Radiografía de un sector preso al consumo. Cuando la pobreza aumenta y las políticas sociales escasean, las oportunidades se esfuman. Estos resultados castigan a miles de víctimas que solo encuentran refugio en el peor lugar: el paco.
Por Taiana González | Desde la Redacción de APM
Llegó fin de año y el momento de hacer balances. Este 2008 se despide dejando en escena una profunda crisis, problemas sociales irresueltos y una enorme lista de injusticias -que como ya es costumbre- parecen no tener solución.
Una vez más el año se va y queda un tendal de reclamos en la nada, y los responsables de terminar con tanta inequidad, seguramente están planeando vacaciones paradisíacas o por lo menos impensadas para el resto de los mortales.
El 2008 se va dejando un panorama poco
claro, en el que la pobreza y la desigualdad se han vuelto palabras cotidianas
(más que palabras representan una realidad evidente). Cada día más persona
se ven afectadas, poniéndose en riesgo, inevitablemente, el futuro del país.
Los adolescentes y niños de Argentina son las principales víctimas de
políticas de Estado, que en lugar de contenerlos, educarlos y brindarles una
vida sana y placentera, se han encargado de destrozarle la infancia y echarlos a
la calle tratando de conseguir un hogar. Vaya paradoja.
Pero esta oscura
situación que están viviendo los niños y adolescentes, no es nueva. Es
producto de años y de un sin fin de gobiernos que se han preocupado muy poco en
ellos, y que han olvidado que sin una infancia sana y educada, difícilmente haya
un país prospero.
A diario la pobreza pega con más y más fuerza. Esos
golpes secos y duros se hacen sentir en una sociedad vulnerable y presa del
abandono. En estos doce meses que han pasado, la pobreza aumentó del 19 al 24
por ciento, lo cual se traduce en la existencia de 11 millones de pobres.
Hace poco -el 19 y 20 de diciembre- se cumplieron 7 años de aquella
crisis que maltrató a toda la sociedad argentina, y que consecuentemente llevó a
que la necesidad se haga moneda corriente y se convierta en un modo de vida.
Como en tantas otras oportunidades, los chicos han sido los más
lastimados, quedaron presos del abandono político y ahora están vulnerables a
todo lo que estaba por venir: pobreza, marginación, violencia y sobre todo
drogas.
De hecho, de una investigación realizada por el diputado
Claudio Lozano junto con Tomás Raffo y Ana Rameri, se
desprende que este año 6,3 millones de menores de 18 años son pobres. De ese
total 3,1 millones directamente pasan hambre.
El tráfico y consumo de
drogas ilegales viene en aumento desde la década del 70. Pero a partir de los 90
-profundizándose con la crisis de 2001- existe una droga que ha proliferado,
aprovechándose de los estratos más sensibles de la sociedad: el
paco.
Desde 2001 a esta parte, es común escuchar hablar de “la
droga de los pobres”, aunque para ser más específicos y entender de que
se trata, es necesario llamar a las cosas por su nombre: pasta base de
cocaína.
Cuando 1 peso argentino era igual a 1 dólar, la cocaína
venía desde Bolivia y Perú lista para consumir, pero después, con la intención
de abaratar costos dolarizados, los traficantes comenzaron a traer pasta base
para terminar el proceso de producción en Argentina en las llamadas
"cocinas".
De los residuos surgió el paco: droga que provoca
el mayor deterioro en la menor cantidad de tiempo y que además es sumamente
adictiva.
Las dosis van en aumento ya que produce tolerancia o
acostumbramiento, por lo que para sentirse satisfecha, la persona tiene que
tomar más droga, ingresando en una cadena de dependencia: “la primer
dosis te la regalan, la segunda te la venden”, reza una frase que sin dudas
grafica ese sometimiento.
