Ayer el presidente Fernando Lugo hizo su primera visita oficial al Brasil. Ex-arzobispo católico, Lugo, que nunca había militado en política partidaria, se incluye entre los cristianos identificados con la "opción preferencial por los pobres" y la Teología de la Liberación.
Por Frei Betto Verdadero nombre Carlos Alberto Libanio Christo; autor de "Calendario del Poder", entre otros libros. Teólogo brasilero de la liberación. Editado por la el portal Adital
A mediados de marzo, Leonardo Boff y yo participamos, en Asunción, en
la Mesa de Diálogo Interreligioso, promovida por el MERCOSUR, como
parte de la agenda de interlocución del organismo con la sociedad civil
de América del Sur. Boff intervino con el tema de la preservación
ambiental y a mí me tocó tratar de las relaciones entre Estado y
denominaciones religiosas.
Con seis millones de habitantes
(40% en la pobreza y 20% en la miseria), el Paraguay fue gobernado,
durante 61 años, por un único partido, el colorado, al cual pertenecía
el general (Alfredo) Stroessner, cuya dictadura duró 35 años
(1954-1989).
Con el fin del régimen autoritario, el Paraguay se
sumergió en la onda neoliberal que asoló a América del Sur (Fernando
Collor, Carlos Menen, Alberto Fujimori, etcétera), convirtiéndose en un
enclave de corrupción, contrabando y narcotráfico. A pesar de todo, en
las bases sociales hubo una reorganización de movimientos populares y
sindicales que, impulsados por las Comunidades Eclesiales de Base,
minaron progresivamente la hegemonía de los colorados y crearon las
condiciones políticas para la elección de Lugo.
La Alianza
Patriótica para el Cambio (APC), que respaldó la candidatura del actual
presidente, aglutinaba a diez partidos políticos y 20 movimientos
sociales articulados bajo la emblemática Tekojoja (expresión guaraní
-idioma hablado por el 87% de los paraguayos- que significa "vivir en
igualdad").
Hoy, Tekojoja se prepara para transformarse en
partido político, con el grave peligro de cooptar, para las estructuras
del estado, a los líderes populares, fragilizar el movimiento social y
no respetar su autonomía, a semejanza de lo que sucede en el Brasil con
las centrales sindicales, excesivamente identificadas con las
propuestas de partidos y gobiernos.
El PIB (producto interno
bruto) paraguayo anda por los 14.000 millones de dólares
estadounidenses y la inflación actual es del 10,3%. La propuesta
prioritaria del gobierno de Lugo es reducir la pobreza absoluta durante
los cinco años de su mandato, asegurando al país la soberanía
alimentaria y energética. Su mayor desafío es realizar las reformas
política y agraria y, de este modo, combatir dos grandes problemas: el
desempleo y la emigración juvenil. Se calcula que, solamente en el
Brasil, hay 500.000 paraguayos, que equivale a la población de la
región metropolitana de Asunción. Lugo quiere industrializar el país e
incentivar la construcción de viviendas.
El gran nudo en las
relaciones entre el Brasil y el Paraguay -que debe centralizar las
conversaciones entre Lugo y Lula- es la cuestión de la represa
hidroeléctrica de Itaipú. El país vecino es, proporcionalmente, el
mayor exportador de energía del mundo, pues absorbe apenas el 9,5% de
su cuota del 50% de la energía producida por la central binacional. El
excedente es vendido al Brasil. El Paraguay se queja de no obtener la
debida compensación anual por parte de nuestro país. Hoy esa
compensación es de aproximadamente u$s 300 millones/año. El país vecino
reivindica un aumento de u$s 500 millones/año.
El Tratado de
Itaipú fue firmado en 1973 por dos gobernantes dictatoriales:
Stroessner por el Paraguay y (Emilio Garrastazú) Médici por el Brasil.
Acordaron el aprovechamiento hidroeléctrico del Río Paraná, que baña
los dos países. Al año siguiente se constituyó la Binacional Itaipú y,
para la construcción de la hidroeléctrica, se estableció un capital de
u$s 100 millones proveniente, a partes iguales e intransferibles, de
las empresas Ande (paraguaya) y Eletrobrás. De hecho, la empresa
brasilera actuó como principal fuente de financiamiento y, hoy, embolsa
anualmente del Paraguay, como amortización de la deuda, u$s 2.000
millones. No es por casualidad que el PMDB (Partido del Movimiento
Democrático Brasilero) insista en mantener la empresa bajo su control.
Itaipú posee 12.600.000 kilowats de potencia. En el 2008
alcanzó el récord mundial de producción de energía: 94.684.681.000 de
kw/hora (suficiente para abastecer toda la Argentina).
La
energía de Itaipú es comprada por las empresas Ande (Paraguay), Furnas
y Eletrosul (Brasil). Por el Tratado, el Paraguay está obligado a ceder
al Brasil la energía excedente de su cuota del 50%, no al precio del
mercado, sino por "una compensación monetaria fijada por el Brasil",
equivalente a u$s 8 el megawatios hora (MWh). Así, el país vecino
subsidia la industria brasileña. Si el Paraguay pudiera vender ese
excedente a la Argentina, a Chile o a Uruguay -deficitarios en energía-
esos países pagarían de 35 a u$s 40 el MWh.
El Brasil,
debido a sus dimensiones demográficas y a su parque industrial también
sufre deficiencia, tanto que en el 2001 hubo un apagón. Basta recordar
que toda la energía que el Brasil capta de Itaipú corresponde a apenas
el 19% de sus necesidades.
En América Latina sólo al
Paraguay le sobra energía, hasta el punto de exportarla. Sucede que el
Tratado de Itaipú no le permite venderla en el libre mercado. Tampoco
puede el Paraguay exportar el excedente de la hidroeléctrica de
Yacyretá: el Brasil impide la construcción de una línea que conecte
Yacyretá con Itaipú.
Para desatar ese nudo hay en marcha una
negociación diplomática y otra política. En la diplomática, de seis
puntos pretendidos por el Paraguay, cuatro ya fueron aceptados por el
Brasil. La dificultad reside en permitir que el Paraguay promueva una
auditoría de la deuda con Eletrobrás y suba el valor de la energía
exportada.
Las negociaciones prosiguen de forma sigilosa y
todo indica que no serán sometidas a los parlamentos de ambos países,
donde hay resistencias a los cambios en las cláusulas del Tratado. Eso
significa que la solución al impasse, restringida a la esfera de los
poderes ejecutivos, será eminentemente política, o sea, para afirmarse
como líder del actual proceso de integración suramericana, el Brasil
tendrá que evitar cualquier tendencia imperialista y, al defender su
propia soberanía, reconocer los derechos de la nación paraguaya.
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