Ni santos ni matadores podrán jugar peor que el sábado pasado en la Ciudadela. No fue por el calor, ni el horario, ni los apuros por sumar. Fue porque eso que mostraron es todo lo que tienen. Lapidaria definición de un “ciruja”, que , según el, lleva 40 años siguiendo a San Martín.
Desde el comienzo del partido los 22 que ingresaron a la cancha, mostraron como serían los 90 minutos de juego. Mucha cautela.
Una camiseta enorme con los colores de Tigre, fue desplegada en la tribuna donde estaban unos cuantos hinchas de los “Matadores de Victoria”. Ausentes con aviso dos notables, Sergio Massa y Jorge “Hiena” Barrios. “Desde que se hizo cargo del ministerio, andamos mal, ojalá Cristina lo corra”, se escuchó decir a unos de los que llegó al estadio para hacer fuerza . “Miralo a Trapito, si se acerca lo cago ”, decía otro mientras insultaba a Daniel Vega.
En la popu de los “santos” tucumanos el clamor era otro “esta tarde cueste lo que cueste tenemos que ganar”.La verdad que debe ser caro porqué apenas pudieron empatar.
“Che avisale a Roldán que estamos con uno menos, La Paglia no entró todavía”, grito un treintón que se cansó de insultar al “Leche”. “ Es hermoso, se parece a Echarri”, aullaban dos hermosas cirujas, enfundadas en camisetas rojiblanca, mientras le tiraban besos a Lázzaro, cada vez que se acercaba por ese lateral. “No a mi me gusta el arquero”, decía la cuarentona que estaba con ellas.
A medida que pasaban los minutos , cada vez tenían más “chichones” en la cabeza los centrales de Tigre , de tanto rechazar los centros al área en busca del contador Vega. Hasta los 20 minutos, en un partido aburrido, pesado como la humedad que había, un envío de Perugini al área se le coló a Islas. Ni el autor del gol creía lo que pasó, explotó la “popu”, y comenzaron a acordarse de los primos del barrio norte, de la capi tucumana.
No pasó mucho hasta que un jugador visitante, con cara de chino trucho (según los hinchas), embocó en el arco de una lenta “Anguila”, que quedó enredada en el poste derecho del arco. Enmudeció el barrio la Ciudadela, y todos comenzaron a recordar a la madre de La Paglia (el estuvo en la cancha, la madre no), de Gutiérrez y del referí que no había cobrado un claro penal cometido a Vega.
En el entretiempo aumentaron los helados (en palitos) y el vaso de gaseosa. La crisis económica se apoderó de los vendedores , que al final del partido hacían promociones y bajaron los precios.
En el segundo tiempo, la cara de Roldán era igual a la de los miles de hinchas santos que estaban en el estadio. “Caracúlica”, todas . Pero se pusieron peor, (si algo que supere ese gesto) cuando el chino trucho volvió a acertar , esta vez con un cabezazo, mientras el Anguila seguía siesteando, según algunos antiguos hinchas.
Desde ahí hasta cerca del final, ni el aroma de los choris, que invadía la tribuna distrajo a los cirujas que hacían distintas promesas para que San Martín no pierda. “Te juro hermano que si empatamos le llevo 2 kilos de “helao” a mi mujer”, “si no perdemos de aquí me voy a la tumba de la Difuntita y el Gauchito, ahí en la Roca, y les prendo velas”, “ si no perdemos me vuelvo a gamba a la casa, y vivo en Villa Carmela”, esas y muchas comenzaron a escucharse.
Cuando ya finalizaba el partido y en medio de una maraña de piernas, Quinteros , dentro del área , recibió la pelota y la mandó al fondo del arco de Islas. Explosión, llantos, gritos y delirio de todos aquellos que una vez más pintan de color y alegría la cancha.
DAV.
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