
estructurales, políticos, sociales y económicos, sin precedentes en la
vida institucional del país más pobre aún de Sudamérica.
La autonomía indígena que permitirá a los 36 pueblos originarios
de Bolivia elegir sus autoridades y regir su convivencia a las leyes
consuetudinarias de sus ancestros, está contenida en el borrador de Ley
Marco de Autonomías y Descentralización (LMAD) que impulsa la
administración del presidente Evo Morales, en la órbita de la nueva
Constitución boliviana, en vigor desde febrero pasado, y atiende, en su
concepto general, las reivindicaciones de las nueve regiones de
Bolivia, sujeta de 1825 a un secante modelo centralista.
Como hace 74 años, reclutados en la quinta división boliviana para
contener la embestida paraguaya, indígenas provenientes de las nueve
regiones bolivianas, de las elevadas montañas de los Andes, de los
valles subandinos, del Chaco y las tierras bajas de la Amazonia y el
trópico, llegaron a Camiri para celebrar la otorgación de su autonomía,
la primera en 184 años de vida republicana en Bolivia.
Los famosos Ponchos Rojos de Achacachi, en el departamento de La
Paz, tomaron ubicación en las poltronas emplazadas en plena cancha de
fútbol para escuchar a su líder, el "presidente Evo", decir que desde
ya corren las autonomías indígenas, originarias y campesinas.
Enfundado en un poncho escarlata con motivos andinos cruzado por un
látigo trenzado de cuero de oveja, tocado por un sombrero Borsalino,
pantalones negros y enzapatado, Florencio, aymara como Morales y de 43
años, se ha plantado a la diestra de Víctor Flores, un guaraní cuya
vestimenta no guarda relación con el tipo occidental de vestimenta.
Flores ha sido, tal vez, el más requerido por hombres y féminas que le han encarecido por una fotografía.
De complexión robusta a sus 60 años, Víctor, que habla un castellano sin tacha, viste con la indumentaria de todos los días.
Este guaraní a quien acompaña su mujer, que luce más años de los
que debe tener, apariencia que le consigna una larga cabellera gris,
lleva un suerte de túnica color beige tejida con hilos de Carahuata,
un arbusto enano protegido por venenosas espinas que fructifica en su
natal Capirendita, "de Villamontes (en el extremo meridional de
Bolivia, en el límite con Paraguay) ahí, abajito".
Es en realidad una malla de Carahuata que subraya su musculatura y
lo único que media entre su desnudez y las miradas que lo han puesto en
el centro de las cámaras.
"Está bien", responde lacónico consultada su opinión sobre las
autonomías indígenas, originarias y campesinas. Erguido sobre dos pies
fuertes y callosos que parecen prescindir de calzado alguno, no se
desentiende, pese a su rigidez, de los dos arcos y acopios de fechas
que cuelgan, a manera de implemento, en su espada y tórax.
"Es para cazar, animales, la comida", afloja sin desprender la
mirada del ministro de Autonomías, Carlos Romero, que da lectura
inextenso a los artículos pertinentes de la parte sinodal del
instrumento jurídico de autonomías.
Su piel cobriza y los rasgos avellana de sus ojos, sumadas a una
barba incipiente pero prolija no se imponen a unas líneas trazadas "con
carbón", de color azul en el rostro.
Parece un trazo arbitrario, pero en realidad guarda un simbolismo ancestral en el pueblo guaraní al que pertenece.
Poco más allá un joven mojeño, de 19 años, proveniente de Trinidad,
capital departamental de Beni (nordeste) atiende imperturbable el
discurso del presidente Morales que no pudo evitar, pese a su mirada
suplicante, que una hermosa joven, color piel canela, de impresionantes
ojos redondos distinguidos por enormes y pobladas pestañas del mismo
color que su ensortijada cabellera negro azabache lo ponga, de un
jalón, sobre tablas y lo obligue a danzar, en círculos, el popular
Arete Guasu.
En pleno baile comunitario en que todos, tomados de la mano
aplican, entre salto y saltito, dos derechos arrastrados y un izquierdo
largo, uno de los danzarines, muy joven él, se acercó al Presidente y
le empoderó al encasquetarle, a manera de cetro, un abanico de plumas
multicolores.
El ejemplo y arrojo de la adolescente fue calcado por otros grupos
folclóricos que no dudaron para poner en escenario al mandatario que
diletó, pese a sus empeños, con la diversidad de bailes que ensayan las
diversas culturas indígenas bolivianas.
Cerca de la palestra donde se registran las danzas y los discursos
de representantes indígenas de México, Guatemala, Chile, Ecuador,
Guatemala y Venezuela, un conjunto de 10 niñas procedentes del central
Chapare ensayan nerviosas el bailecito en el preámbulo de su
presentación.
Ellas se han colocado un atuendo color tierra que extraen de la
corteza de un árbol, el Corochó, que sin necesidad de curtirla
proporciona un material absolutamente maleable que ellas, sujetas a sus
usos culturales, han convertido en vestidos de fiesta, por lo demás,
térmicos para mitigar el surazo que empuja la cordillera del Aguaragüe.
Los quechuas también se dieron cita en el estadio de Camiri, cuya
población sigue el acontecimiento por la televisión y compartieron,
militantemente, la celebración de la ley, en embrión, que les permitirá
al 63% de la población de Bolivia elegir a sus autoridades y regir sus
días, en apego a los mandatos de la nueva Constitución que ha
incorporado el término y concepto de autonomías.
La población de Camiri, un cóctel de indígenas de todos las
latitudes de Bolivia, mestizos y blancos resume el proceso que Morales
ha dicho, convencido hasta la intoxicación, que nada ni nadie podrá
revertir, al tiempo de llamar a los secularmente desposeídos a
fortalecer las economías para erradicar el modelo que hizo de unos
"ciudadanos de primera" y, a otros, "de segunda".
cc/rsl ABI
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