Según el ensayista Donald Spoto, quien publicó una biografía sobre el legendario autor y director de cine, “si viviera hoy en día, sería denunciado por acoso sexual”. “Sentía por ellas una extraña mezcla de adoración y desprecio", sentenció.
Alfred Hitchcock sentía por las mujeres "una extraña mezcla de adoración y desprecio" según el ensayista norteamericano Donald Spoto, quien tras publicar una completa biografía sobre el realizador de "Vértigo" dedica una nueva obra, "Las damas de Hitchcock", a describir sus problemáticas relaciones con las actrices de sus films.
"Si Hitchcock viviera hoy en día sería denunciado por acoso sexual".
Esta es sólo una de las tantas y contundentes afirmaciones que Spoto
realiza hace en "Las damas de Hitchcock", un repaso a la obra del
director a través de actrices como Grace Kelly o Tippi Hedren, por las
que profesó una mezcla de amor compulsivo y desprecio.
Según
revela Spoto, la afirmación se hizo realidad con muchas de sus
actrices, que durante los rodajes tuvieron que soportar la inclinación
del realizador por el humor obsceno y la ironía hiriente, en el mejor
de los casos, y el maltrato físico y psicológico unido al acoso sexual
sin atenuantes.
Para el biógrafo, el cineasta no fue mago ni un
genio, ni un dios como tantas veces se lo quiso etiquetar, aunque no le
niega atributos.
"Tenía genio, genio de mal carácter, pero fue
un maestro, con la cámara y, sobre todo, con provocar en mil inventos,
la mueca o la cara de espanto que necesitaba de una actriz o actor. No
solamente las provocaba, sino que las humillaba, más a las actrices que
a los actores", sostiene en su obra.
El eje de la acción en "Las
damas de Hitchcock" -editado en la Argentina por el sello Lumen- es el
comportamiento del maestro para con sus colaboradores, su frustrada
pasión por varias de las protagonistas femeninas de sus películas y su
lastimosa lucha contra la obesidad.
"Hitchcock se encontraba a
gusto con gays, lesbianas y bisexuales -testimonia el biógrafo-. Se
casó, para cuidar las apariencias con Alma Reville, una mujer menuda y
de cabellos castaño rojizos. Una mujer inteligentísima, guionista y
consejera de todas sus películas. Alma era su consejera, su cocinera,
ama de llaves pero entre ellos no había pasión".
Spoto asegura
que "el matrimonio pasó un año sin ser consumado; sin embargo, tuvo que
producirse, al menos, una relación sexual porque de ella nació en 1928,
en Londres, la única hija de la pareja". Patricia Hitchcock, heredera
de su fortuna y actriz en tres películas de su progenitor: "Pánico en
la escena", "Extraños en un tren" y "Psicosis".
La obra pretende
ser un homenaje a las mujeres que contribuyeron a los éxitos -y algunos
fracasos- de Hitchcock, a través de un examen cronológico de sus
interpretaciones, desde las primeras encuadradas en el cine mudo
británico hasta las que se filmaron bajo el auspicio de Hollywood.
Pero
además el autor indaga en la obsesión del cineasta por las "rubias
nórdicas" y se detiene a estudiar los cameos del realizador en sus
cintas, la relación de éste con guionistas y productores y el papel que
jugaba su mujer Alma, "la que llevaba la batuta en aquella relación",
según las palabras de la hija de la pareja recogidas en el libro.
Una
de las más castigadas por la "tiranía" del director de cine fue
Madeleine Carrol, quien durante el rodaje de "Los 39 escalones" pasó
casi todo el tiempo esposada al brazo de Robert Donat por capricho de
Hithcock.
Otra de las humillaciones que padeció la joven Carrol
en la misma película fue la ocurrencia del realizador de desabrocharse
la bragueta delante de ella. No conforme con el gesto, decidió
inmortalizarlo en complicidad con el camarógrafo.
Otro episodio
que recuerda Spoto -autor también de "El arte de Alfred Hitchcock" y
"Alfred Hitchcock: la cara oculta del genio"- es que durante el rodaje
de "Rebeca", Hitchcock hizo que Joan Fontaine repitiera varias veces la
misma escena.
No contento con la expresión que exigía el guión,
se levantó de su silla y la abofeteó hasta hacerla llorar para a
continuación exclamar: "Corten, perfecto. Toma perfecta".
Distinto
trato recibió la sueca Ingrid Bergman: el director la mimó y, pese a su
inclinación gay, se enamoró de ella a tal punto que reescribió un
diálogo sobre el guión del film "Recuerda".
Su prototipo de
rubia soñada fue Grace Kelly, que también rodó tres películas a sus
órdenes: "Crimen perfecto", "La ventana indiscreta" y "Para atrapar al
ladrón". "Hitchcock estaba obsesionado conmigo, y yo empecé a sentirme
muy incómoda", llegó a confesar la actriz.
Spoto llama la
atención en este nuevo libro sobre la escasa frecuencia con la que el
realizador habló de sus actores -y aún menos favorablemente- a lo largo
de su prolífica carrera en la que realizó 53 filmes. "Los actores son
ganado", repitió en más de una ocasión Hitchcock, a veces incluso con
variantes: "Nunca dije que los actores fueran ganado. Lo que dije es
que hay que tratarlos como a ganado".
La actriz Tippi Hedren, a
la que el director lanzó al estrellato gracias a "Los pájaros", fue
quizá quien acusó más "el sádico comportamiento" del realizador, que no
dudó en someterla al ataque real de las temibles aves o exigirle que
"estuviera sexualmente disponible para él donde y siempre que él
quisiera", recuerda la actriz en un fragmento recogido en el libro.
También
lo padeció Janet Leigh, obligada a rodar desnuda la antológica
secuencia de la ducha en "Psicosis": "Yo adoraba a Hitchcock, pero la
verdad es que tenía una mente retorcida", confesó ella con el tiempo.
En
"Vértigo", Hitchcock quiso transformar a Kim Novak en su ideal
femenino, pero la trató despreciativamente durante el rodaje. Con quien
no pudo fue con Marlene Dietrich, que en la filmación de "Pánico en la
escena" sólo se dejaba guiar por un varón: su astrólogo.
El
realizador dijo luego de ella: "Marlene no movió un dedo en el rodaje
sin consultarlo antes con su astrólogo; tendrían que haberlo puesto en
los títulos de crédito".
"Las damas de Hitchcock" muestra a un
director "brillante" y, al mismo tiempo, un hombre "desdichado,
solitario, lleno de desprecio hacia sí mismo" que plasmó sus carencias
e inseguridades en obras que ya forman parte de la historia del cine.
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