La evaluación del riego de enfermedad cardiovascular en mujeres en transición a la menopausia debería incluir el análisis del nivel de andrógenos, sugiere un estudio publicado por especialistas argentinos en la revista internacional Climacteric. Los especialistas enfatizan también la necesidad de considerar a la obesidad abdominal como uno de los factores determinantes de riesgo.
Por Luciana Dalmaso- de la Agencia CyTA-Instituto Leloir.
“El incremento de los andrógenos, que se correlaciona con la obesidad abdominal, la insulino-resistencia (IR) y el perfil lipídico alterado, se hace evidente desde la transición menopáusica (período que en promedio dura 4 años) y debe incluirse en la evaluación del riesgo de enfermedad cardiovascular, considerando a la obesidad abdominal como una de los principales determinantes de riesgo”.
Así lo describió un equipo de investigadores argentinos del Departamento de Bioquímica Clínica de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA y de la División de Ginecología del Hospital de Clínicas de Buenos Aires, cuyo trabajo fue publicado recientemente en la revista Climacteric, y es la continuación de dos estudios anteriores realizados en 2004 y 2006.
Para los especialistas, en las mujeres en transición menopáusica y postmenopáusicas se observa un aumento relativo de andrógenos (hormonas sexuales masculinas, que también se encuentran normalmente en bajas concentraciones en las mujeres), debido a que el descenso de estrógenos en esa etapa de la vida es mucho más marcado que el de los andrógenos, testosterona y androstenodiona.
Paralelamente, indica el estudio, se produce un incremento de la insulino resistencia (una alteración que aumenta los niveles de glucosa en sangre) que se correlaciona con este aumento androgénico relativo y favorece a su vez el aumento de peso en aquellas partes del cuerpo que fisiológicamente caracterizan al organismo masculino: alrededor de la cintura, del estómago y el abdomen.
“Este incremento gradual de la androgenicidad podría estar implicado, desde estadíos tempranos de la transición menopáusica, en el desarrollo de la resistencia a la insulina, con las consecuencias para la salud que esto implica para la mujer en esa etapa de la vida”, explica la doctora Viviana Mesch, especialista en bioquímica endocrinológica y una de las autoras del trabajo.
Según los estudios realizados, las mujeres en transición menopáusica presentaron valores de insulina y de los diferentes índices de IR similares a los hallados en mujeres postmenopáusicas. El índice de andrógenos libres (FAI), por su parte, mostró diferencias significativas entre los grupos, siendo sus valores más altos a medida que se acercaban a la menopausia.
En tal sentido, la ginecóloga Alejandra Belardo aclara que los andrógenos disminuyen a lo largo de la vida de la mujer, independientemente de que uno esté o no en la menopausia. “Lo que pasa que cuando se comienza a transitar la menopausia los andrógenos adquieren protagonismo frente a la fuerte caída de los estrógenos”, expresa la especialista en endocrinología ginecológica y climaterio del Hospital Italiano.
En la edad fértil, los andrógenos se producen en la glándula suprarrenal y en los ovarios. Una vez en la sangre son transportados por proteínas y únicamente la fracción que no se une a éstas (fracción libre) es la que tiene efecto biológico. “Una de sus funciones principales en la mujer es la de servir como fuente de estrógenos, que se forman en el ovario mismo y también en otros tejidos como el adiposo, la piel, el hueso y el cerebro. En la mujeres posmenopáusicas la mayor fuente de andrógenos sería la glándula adrenal, aunque el ovario mantenga cierta capacidad de producción de estas hormonas”, explica Mesch.
Síndrome metabólico y obesidad abdominal
Los investigadores observaron que los cambios hormonales de la transición menopáusica dan como resultado una mayor prevalencia de síndrome metabólico, situación clínica peligrosa que combina obesidad central, hipertensión arterial, niveles altos de triglicéridos y bajos de HDL–colesterol (“colesterol bueno”) y resistencia a la insulina.
“La prevalencia del síndrome metabólico aumenta desde los primeros estadíos de la transición menopáusica y se asocia con todos los indicadores de IR, el perfil lipídico alterado (disminución del HDL-colesterol y aumento de los triglicéridos) y fundamentalmente con la obesidad abdominal”, explica la doctora Mesch. Sin embargo, aclara: “Es bastante difícil establecer qué variable es responsable de otra. Según nuestro análisis, la obesidad abdominal es el factor principal, que determina todos estos cambios”.
La forma en que se distribuye la adiposidad del cuerpo, depende de factores hormonales y genéticos; las formas más comunes de distribución de la grasa, son la androide (conocida como forma de manzana) y la ginoide (forma de pera). La primera se determina con la circunferencia de la cintura y es la que más riesgos presenta para la salud del paciente, ya que se asocia con enfermedades cardiovasculares y crónicas.
En este sentido la doctora Belardo explica que “en las mujeres, tras la menopausia, la distribución de la grasa es principalmente de tipo androide, siendo ésta las más peligrosa por el riesgo cardiovascular que conlleva, ya que las personas con obesidad abdominal tienen más probabilidades de padecer además diabetes tipo 2, hipertensión arterial o enfermedades cardiovasculares”.
El trabajo publicado en Climacteric, revista de la Sociedad Internacional de Menopausia, fue realizado por los especialistas argentinos Mesch, Siseles, Maidana, Boero, Sayegh, Prada, Royer, Schreier, Benencia y Berg.
La importancia de la prevención
Mejorar los hábitos de vida parece ser más que nunca la clave en la menopausia. Las especialistas consultadas por Agencia CYTA coinciden en la necesidad de mantener una dieta sana (baja en grasas e hidratos de carbono), realizar actividad física y respetar las horas de sueño. “Una disminución de peso del 5 al 10 por ciento en un año, por ejemplo, es un avance importante para mejorar el cuadro metabólico”, afirma la doctora Mesch.
Por su parte, la doctora Belardo advierte: “Una vez que se desencadena una diabetes no hay vuelta atrás, en cambio si detectás una paciente con insulino resistencia podés trabajar sobre medidas de prevención y revertir el cuadro para no desencadenar una diabetes que será para toda la vida”.
Para Belardo, es necesario demostrarle objetivamente a la paciente lo que está sucediendo en su organismo. “Desde los primeros controles durante el climaterio hay que empezar a medir la circunferencia de la cintura, pesar y testear antecedentes”. Y aclara: “Es fundamental transmitir pautas de conducta, educar y aconsejar a la mujer con hábitos de vida saludables, que son sin duda esenciales en este período de la vida para afrontar los cambios hormonales y metabólicos que se suceden”.
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