La semana pasada en Asunción del Paraguay se desarrolló el encuentro del “MERCOSUR religioso”, convocado por el presidente de ese país, titular pro tempore del Mercado Común del Sur y ex obispo católico. El encuentro cerraba perfectamente en el marco de llevar el pacto regional a la totalidad del quehacer social superando lo estrictamente económico.
Así es que era inevitable que MERCOSUR Noticias se ocupase del tema. Por lo tanto había que buscar, leer y editar la información pertinente. En las publicaciones aparecía la ecumenicidad de la convocatoria del presidente Fernando Armindo Lugo: cristianos de todo tipo, judíos, musulmanes, creencias aborígenes y todo lo que se pueda ocurrir.
Entre este último rubro, en alguna publicación –porque no aparecían en
todas- leo sobre la participación de los baha’i. Lo más probable es que
para la mayoría ello haya pasado inadvertido y hasta alguien puede
haber pensado, si le prestó alguna atención, que se trataba de alguna
creencia americana supersite de la barbarie colonialista.
No
es así. Al leerlo, rápidamente me acordé de algunas. Una de ellas, un
tanto imprecisa, sobre algo que debí escribir en Télam en los años 70,
antes de ser cesanteado por el Proceso, sobre la visita de algún
dignatario baha’i que luego seguía viaje a Asunción del Paraguay donde
había una comunidad de cierta importancia.
No mucho tiempo
después, ya echado de Télam, en septiembre de 1976, trabajando también
para el matutino “ La Opinión ” que dirigía Jacobo Timerman, fui
enviado a Israel donde estuve aproximadamente un mes. Y la mayor parte
de ese tiempo estuve radicado en la ciudad de Haifa, a orillas del Mar
Mediterráneo, puerto clave del Oriente Próximo.
Aunque me
alojaba en el “Zion Hotel”, en el centro de la ciudad, pasaba mucho
tiempo en el hotel “Dan Carmel”, en la cima del Monte Carmelo, el mismo
en cuyas laderas está el famoso convento de las Carmelitas Descalzas y
por cuyas entrañas corre un pintoresco subterráneo, el “Carmelit” una
obra ingenieril de la cual, parafraseando el romance de Amenábar cuando
habla de la huerta del castillo de Generalife, “par no tenía”.
Mirando
hacia abajo, siempre sobre la ladera del Carmelo, se veía un edificio
de una gran belleza, con aspecto de mezquita musulmana. Pensaba que se
trataba de una construcción que había pertenecido a los tiempos en que
por esa zona reinaba el Islam para el culto de Alá predicado por Mahoma
en la región catorce siglos antes.
Rachel, una bella joven
judía que cumplía funciones en el “Dan Carmel” donde estaba asignada a
trabajar en unos juegos olímpicos de ajedrez, me desasnó. No era una
mezquita musulmana sino baha’i y que en la región había una cantidad de
practicantes de ese culto, con el agregado de que solía llegar otra
buena cantidad de iraníes a visitarla. Así que hice mi caminata de unos
400 metros y la visité.
“Labrados a maravilla”, dijo
Amenábar al rey, cuando habla de los Alijares. Así son sus jardines e
impactante la belleza interior del edificio en el que se siguen
rigurosamente las reglas de la simetría donde todo está cubierto por
pétalos de flores. Fue así que me interesé en esta suerte de religión
filosófica o de filosofía religiosa de la que apenas, poco antes, había
tenido noticias.
¿Cuáles son sus principios, llamémosle
sociales?: la igualdad del hombre y la mujer; la armonía de la ciencia
y la religión como dos sistemas de conocimiento complementarios que
deben trabajar juntos para contribuir al bienestar y progreso de la
humanidad; el abandono de todo prejuicio; el establecimiento de una
mancomunidad mundial de naciones; el reconocimiento del origen común y
la unidad de propósito fundamental de todas las religiones; las
soluciones espirituales a los problemas económicos y la eliminación de
obstáculos y restricciones al comercio; la eliminación de los extremos
de pobreza y riqueza; y la adopción de un idioma auxiliar mundial, un
alfabeto mundial y un sistema universal de moneda y de pesas y medidas.
Más allá de estas cuestiones filosóficas, casi indiscutibles,
tienen sus creencias religiosas específicas como que el propósito de la
vida consiste en conocer y adorar a Dios, adquirir virtudes, promover
la unidad de la humanidad y una civilización en constante progreso; que
la humanidad fue creada por un solo Dios y los hombres pertenecen a una
sola raza; que el trabajo realizado con espíritu de servicio es
considerado un acto de adoración; y que Dios ha destinado para el alma,
que es creada en el momento de la concepción, la vida después de la
muerte, donde seguirá progresando hasta lograr la presencia de Dios.
Para
lograr ello practican la oración diaria y la comunión con Dios;
exaltados principios morales, entre ellos la honradez, la castidad y la
honestidad; la búsqueda independiente de la verdad; una vida dedicada
al servicio de la humanidad; la confraternidad con los seguidores de
toda religión; el rechazo del materialismo excesivo, a la afiliación a
partidos políticos, a la murmuración, el alcohol, las sustancias
adictivas y los juegos de azar.
Los baha’i carecen de clero
y se administran por consejo locales, nacionales e internacionales
elegidos por la comunidad. Son monoteístas y tienen normas y
calendarios. Según afirman, aunque muy minoritarios, son la religión
más extendida en cuanto a numero de países del planeta en que se
encuentra organizada después del cristianismo, 192. Virtualmente está
en toda América Latina y tiene su centro en Santiago de Chile para
Suramérica y en la ciudad de Panamá para Centroamérica. Además hay
fieles en muchos otros países sin estructura formal. Se dice que son
más de 30 millones.
Su historia es breve, como que esta fe
fue anunciada el 23 de mayo de 1844, lo que la hace la más joven entre
todas las religiones. Su profeta fue un joven comerciante persa de 25
años llamado Siyyid Ali Muhammad, procedente de Shiraz, la patria del
vino al que cantó en sus "Rubayatas" el matemático Omar Khayyam, el
mismo que descubrió el método para descifrar la raíz cuadrada.
Se
autotituló Bab, la puerta, como Jano entre los romanos. Era el
mensajero al que seguiría otro mensajero aún mayor. Su prédica se
expandió rápidamente por lo que el clero chiita impulsó su represión.
Se dice que la matanza llegó a unos 20.000 baha’i. El Bab fue
encarcelado y ejecutado el 9 de julio de 1850 en Tabriz. Uno de sus
seguidores, Bahá'u'lláh, asumió la conducción reconocido como el
heredero del Bab. En 1852 fue apresado y desterrado a Bagdad, entonces
parte del Imperio Otomano.
Tuvo una vida de elucubraciones y
escritos religiosos y filosóficos, enmarcada en persecuciones y
prisiones, en tanto sus seguidores crecían por el mundo, especialmente
en Persia. Fue, junto con Mahoma, el único profeta que dejó escritos.
Falleció el 29 de mayo de 1892, precisamente, en Haifa, en esa finca
sobre la ladera del Monte Carmelo, por lo que esa mezquita que visité
es el principal centro de los baha’i, ya que allí reposan sus restos.
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