así lo refleja un relevamiento realizado por el IDESA. Datos del INDEC señalan que las mujeres adolescentes participan mucho más en el desarrollo de tareas domésticas que los varones. Desde edades tempranas se adopta la idea de que las mujeres tienen mayores responsabilidades que los hombres en las actividades del hogar.
En la medida que no se rompa con esta pauta cultural, no se podrá lograr que las mujeres y los varones tengan iguales oportunidades en el desarrollo de su vida laboral.
Las mujeres están sub-representadas en los cargos directivos y gerenciales, es decir, los puestos de trabajo mejor remunerados y socialmente más reconocidos. Incluso en empleos de menor jerarquía tienen menores tasas de participación y salarios inferiores a igual trabajo. Hay sólidos indicios de que a similares atributos personales, las oportunidades de progreso laboral de las mujeres son más limitadas que las de los varones. El fenómeno tiene implicancias muy negativas desde el punto de vista de la equidad. Pero también económicas porque no se permite a las mujeres aprovechar plenamente sus capacidades productivas.
El principal factor que explica las mayores dificultades que enfrentan las mujeres en su carrera laboral es, probablemente, la desigual distribución de las tareas domésticas al interior del hogar. En la medida que se asigna –explícita o implícitamente– a las mujeres mayores responsabilidades dentro del hogar, se les resta posibilidades para el desarrollo laboral fuera del mismo. Algunos datos extraídos de la EPH del INDEC muestran que esta desbalanceada distribución de responsabilidades se impone dentro de los hogares desde muy temprana edad. En el segundo semestre del 2006 y tomando como referencia la población entre 11 y 18 años se encuentra que:
· El 41% de las mujeres adolescentes tienen responsabilidades en tareas domésticas, ascendiendo al 46% entre los hogares de más bajos ingresos.
· Entre los adolescentes varones sólo el 15% realiza alguna tarea del hogar.
· Esto implica que cada 4 adolescentes que colaboran en el hogar 3 son mujeres.
En Argentina no se disponen de datos sobre la carga horaria que demandan las tareas domésticas. Pero evidencias de los países desarrollados indican que el tiempo requerido es elevado. Según datos del Bureau of Labor Statistic, de EEUU, los estadounidenses con más de 11 años de edad dedican 3,1 horas a tareas domésticas. En el mismo relevamiento, que incluye todos los días del año y todas las personas independientemente de su situación laboral, señala que en promedio cada persona le dedica al trabajo remunerado fuera del hogar 3,8 horas. Es decir, el tiempo que demandan las tareas domésticas es similar al dedicado al trabajo fuera del hogar.
En base a estas evidencias se puede deducir que una desbalanceada distribución de tareas domésticas entre sexos necesariamente se traduce en una desbalanceada distribución de oportunidades laborales. Evaluado de esta manera, la discriminación de la mujer en el mercado de trabajo es un tema que trasciende el entorno laboral. En la medida que los niños son educados con la noción de que los roles femeninos dentro del hogar son diferentes a los masculinos, muy tempranamente se van generando las condiciones para que en la vida activa tengan oportunidades laborales también diferentes.
Bajo estas condiciones, las posibilidades de revertir la discriminación a través de la legislación laboral son limitadas. Peor aun, el problema se potencia cuando frente a las evidencias de discriminación contra las mujeres se reacciona con regulaciones que aumentan los costos explícitos e implícitos de contratar mujeres. Normas que en pos de proteger a las mujeres procuran “solucionar” el problema generando mayores costos por contratar mujeres terminan produciendo el resultado contrario. Al volverse más costoso y/o riesgoso contratar mujeres, termina siendo más seguro y conveniente contratar hombres.
Fundamentalmente por razones de equidad pero también para un mejor aprovechamiento del potencial productivo es muy importante introducir la temática del género en el diseño de las políticas públicas, pero sin caer en simplismos. A los fines de revertir pautas culturales que son adoptadas muy tempranamente en la vida de las personas el sistema educativo constituye una herramienta muy importante. Pero, para ello, se necesita que este tipo de temas sustantivos encuentre espacios en la agenda educativa, actualmente monopolizada por las pujas corporativas y políticas. En igual sentido, la legislación laboral debe ayudar a mejorar las oportunidades laborales de las mujeres, pero, para ello, se necesita rever el rumbo. En lugar de ir hacia esquemas laborales más rígidos, hay que buscar regulaciones protectorias que brinden la flexibilidad necesaria para que las personas de ambos sexos puedan hacerse cargo por igual de los esfuerzos que imponen las tareas hogareñas.
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