Una iniciativa del Conicet, en colaboración con el Instituto Max Planck de Alemania, creó un laboratorio destinado a documentar, catalogar y preservar recursos lingüísticos en audio y video de lenguas indígenas para las generaciones del presente y del futuro. Agencia CyTA-Instituto Leloir
El mocoví, el tapiete, el vilela y el wichi son las cuatro primeras lenguas indígenas habladas en la Argentina incorporadas al archivo Digital de Lenguas del Laboratorio de Documentación e Investigación (DILA) recientemente creado por el Conicet en convenio con el Instituto Max Planck, de Alemania.
Recursos lingüísticos y musicales en audio y video organizados, así como fotografías, objetos escaneados, notas de campo y artículos especializados sobre lenguas indígenas y de migración habladas en la Argentina son preservados en formatos durables y catalogados en vistas a su conservación para las generaciones del presente y del futuro.
“Los fines de estos materiales son científicos, pedagógicos y comunitarios”, señala la doctora Lucía A. Golluscio, especialista en lenguas indígenas y directora del Laboratorio. Y continúa: “Uno de los objetivos principales es el de brindar apoyo a experiencias de revitalización lingüística protagonizadas por las comunidades de habla, una tarea que no podemos postergar”.
Perspectiva ideológica monolingüe
El proyecto fundacional de la Argentina como estado-nación instrumentado durante la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX se imaginó sobre un modelo económico agroexportador, un programa poblacional con incorporación de migración europea y una perspectiva ideológica monológica, monolingüe y monocultural en la cual ni los pueblos originarios ni sus culturas y sus lenguas tenían un lugar, afirma Golluscio, investigadora independiente del Conicet y profesora de Etnolingüística de la carrera de Letras, en la UBA.
“Así, a partir de la década de 1860 se llevó a cabo sistemáticamente un plan nacional de ofensivas militares contra los pueblos aborígenes de la Patagonia, el Chaco y el noroeste. Esta política de exterminio, junto con epidemias y condiciones de trabajo inhumanas en los ingenios azucareros y algodoneros, los obrajes y las reducciones, así como la subordinación social, cultural, política y económica de los supervivientes, explica ampliamente no sólo la distribución geográfica y el bajo porcentaje de población aborigen reconocida como tal en la Argentina, sino la situación de riesgo extremo que amenaza a estos pueblos y a sus lenguas”, indica Golluscio quien entre 2002 y 2006 dirigió el proyecto de la Universidad de Buenos Aires “Lenguas en Peligro, Pueblos en Peligro en Argentina: mocoví (guaycurú), tapiete (tupí-guaraní), vilela (lule-vilela), y wichi (mataco-mataguayo) en su contexto etnográfico”. Este proyecto fue llevado a cabo por un equipo interdisciplinario que incluyó lingüistas y antropólogos del Conicet, universidades nacionales y FLACSO.
El proyecto “Lenguas en Peligro, Pueblos en Peligro en Argentina” constituyó una contribución al conocimiento de la región del Chaco y de América. “Un equipo interdisciplinario documentó simultáneamente cuatro lenguas y culturas indígenas (mocoví, tapiete, vilela y wichí) que han compartido el mismo hábitat por siglos antes y después de la conquista y colonización europea. El resultado es un significativo volumen de datos etnográficos y lingüísticos que incluyen grabaciones en audio y video y fotografías, entre otros formatos”, describe la investigadora.
El trabajo contó con la colaboración académica del Departamento de Lingüística del Instituto Max Planck para Antropología Evolutiva de Alemania y forma parte del Programa de Documentación de Lenguas en Peligro (DoBeS Programme), auspiciado por la Fundación Volkswagen.
Revitalización de las lenguas
Para dar un ejemplo del trabajo que ha llevado adelante el equipo de investigación, Golluscio se refiere al pueblo y la lengua vilelas, considerados extintos o casi extintos por la mayor parte de la literatura especializada. Resalta la investigadora que durante la investigación de campo, se localizaron 45 unidades domésticas en Chaco, Rosario y Gran Buenos Aires, donde al menos una persona se auto-reconoce como vilela y, muy especialmente, dos hablantes nativos ya ancianos “con quienes estoy trabajando intensivamente en el recuerdo, registro y documentación de la lengua. Este hecho amplía el conocimiento de los desplazamientos y contactos de pueblos y lenguas en el Gran Chaco, transforma el mapa de las lenguas chaqueñas y de América del Sur y enriquece el conocimiento de las lenguas del mundo. Además, es importante señalar el fuerte impacto positivo sobre la autoestima que tiene este trabajo de recuperación de la lengua en nuestros consultantes y sus familias”.
