El ex presidente falleció anoche a los 82 años. Se encontraba recluido en su departamento de Recoleta desde que su estado de salud se debilitó a causa de un cáncer de pulmón, hace más de un año. La última aparición pública del histórico dirigente radical fue el 1 de octubre de 2008, cuando en un acto encabezado por Cristina se descubrió un busto suyo en la Casa Rosada.
Sus restos serán velados en el Congreso de la Nación.
Un símbolo del retorno a la democracia
Alfonsín nació el 12 de marzo de 1927. Su vida política comenzó cuando tenía 27 años y fue elegido concejal de Chascomús. También fue diputado provincial y nacional y ocupó distintos cargos en la UCR. Finalmente, en 1983 llegó a la Presidencia de una Argentina que dejaba atrás el período más oscuro de su historia.
Si algo caracterizó a Raúl Alfonsín a lo largo de toda su vida política
fue la firme convicción de que el radicalismo, al que ingresó a los 20
años cuando estudiaba abogacía, debía apostar siempre al poder más allá
de los conflictos internos partidarios y las discusiones de comité.
De
hecho, esta visión de que la UCR era un elemento esencial para el
sostenimiento de la democracia, lo llevó a exclamar en diciembre de
2001, en plena debacle del gobierno de la Alianza, "que no se rompa el
partido", según relatan dirigentes radicales.
Con esta premisa, ocupó su primer cargo público a los 27 años, al ser elegido concejal en su pueblo natal, Chascomús.
Fue
diputado provincial y diputado nacional, ocupó distintos cargos de la
dirigencia partidaria y llegó a la Presidencia de la Nación de la mano
de la recuperación democrática, en 1983.
Previamente, había sido
parte activa de la Multipartidaria que luchó por el fin de la
sangrienta última dictadura, tras largos años de ejercicio del
terrorismo de Estado.
A la presidencia de la Nación llegó luego
de una dura interna que le ganó al delarruismo en 1982 apoyándose en la
línea radical "Renovación y Cambio" que se opuso frontalmente al
balbinismo.
Alfonsín ya se había enfrentado a Ricardo Balbín en 1972 en una interna que perdió.
La
campaña electoral que finalmente le dio el triunfo derrotando al
justicialista Italo Luder, la basó en tres puntales que en ese momento
consideraba estratégicos: la denuncia de un presunto pacto
"militar-sindical"; la mención al Preámbulo de la Constitución Nacional
que recitaba al finalizar cada discurso de campaña y el ya legendario
"con la democracia se come, se educa y se cura".
Alfonsín le ganó a Luder con el 51,75 por ciento de los votos contra el 40,16.
Sin
duda, el juicio a la Junta de Comandantes, que recibieron cadena
perpetua, marcó su compromiso con la defensa de los derechos humanos
que ya había demostrado al convertirse en uno de los fundadores de la
Asamblea Permanente de los Derechos Humanos y ya como presidente el
impulso que le dio a la creación de la Conadep.
El juicio
comenzó en abril de 1985 y finalizó en diciembre de ese año, cuando
antes del veredicto el fiscal Julio Strassera pronunció el célebre
"Nunca Más".
Estos hechos no podrán ser borrados pese a las
Leyes de Punto Final, dictado en diciembre de 1986, y Obediencia debida
aprobada como consecuencia del levantamiento "carapintada" en Semana
Santa de 1987, ambas derogadas durante la gestión de Néstor Kirchner..
De
todas maneras, el líder radical mantuvo hasta el fin de sus días el
argumento de que esa decisión, aunque dolorosa, fue la que permitió
salvar la democracia.
Fueron justamente los levantamientos
militares, sumados a fallidos planes económicos, a las recurrentes
huelgas generales y, finalmente, una galopante hiperinflación, los que
horadaron el poder de Alfonsín y lo forzaron a abandonar su cargo cinco
meses antes del fin de su mandato.
También, en enero de 1989,
Alfonsín se enfrentó a la toma del cuartel de La Tablada por parte del
Movimiento Todos por la Patria que comandaba Enrique Gorriarán Merlo.
Alfonsín
siguió cosechando respeto y reconocimiento como líder democrático, lo
que lo colocó en un lugar de privilegio en la vida política argentina.
De
hecho, el 2 de julio pasado, el ex presidente fue declarado "Ciudadano
Ilustre" por la Legislatura bonaerense, que subrayó "su aporte
permanente a favor de la democracia, su defensa irrenunciable a la
lucha por los derechos humanos y su compromiso inclaudicable en pos de
un país mejor".
Quizás nadie mejor que él pudo resumir cómo lo
recordaría la historia: "Eso déjelo que lo conteste la historia, pero
nunca habrá nada de qué acusarme. Estoy con la conciencia tranquila",
le respondía Alfonsín a un periodista cinco años atrás.
Desde la
recuperación de la democracia, los caminos que fue transitando el
radicalismo estuvieron en buena medida guiados por sus pasos.
De
hecho, en 1993 selló el llamado "pacto de Olivos" con el entonces
mandatario Carlos Menem, lo que abrió las puertas a la Reforma
Constitucional de 1994, que a la vez habilitó la reelección
presidencial. "Lo hice para salvar la democracia", repitió una y otra
vez el líder radical.
Luego, fue uno de los impulsores de la
denominada Alianza (el entendimiento entre la UCR y el Frepaso) que en
1999 pondría fin a la gestión menemista y llevaría a la Casa Rosada a
Fernando de la Rúa, a quien acompañó desde la presidencia del partido.
Tras
el fracaso y la caída de este gobierno, Alfonsín, aun sin ser el
presidente del radicalismo, procuró pilotear la crisis partidaria.
Desde
ese rol, supo mantener un estrecho diálogo con el presidente de la
transición, Eduardo Duhalde, y luego con el presidente Néstor Kirchner.
La
presidenta Cristina Fernández de Kirchner lo visitó en su casa en los
últimos días de vida, y allí conversó con el ex presidente sobre
diversos aspectos de la política.
"Siempre es grato conversar con Alfonsín", dijo en forma al retirarse de su domicilio.
Esta
vez, la salud a Alfonsín le jugó una mala pasada. Sin embargo, su
fortaleza física ya había quedado demostrada hacía nueve años, cuando
milagrosamente logró sobrevivir de un grave accidente automovilístico
que lo mantuvo internado y con su vida en jaque durante casi cuarenta
días.
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