Navidad y Año Nuevo conllevan para ellos significados y expectativas distintas, se juegan situaciones vinculadas a la familia, a la ruptura con los padres y a lo más esperado: encontrarse con sus amigos después de las 12.
Los hijos de padres separados suelen angustiarse ante la necesidad de decidir con quién pasarlas.
Las fiestas de Navidad y Año Nuevo tienen, para los adolescentes,
significados y expectativas diferentes que para los adultos, en los que
se juegan situaciones vinculadas a la familia, a la ruptura con los
padres y a lo más esperado: encontrarse con sus amigos después de las
12.
La psicoanalista y especialista en Adolescencia Rebeca
Hilert aseguró a Télam que "uno de los problemas que traen los
adolescentes al consultorio no es cómo la pasan sino con quién la
pasan", en referencia a la fragmentación de la familia con las
separaciones, divorcios y las nuevas uniones.
En este sentido,
la coordinadora del Departamento de Niños y Adolescentes de la
Asociación Psicoanalítica Argentina, médica pediatra y psicoanalista
Felisa Lambersky de Widder, añadió que los adolescentes "se angustian
ante conflictos entre los padres en relación a ’dónde paso las
fiestas’".
"Suelen tener sentimientos de culpa si uno de los
padres queda solo y no pueden acompañarlo", dijo y caracterizó esta
situación como "muy penosa para ellos".
Frente a estas
ocasiones, precisó que "es conveniente evitarles la alternativa de ser
ellos quienes elijan con qué progenitor estar, siempre hasta las 12,
cuando se van con sus amigos".
Otro de los aspectos que
remarcó Hilert es que los adolescentes tienen el problema de "asumir la
muerte de Papá Noel, porque para el niño la expectativa de la fiesta,
crea o no, es la llegada de Papá Noel con los regalos, en cambio para
el adolescente eso se acaba en forma rotunda".
La especialista
sostuvo que la ruptura con esa figura navideña "es difícil procesarla,
porque está asociada al padre, a lo que tiene para dar, a cuánto puede
o no puede" y en ello "está la crítica del adolescente, cosa que tiene
que estar, porque una adolescencia sin crítica a los padres no es
adolescencia".
En este marco, Hilert caracterizó que "las
fiestas, más que ser la reunión de la familia, es el momento en que el
adolescente tiene la oportunidad de cortar con la familia; se van
después de las 12 con sus amigos, y es ése el momento más esperado".
"Con
los adolescentes la idea de familia unida se corta, hasta que se casan
y tienen hijos", destacó. Hilert hizo referencia a una gran diversidad
de situaciones que transitan los adolescentes que van desde "los que se
encierran, melancólicos, que cenan y después se aíslan porque están
pasando un mal momento o no tienen con quien salir".
En este
aspecto, la especialista precisó que "los chicos más alegres salen con
sus amigos; y en el medio hay una gran variedad de situaciones".
Para
Adriana Franco, psicóloga y docente de la Facultad de Psicología de la
UBA, especializada en niños y adolescentes, si bien hay diferencias
entre un púber y un adolescente y entre cada caso particular, "hay
cuestiones recurrentes", dijo al referirse a los sectores medios, con
los que trabaja.
En el caso de adolescentes que están en
momentos de confrontar con los adultos significativos y con sus
valores, advirtió que "es muy posible que si las fiestas son
significativas para la familia, ellos planteen por ejemplo, que es ’re
careta’ reunirse con familiares que no ven en todo el año o no
soportan".
En estos casos, añadió, "aceptan participar de la
cena familiar con la promesa de irse apenas dan las 12", luego de
"encanutarse" algunas bebidas de las reuniones familiares o de
comprarlas para compartir con sus pares, "donde continúan tomándose
todo".
Franco destacó que en el caso de los púberes que ya no
son niños pero tampoco tienen la libertad de irse porque aún son
chicos, "repiten por lo general lo que les pasa ’en la vida’. Se
sienten desubicados, incómodos, aburridos".
"Por lo general la
pasan malhumorados y apenas pueden se van a su cuarto a escuchar
música", precisó tras considerar que "por lo general, las fiestas no
son demasiado significativas para la mayoría de los púberes y
adolescentes".
Lambersky de Widder señaló que los adolescentes
siguen en general, si no hay graves conflictos, la tradición de los
padres, y después del brindis parten con sus amigos.
Pero si
hay conflictos familiares o propios, aclaró, "el adolescente se resiste
al festejo familiar, se angustia, se vuelve colérico hasta que sale con
sus amigos y se ’contagia’ del clima eufórico, generalizado".
"Podríamos
decir que ellos padecen las fiestas hasta el encuentro con sus amigos",
enfatizó esta experta de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
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