En la actualidad, Golluscio y los dos ancianos están concluyendo de manera colaborativa la transcripción y traducción de una historia de origen del Pueblo vilela recogida en 1889 a orillas del río Paraná por un médico correntino, que sin duda ilumina aspectos de las trayectorias de este pueblo y del devenir de su lengua, indica la experta.
“En 1994, por la lucha de indígenas y organizaciones se derogó el viejo artículo de la Constitución Nacional de 1853 y se sancionó el actual artículo 75, que reconoce por primera vez el concepto de Pueblo, y de Pueblos preexistentes, y enumera los derechos indígenas fundamentales, entre los cuales están el derecho a la tierra y a la educación en la lengua de origen”, afirma Golluscio. Y continúa: “Sin embargo, hay aún una brecha enorme entre la letra y la realidad. Las políticas no tienen aún la continuidad, apoyo económico, sustento científico y respaldo social necesarios para revertir tantos años de desigualdad e injusticia de manera profunda y duradera”.
De acuerdo con la investigadora de Conicet, los cambios que se han logrado y que han permitido comenzar a revertir el proceso de invisibilización, ocultamiento y estigma son producto de acciones permanentes de los indígenas y el acompañamiento de algunas organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, equipos de investigación y extensión en educación, salud y desarrollo productivo a nivel local o nacional, y también personas individuales, como maestros y maestras, médicos y agrónomos comprometidos desde hace años con la problemática indígena. “Entre los oficiales, se pueden citar experiencias de acompañamiento de equipos del INTA, algunos Programas de los Ministerios de Agricultura, Desarrollo Social y Educación “muchas veces discontinuados entre gestión y gestión, investigadores del Conicet comprometidos y algunas Universidades Nacionales”, subraya la experta.
Entre las iniciativas desde Universidades nacionales, Golluscio destaca el acompañamiento de cátedras de Facultades de Agronomía a experiencias de desarrollo rural y de organización, por ejemplo de mujeres campesinas (UBA) y de equipos de antropólogos y lingüistas de Conicet y las Universidades de La Plata y Buenos Aires en apoyo a comunidades indígenas urbanas, como las comunidades tobas del Gran La Plata y Derqui, Pcia. de Buenos Aires. “Centrándose en el tema de la enseñanza de la lectura y la escritura a poblaciones indígenas, ha sido muy valiosa la tarea de años desarrollada por la Profesora Marta Tomé y su equipo en la Universidad Nacional de Luján en la formación de docentes sensibles a la diversidad lingüística y cultural”.
De acuerdo con la investigadora de Conicet, no se puede pensar en cambios en el destino de las lenguas originarias en la Argentina si no se producen cambios en las situaciones de injusticia y marginalidad en la que viven sus hablantes y si no se trabaja en la difusión del conocimiento del valor de los pueblos indígenas y sus lenguas y la construcción de sentidos de valoración social de la diversidad lingüística y cultural. “Si se coloca el mapa de las Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) de la Argentina sobre el mapa con la distribución de la población aborigen en la Argentina, se podrá verificar una coincidencia total”, asegura Golluscio.
De acuerdo con ese mapa, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), hacia 2001 el Departamento Ramón Lista, en Formosa, era el Departamento más pobre de todo el país, con un 87 por ciento de población aborigen, indica la experta. “No sería esperable un cambio significativo desde ese año hasta la fecha. Esta situación se mantiene o ha empeorado. El desmonte ha avanzado de modo desmedido en los últimos años. Esto no sólo trae aludes e inundaciones en áreas con población indígena -recordemos los desastres de los últimos años en Tartagal y zonas aledañas, Salta-, sino que elimina definitivamente frutos, animales, miel, agua que sirvieron durante siglos como alimento a los pueblos chaqueños y a sus hijos. Los gasoductos denunciados por indígenas del noroeste y de la Patagonia están arruinando tierras indígenas y originando enfermedades a sus pobladores. Todo esto explica por qué nuestro proyecto se llama ‘Lenguas en peligro, Pueblos en peligro en la Argentina’. Son los pueblos los que están en peligro”, concluye Golluscio.
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