Durante casi 20 años fue conocido como comandante Fausto. Era uno de los líderes de la guerrilla venezolana asentada en el estado de Falcón. De extracción comunista, Alí Rodríguez Araque (1937) se levantó en armas durante los años 60 contra el llamado Pacto de Punto Fijo, que sirvió para repartir el pastel político, y todo lo demás, entre los socialdemócratas de Acción Democrática (AD) y los socialcristianos de Copei.
Por Josefina Zaldúa, desde Caracas, Venezuela. Editada por el diario, "La Jornada" de la Ciudad de México.
Se reintegró a la política sin fusiles en 1980, pero escuchándolo, da
la impresión de que continúa en la selva. Mirada escrutadora,
desconfiada; mide sus palabras, tal vez porque hoy está, junto con su
presidente Hugo Chávez, en el centro de las diatribas opositoras. Es
ministro de Economía y Finanzas, y sus adversarios no lo bajan de
ignorante, de diletante. No mueve un músculo de su enjuto rostro cuando
el reportero le dice lo que afirman de él.
–¿Habrá ahora, después del referendo constitucional del domingo, un acuerdo nacional para rebajar el encono político?
–Para
bailar tango hacen falta dos, y sólo veo uno. El problema que tenemos
en el gobierno es que no vemos interlocutor en el bloque de oposición.
Es verdad que cinco millones de venezolanos en edad de votar optaron
por el no, pero no tenemos con quién hablar. Ese vacío de liderazgo
político en la oposición ha sido llenado por algunos medios de
comunicación, y hablo de televisión, radio y prensa escrita, que están
en manos privadas y controlan casi 90 por ciento de los medios
informativos nacionales. Ellos son la cabeza visible de la política de
desestabilización que quieren imponer en el país.
–¿Entonces hay que descartar toda posibilidad de diálogo?
–No
hay que descartar nada, o casi nada, cuando se habla de política, pero
nuestro gobierno tiene un compromiso con el pueblo y lo va a cumplir. A
partir del mutuo respeto, y eso es fundamental, nosotros estamos
dispuestos a conversar con todos. El problema es que desde la oposición
todavía no han propuesto una línea alternativa a cualquiera de nuestras
políticas, a lo que nosotros hacemos. No dejan de criticar cada paso
que damos. Según ellos todo lo hacemos mal. Y esa actitud muestra una
nula disposición al diálogo. Es verdad que una parte de la oposición
muestra un talante más democrático, pero los que mandan, con los medios
a la cabeza, son los sectores golpistas. Así no es posible dialogar.
–A
tenor de sus palabras, ¿qué futuro le espera a las televisoras y las
radios que, según ustedes, encabezan a la oposición golpista?
–Si
usted me pregunta eso pensando en la no ampliación de la concesión a
Radio Caracas Televisión, le tengo que decir que no hay que aventurar
nada en esta materia. Sí, debo reconocer que a nuestro gobierno le
gustaría un poco más de imparcialidad a la hora de abordar la crítica.
Y no estoy hablando de objetividad, hablo de imparcialidad. Lo que está
mal es que el dueño de la televisora Globovisión haya organizado la
reunión, en Puerto Rico, entre la oposición venezolana y el Partido
Demócrata Cristiano de Chile. Y sabemos que ahí los chilenos les
dijeron cómo fue que los medios de prensa y los empresarios de ese país
jugaron para derrocar al presidente Salvador Allende.
No creo que
ese sea el papel de los medios de comunicación, y tampoco me parece que
los medios de comunicación tengan como fin último emponzoñar la
convivencia. Lo único que pedimos es más responsabilidad. Entre la
gente hay un evidente clima de fatiga, de falta de confianza por la
actitud de esos medios.
Alí Rodríguez, cuentan sus allegados,
gustaba decir cuando estaba levantado en armas contra los cogollos
(cúpulas) políticos (AD y Copei) que el objetivo de la guerrilla era
dejar sus caballos a las puertas del Palacio de Miraflores. No llegó a
dejar ningún caballo. Al palacio presidencial llega en un carro nada
lujoso y nulamente blindado. Tratándolo da la impresión de ser un
guerrillero veterano enfundado en traje de civil y pertrechado tras una
pared de datos económicos y financieros.
–Cuando ustedes hablan de implantar en Venezuela el socialismo del siglo XX1, ¿de qué están hablando?
–Cada
época ha tenido sus valores dominantes. Si para el capitalismo hoy en
crisis el valor central era la ganancia sin importar a qué costo y a
costa de quién, en el socialismo que nosotros vemos para Venezuela el
valor supremo es el trabajo, es todo un sistema social más justo,
basado fundamentalmente en las relaciones humanas. No estamos pensando
en nacionalizar por nacionalizar. Hablamos de establecer, y lo estamos
haciendo poco a poco, porque no es fácil, unas reglas de juego más
equilibradas de tal modo que toda la sociedad sea beneficiada por la
riqueza que genera el país.
–¿Y eso cómo se hace?
–Desde la
década de los años 70, ya con con boom petrolero alcanzó su máxima
expresión, el estado venezolano gozó de un caudal de ingresos que no
fue capaz de manejar con inteligencia, con sensibilidad. Por eso la
situación de Venezuela, país rentista por excelencia, es tan atípica.
Aquí el empresariado fue formado y alimentado por los diferentes
gobiernos de AD y Copei. Ha sido una suerte de ley histórica. El
capitalismo venezolano es un capitalismo rentístico. El reto es pasar
de ese estado de cosas a una economía que tenga como principio rector
el valor del trabajo. Ahí está el eje de lo que llamamos ‘socialismo
del siglo XXI’. Tenemos la obligación de desplegar y potenciar nuevas
fuerzas productivas a fin de neutralizar la excesiva concentración
poblacional en los grandes centros urbanos porque, y es algo
preocupante, 93 por ciento de la población vive en las zonas urbanas.
La gente vive mayoritariamente en el norte del país pese a que la mayor
parte del agua está en el sur. Tenemos que revertir la tendencia.
Venezuela importa 40 por ciento de los alimentos que consume, que es
mucho, y tampoco estamos mejor en otros sectores. Necesitamos
restructurar el andamiaje, necesitamos un nuevo sistema financiero,
tenemos que canalizar los excedentes para la construcción de viviendas
dignas, a la productividad. Es urgente, también, invertir mucho más en
ciencia y tecnología. No se puede hablar de socialismo sin que por
medio haya una revolución cultural, un cambio de valores en la
sociedad. Ahí está el reto.
–¿Qué están haciendo frente a la crisis mundial?
–No estamos mal parados y estamos seguros de que este año no habrá apretones, aunque los recortes en el gasto público ya se están analizando. Pero la reducción del gasto público en ningún caso afectará los planes de desarrollo productivo. Ahora no estamos mal pero todo dependerá de la duración de la crisis económica. Nuestra ventaja es que ahora mismo disponemos de 52 mil millones de dólares en el Fondo Nacional de Desarrollo, y todo ese dinero es para inversión productiva. Tenemos la urgente tarea de satisfacer el mercado interno.
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