MONTEVIDEO, 18 may (IPS) - La obra literaria que ha dejado el uruguayo Mario Benedetti, muerto el domingo, es gigantesca y dispar. Decenas de libros de poesía, canciones, novelas, cuentos, crónicas, ensayos, teatro, humor. Como él mismo decía en broma: "Sólo me falta escribir una ópera".
Análisis de Fernando Butazzoni, especial para IPS *
Durante su largo paso por el mundo de las letras, conoció el éxito de ventas, el
elogio de muchos colegas, las traducciones a decenas de idiomas, los premios y
el cariño incondicional de sus lectores. Pero también tuvo que vérselas con
críticos severos y con escritores y catedráticos que no apreciaban su obra o que
fustigaban sus posturas políticas.
Sin embargo, nadie discute que
Benedetti fue el más montevideano de los escritores uruguayos. Y el más querido.
Fue acaso el miembro más destacado de la llamada "Generación del 45", que estuvo
integrada entre otros por Ángel Rama, Carlos Martínez Moreno e Idea Vilariño, y
que operó como grupo de intelectuales con una fuerte impronta crítica y un
marcado interés por los asuntos políticos y sociales.
La escritura de
Benedetti, en aquellos primeros años, estuvo marcada por su extraordinaria
capacidad de observación del comportamiento social y por su afinidad con la
ciudad y los temas urbanos. Su primer libro significativo fue "Poemas de la
oficina" (1956), un manojo de textos en los que revelaba el drama existencial de
toda una clase social --la pequeña burguesía urbana--, entrampada en las rutinas
burocráticas de un Estado benefactor y omnipresente.
Era aquel el Uruguay "de las vacas gordas" o, como él mismo lo describiera en un
poema, "el país verde y con tranvías", tan lejano en apariencia a la América
Latina de los indios, los mayorales y las dictaduras.
Visto hoy, aquel
país parece de mentira: acreedor de las grandes potencias europeas, con una
sólida vida democrática, con grandes exponentes culturales y deportivos, y con
una ciudad capital como Montevideo, que se preciaba de ser "ciento por ciento
europea". Se lo llamaba, al país, "la Suiza de América". Era el Uruguay que aún
celebraba a Juana de Ibarbourou como "Juana de América"; el mismo, por cierto,
que festejaba la conquista del Campeonato Mundial de Fútbol en el estadio
brasileño de Maracaná, en 1950.
Ese país, sin embargo, comenzaba a
desmoronarse en su tejido social. Y Benedetti no solamente fue capaz de percibir
tempranamente ese derrumbe, sino que lo describió de forma sencilla, clara,
renunciando a las trampas del estilo para ganar en franqueza y en comunicación
con sus lectores.
Si los "Poemas de la oficina" fueron una notable carta
de presentación en el ámbito literario nacional, su novela "La tregua",
publicada en 1960, fue su consagración como escritor y a la vez como personaje.
El libro, que tuvo una primera edición modesta, se convirtió enseguida en un
best-seller fulminante. Rápidamente se tradujo a muchos idiomas y le ganó a su
autor una fama internacional hasta entonces casi desconocida para un escritor
uruguayo.
"La tregua" narra la historia del oficinista llamado Martín Santomé, quien ya en
la edad madura conoce y se enamora de Laura Avellaneda, una compañera de
trabajo. La tensión dramática se logra a través de un recurso tan simple y
verdadero como la vida misma: la enfermedad y la muerte de la heroína.
Escrita a manera de diario del protagonista, la novela funciona como una
perfecta máquina de relojería destinada a despertar en los lectores la empatía
con los personajes y también la reflexión sobre la rutina gris de cada día. La
emoción es la justa, las palabras son apenas las necesarias.
Muchos se
han preguntado por el secreto del éxito de este libro, que ha sido traducido
incluso al chino y que lleva 175 ediciones registradas (sin contar las decenas
de ediciones piratas que han circulado en Argentina, Chile, México y otros
países).
La clave para entender la popularidad de la novela (que fue
llevada por Sergio Renán al cine en 1974) está dada por la sencillez y hondura
de una trama urbana con la que casi cualquier persona puede identificarse.
En el ámbito novelístico, Benedetti publicó también "Gracias por el
fuego" en 1965, una historia de miserias familiares con final impactante. El
personaje principal, Ramón Budiño, es hijo de uno de esos poderosos magnates de
los negocios y el periodismo, con fuertes contactos en el mundo de la política.
Ramón reniega de los chanchullos familiares y trama el asesinato de su padre
pero, al final, termina por arrojarse desde un edificio. La novela había sido
finalista en 1963 del premio Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral, en
España. Sin embargo, en ese país el libro fue censurado por el franquismo y sólo
pudo publicarse en 1974.