“Los narcotraficantes se dieron cuenta de
que, con la devaluación del peso respecto al dólar, la gente ya no tenía dinero
para pagarles y decidieron aprovechar los restos de la fabricación de la cocaína
y venderla justamente en los alrededores de las cocinas, los laboratorios
clandestinos donde se elabora la cocaína", señala el doctor Eugenio
Nadra, coordinador del consejo científico de la Secretaría de Lucha
contra el Narcotráfico (Sedronar).
Un informe de la Federación de
Organizaciones No Gubernamentales para la Prevención y el Tratamiento del Abuso
de Drogas (FONGA), asegura que en apenas 3 años, en Argentina se registró un
aumento del 500 por ciento en el consumo de pasta base.
Se calcula que cerca del 50 por ciento de los adolescentes consumen pasta base, aunque también es consumido por niños menores de 10 años.
Datos del Sedronar sostienen
que la pasta base ocupa el séptimo lugar en el ranking de drogas más consumidas
en el país. La expansión incontrolable del paco se debe, sobre todo,
a que el precio es ínfimo, y para conseguir una dosis, en un principio se
necesitaba tan sólo 1 peso.
Vivir olvidado y al margen dentro de una
sociedad trae consecuencias. Por eso, no hay que olvidar un dato sumamente
importante: muchos jóvenes recurren al paco como una alternativa para escapar
de sus problemas cotidianos.
Esta droga provoca un efecto muy breve
de intensa euforia, 40 segundos de alucinación que puede permanecer unos 4 o 5
minutos más. El nivel de dependencia que genera, hace que a los 20 minutos la
persona quiera volver a consumir. Además al fumar paco, el cuerpo deja de
sentir hambre, lo cual explica porqué se ha convertido en una droga tan usada
por los sectores más pobres.
Jeremías David Albano, hijo de
María Rosa González -quien encabeza la organización Madres del Paco-
contó, en una entrevista realizada por un diario nacional, que llegó a
consumir 365 dosis en un solo día: “no pensaba en otra cosa que en
drogarme. Tenía mucho miedo a caer preso, pero no por el encierro ni por la
Policía, sino porque estando preso no podía consumir”.
Dado el enorme
crecimiento del consumo de drogas entre los menores, a mediados de noviembre de
este año, la jueza en lo Contencioso Administrativo número 9 de la Capital
Federal, Andrea Danas, intimó al gobierno porteño y le dio un plazo de 90
días para crear un centro dedicado a "garantizar el derecho a la salud de los
niños, niñas y adolescentes"paco.
Según la
jueza hay un deber estatal de garantizar el derecho a la salud,
especialmente de aquellos que consumen sustancias psicoactivas como el
paco. No quedan dudas que esto debería ser así. Sin embargo, las cifras
de chicos consumidores se engrosan cada vez más.
Cuando se conoce la
situación por la que atraviesan los menores, no se puede ignorar que un alto
porcentaje de niños y adolescentes viven en un contexto de alto riesgo.
No sólo están expuestos a las drogas -que de por si es terrible-, sino que además, la adicción los mete dentro de un círculo vicioso sin fin. En esa rueda de ilegalidades, los chicos -que dada la pobreza viven en villas o en situación de calle-, salen a robar o venden sus cuerpos, para conseguir el dinero que cuesta una dosis de paco.
Algunos testimonios son contundentes
e inevitablemente hacen pensar la realidad que se está viviendo en los sectores
más marginados de la sociedad.
Benjamín Dabate, un joven que
durante años consumió paco, explicó a BBC mundo que hizo de todo para poder
consumir, "desde vender mi ropa hasta robarle a mi familia o a la gente que
pasaba por la calle. Por eso estuve muchas veces preso".
En su afán
por conseguir y consumir pasta base, y dado el aumento del precio de la
sustancia, los adictos roban y se meten en una rueda de “canje”. Entregan
celulares, ropa, y hasta puerta de casas o perros de raza a cambio de dosis de
paco.
De acuerdo a lo que explica el titular de la Sedronar,
José Granero, el 68,8 por ciento de los hechos de violencia "están
relacionados con drogas o alcohol".
