Así puede sintetizarse “El Casamiento”, de Nicolás Gogol que se puso en escena el jueves festejando los 50 años del Teatro Estable. Una puesta magnífica. Dirección precisa. Escenografía impecable y elegantes actuaciones. Sábado y domingo nuevamente en escena. Comentario. Por Sebastián Ganzburg.
Opinión: Muy buena.
“El Casamiento” es la historia de Podkolesín (Ricardo Podazza), un solterón cercano a los 40 que no quiere casarse. Su entrometido amigo, Kochkarév (Oscar Zamora), intenta por todos lo medios que espose a Ágata (Lilian Mirkin), mujer de varios pretendientes. Ellos son: un oficial retirado con refinados gustos. Un agente fiscal, machista y autoritario. Un marino retirado, egocéntrico y poco seductor y un borracho mercader. Todos a los servicios de una casamentera.
Con este panorama se desarrolla una típica obra del teatro ruso del siglo XIX. Exceso de realismo y personajes detallados con precisión que dan cuenta de cómo era aquella sociedad, sin mayores críticas.
Estrenada hace 50 años fue la pieza fundacional del Teatro Estable. Por eso el volver a representarla. En aquellos años la puesta estuvo a cargo de Alberto Rodríguez Muñoz. Medio siglo después Norah Castaldo se puso al frente de la dirección, tratando de ser fiel a la primera.
Ricardo Salim, encargado del vestuario y escenografía hace gala de su enorme conocimiento teatral. Pulcritud, delicadeza y precisión son los adjetivos que le caben a semejante puesta. Al centro del escenario, el perfil de dos paredes de una casa lo dividen en dos. De un lado la casa de Podkolésin, un burgués, parásito social que no hace más que fumar y perder el tiempo. Al otro extremo, la casa de Ágata, la novia, una muchacha perteneciente a una nobleza venida a menos. Vive con si tía (Susana Santos).
En el tercer acto una grúa levanta las paredes para que se aprecie el interior de la vivienda. Insertándose otro escenario. El vestuario tampoco deja de ser menos que interesante.
Obra escrita en 1835 por Nicolás Gogol, padre del realismo ruso. En aquél entonces Nicolás I era el Zar ruso, un despiadado personaje que apeló a infinitos delitos de lesa humanidad para conservar un régimen político monárquico, obsoleto para aquellos años. Endeudó a su país que todavía seguía siendo feudal, contrario a lo que ocurría en varios países del resto de Europa. El proletariado ni siquiera se había instaurado en Rusia.
En este sentido la obra refleja, a través de los pretendientes, diversos aspectos de equella sociedad. Un agente fiscal (Andrés D’Andrea) portador de un machismo absoluto, solo busca el dinero, la dote de la novia, claro ejemplo de que la burguesía ya tenía un poder político importante y de a poco desplazaba a la aristocracia.
El oficial retirado (Marcos Acevedo), hombre delicado, amanerado, de gustos refinados pero cuyo nivel cultural deja mucho que desear, para casarse quiere que la novia hable el francés. Por su parte el marino retirado (Daniel Cabot), tiene un ego enorme pero escasa capacidad seductora, es algo torpe. Finalmente el mercader (Vicente Tejerina), de poca participación en la obra, es un borracho que va en desventaja con el resto. Todos son clientes de la casamentera (Alicia López Vera), una mujer similar a la Celestina.
De a poco la novia va descartando pretendientes, mientras se suceden escenas algo divertidas. El encargado de que Podkolésin sea el único novio, es su entrometido amigo. Personaje interpretado por Oscar Zamora. Sin ser el principal, pero debido a su memorable despliegue, logra que todas las miradas se depositen en él. Se come el escenario. De voz firme y clara, con movimientso precisos y de una naturalidad impecable. Aunque todos los actores hacen gala del enrome talento que los inunda.
En cuanto a la dirección de Norah Castaldo, nada para decir en su contra. Logró poner en escena una pieza del siglo XIX, con una estética netamente obsoleta y anacrónica. Sin embargo consiguió, con total rigor, imponerle brillo.
Los diálogo, en español neutro, una elección acertada teniendo en cuenta que la idea fue ser los más fiel a aquella primera representación.
El no detalle
Por ser una obra del siglo XIX creo que lo ideal hubiera sido que una voz en off o un cortometraje de no más de cinco minutos, antes de subirse el telón, contextualice al público dando un breve panorama de las ideas sociopolíticas de la época como también de la corriente estética en que se inserta la pieza, el realismo ruso.
Sebastián Ganzburg
Todos los derechos reservados Copyright 2007
Terminos y usos del sitio
Directorio Web de Argentina
Secciones
Portada del diario | Ediciones Anteriores | Deportes | Economia | Opinion|Policiales
Contactos
Publicidad en el diario | Redacción | Cartas al director| Staff