Contaba el propio escritor que, antes de que la
novela se publicara en Uruguay, él se la dio a leer a algunos de sus amigos
escritores y críticos (Martínez Moreno, Ángel Rama, Juan Carlos Onetti). Varios
le señalaron como una objeción el final, que consideraban poco menos que
inverosímil.
"En Montevideo --decían-- la gente no se suicida tirándose
de los edificios". Pues bien, pocas semanas después, el mismo día en que se
presentaba la novela, un hombre se arrojó desde el vigésimo piso de un céntrico
edificio montevideano. Benedetti, con rostro serio, solía bromear con eso: "Juro
que yo no lo contraté".
Instalado como escritor prestigioso e
intelectual de izquierda, en 1971 Benedetti resolvió arriesgarlo todo en una
apuesta política de vanguardia: aceptó integrar la dirección del Movimiento 26
de Marzo, una organización vinculada al Frente Amplio.
Eso y su sostenido y público apoyo a la Revolución Cubana lo llevaron a escribir
artículos, reportajes, poemas, teatro y hasta una novela en verso ("El
cumpleaños de Juan Ángel", publicada en 1971 y dedicada al líder guerrillero
Raúl Sendic) con un marcado compromiso militante. Así se ubicó en la mira de la
derecha más retrógrada del país. Así llegó, en 1973, el exilio. "O te vas o te
meten preso", le dijeron.
Fue un período de 12 años muy rico, pero
también muy complejo y doloroso para él. Primero en Buenos Aires, luego en Lima
y después en la Habana y en Madrid, Benedetti redobló su militancia y siguió
escribiendo y publicando. Con ello extendió su fama, y el reconocimiento de su
obra se hizo universal.
Los años del exilio se reflejan en su obra con
un fuerte compromiso político y social. La novela "Primavera con una esquina
rota", los cuentos de "Geografías", la dramaturgia de "Pedro y el capitán". Y la
poesía que siempre, de manera constante, fue construyendo su más alta dignidad
como escritor y, curiosamente, sus máximas cimas de popularidad.
Tras el exilio, fueron Daniel Viglietti y Nacha Guevara quienes musicalizaron y
cantaron algunos de sus poemas. Decir en el Uruguay de hoy "somos mucho más que
dos" es mencionar sin nombrarlo a Benedetti, autor de esos versos cantados por
la Guevara.
Pero fue con el trabajo que realizara con el catalán Joan
Manuel Serrat, que su figura se convirtió en icono de la cultura popular en todo
el ámbito hispanoamericano.
El resultado de esa colaboración fue el
disco "El Sur también existe" (1985) que, en cierto sentido, es un buen resumen
de las claves temáticas y estilísticas del escritor: el amor, la lucha, el
espíritu antiimperialista, la ironía y una innegable capacidad para convertir en
poesía aquello que el común de la gente dice y piensa. El propio título expresa
esa síntesis de forma admirable.
Su muerte y las repercusiones que ha
generado en todo el mundo permiten, más allá del dolor --o tal vez gracias a
él-- entender el "fenómeno Benedetti" en toda su dimensión.
Muchas veces compartí con él reuniones, foros literarios, la mesa de algún bar,
caminatas. Y siempre aparecía gente como de la nada. Decenas de jóvenes, de
mujeres, de chiquilines. Le pedían autógrafos, una foto, la dedicatoria de algún
libro. Lo abrazaban, lo besaban, lo estrujaban.
Una vez, en Madrid,
junto a los portones del Palacio de Linares, a él casi le arrancan la corbata y
a mí la cabeza. En Buenos Aires, en la Feria del Libro de 1997, no sabíamos cómo
hacer para sacarlo indemne de la sala donde acababa de dar una charla, pues
cientos de entusiastas lectores esperaban para darle un abrazo. "Deciles que soy
asmático", murmuraba entre bromas y veras.
Siempre establecía un estado
de gracia con la gente. Una comunión hecha de bondad y discreción. Una
fraternidad que nacía en su escritura y que terminaba por ser un abrazo cálido
que cada quien sentía como propio y único.
Se puede decir que Benedetti,
con su obra y su ternura, tan tímido él y a la vez tan decidido, abrazó a la
humanidad entera. Por eso sus libros son universales. Por la estatura humana de
quien los escribió. Así es que ahora Mario, el entrañable Mario, se instala en
la más humilde y eterna de las glorias, la del cariño agradecido de su pueblo.
* El autor es escritor y director de comunicaciones de la Intendencia Municipal de Montevideo.(FIN/2009)
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