Esta necesidad de robar para
poder comprar los restos de la producción de cocaína -que son mezclados con
sustancias tóxicas como ácidos-; pone en el tapete un problema que viene
golpeando hace años: la edad de imputabilidad de los jóvenes. (Ver: “Apunten contra
los pibes”. APM 07/12/2008)
Incluso muchos jóvenes adictos, son
“reclutados” como los llamados “dealers""para vender paco buscan a jóvenes adictos, les
pagan con drogas porque les es más redituable. Por lo general, cada 100 dosis de
paco que les entregan a los punteros, 80 son para vender y 20 para que
consuman”.
Aunque suene escalofriante, un “dealer”
entrevistado por un diario argentino confesó haberle vendido a menores para
sentirse poderosos y agregó: “Tenés un arma, fumas lo mejor, tenés todas las
minas. Se te regalan por un paco. Hay pibitos que te ‘tiran la goma’ (sexo oral)
por un paco. A esos los esquivo. Llegué a ganar 130 pesos por día. Te traen de
todo: televisores, computadoras, armas... Todo por un par de
bases”.
No quedan dudas que el círculo vicioso es inagotable y crece
porque hay un vacío legal que permite que el negocio de las drogas
prospere.
La legislación argentina no contempla como delito la venta
de paco, por lo cual un narcotraficante que vende esta droga no está
violando ninguna ley. Aunque parezca increíble, es verdad.
Lamentablemente, esto no es novedad, porque como suele ocurrir, los “peces gordos” se pasean sin problemas por las ciudades y no son penalizados.
Si tenemos en cuenta
esta situación, queda demostrado que la respuesta por parte del Estado es
insuficiente y hasta se podría decir que inexistente.
Esta inoperancia
estatal, obligó a un grupo de familiares de adictos a organizarse para pelear
contra los narcotraficantes y “dealers" que distribuyen la sustancia en
las diferentes villas de Buenos Aires. La Policía Bonaerense afirma que la
Capital y la zona sur del conurbano son los lugares donde hay más consumo de
paco.
Las “Madres del Paco” son quienes se mueven -ante la
quietud del Estado- para que sus hijos sean internados y se rehabiliten, y son
estas mismas mujeres las que a diario ven cómo se mueren sus hijos presos por
las adicciones y víctimas de la apatía política.
El desempeño por parte
de los gobernantes deja mucho que desear. No cuidan a los más vulnerables y no
desempeñan sus cargos como debieran. Un ejemplo claro de esta falta de
compromiso se ve en la Ciudad de Buenos Aires.
De acuerdo a lo expresado
por organizaciones que luchan para combatir las adicciones a las drogas,
existe "desatención sanitaria" para personas adictas al paco que
padecen tuberculosis (TBC) y desnutrición, entre otras enfermedades, por esto
exigen "una urgente respuesta del Estado".
Sedronar sostiene
que por mes, alrededor de 1500 adictos buscan ayuda y empiezan un tratamiento
para escapar del flagelo (se calcula que en la provincia de Buenos Aires 30.000
jóvenes son atendidos cada año por adicción a sustancias tóxicas).
Sin
embargo, Marta Gómez, una de las “Madres en lucha contra el paco”,
asegura que los chicos son muy mal atendidos y que por eso "los pibes vuelven
a la calle y se terminan muriendo por el alto consumo o por la taquicardia que
les provoca y los ataques cardiorrespiratorios".
Si las autoridades
tomaran cartas en el asunto, la situación seguramente sería otra. Pero no hacen
las cosas como deben y los platos rotos los siguen pagando los mismos.
Es triste que la rueda de la vida gire a contra mano, pero es real,
porque estos jóvenes nacen libres, pero las políticas y la falta de compromiso
por parte del Estado los lleva a estar presos de la pobreza y de una adicción
incontrolable.
Como sostiene Carlos Souza, titular de la Fundación Aylen “con el paco, la
muerte es una realidad cotidiana".
tgonzalez@prensamercosur.com.ar
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