María frecuenta el Parque Las Heras, ese inmenso solario abierto sobre las ruinas de la antigua Penitenciaría Nacional. Allí lee, escribe, convoca a sus "fantasmas".
Editorial: Alfaguara. Páginas: 264. $39.
María frecuenta el Parque Las Heras, ese inmenso solario abierto sobre las ruinas de la antigua Penitenciaría Nacional. Allí lee, escribe, convoca a sus "fantasmas".
Y como "las anomalías suelen atraerse", poco a poco va entrelazando su vida con las de otros visitantes habituales o pasajeros, "personas desplazadas", seres a la vez laterales y arquetípicos de un país en crisis y de "un siglo atroz que todavía no terminó".
En Fantasmas en el parque, mezcla originalísima de novela y autobiografía, María Elena Walsh evoca lugares que ha visitado, personas que ha conocido, libros leídos; convoca amores, amigos y maestros; conjura terrores y pesadillas; confiesa sueños y secretos, celebra la belleza. Y lo hace con su espíritu inconfundible y entrañable: lúcido, contestatario, irónico, pleno de una recóndita ternura y una honestidad brutal.
Fresco desprejuiciado de estos últimos años, Fantasmas en el parque es también una fascinante, conmovedora exploración de nuestro pasado, desde el punto de vista de una de sus artistas más cabales y populares.
La autora
María Elena Walsh nació el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, suburbio de la ciudad de Buenos Aires. Caserón grande, con patios y gallinero, un pomerania negro, rosales, gatos, limoneros y naranjos y una higuera muy cómoda sobre cuyas ramas la hija rubia y pecosa de «un inglés del ferrocarril» leía durante la siesta de los mayores Los Tres Mosqueteros, Robinson Crusoe y La Cabaña del Tío Tom. Antes de finalizar sus estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes, a los diesisiete años, escribió su primer libro: Otoño Imperdonable, libro de poemas que mereciera el segundo premio Municipal de Poesía. Ya antes, en 1945, había publicado sus primeros versos en la legendaria revista El Hogar y en el suplemento literario de La Nación.
En 1948, viajó a los Estados Unidos invitada por Juan Ramón Jiménez. En 1952 partió hacia Europa, radicándose en París durante cuatro años. Allí, con Leda Valladares, formó un dúo que se dedicó a difundir el folclore argentino, recibiendo premios y el aplauso del público. Es en esa época también que comienza a escribir versos para niños.
Desde 1959 escribe guiones para TV, obras de teatro, canciones para niños. Las canciones de sus obras de teatro (Canciones para mirar, Doña Disparate y Bambuco, etc.), la letra y la música de sus canciones son cantadas por millares de niños en la Argentina, generación tras generación, quienes participan del mundo de fantasía e ingenio que les propone María Elena Walsh.
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