Formado en la Policía del Proceso, especializado en la detención, tortura, saqueo y simulación de combates, Ferreyra nunca se salió del libreto aprendido durante la última dictadura militar. Sus métodos violentos pretendió continuarlos durante la democracia, con la complicidad de un sector de la prensa que lo erigió en un mito de base blanda y de la decadencia del bussismo.
Aunque su nombre era conocido entre los policías y los cuatreros de la zona Este, tomó trascendencia pública cuando se “escapó” con una granada en la mano.
Al final de los 80 “la cana dura del Proceso” no pudo sobrevivir los sucesivos cambios en las estructuras y encontró en la actividad política una salida. De esta manera una gran parte de los policías que habían participado de secuestros y torturas en comandos conjuntos con militares, federales y gendarmes, se volcaron al partido que comenzaba a diseñar Antonio Domingo Bussi.
Las actitudes histriónicas del “Malevo”, tienen un capítulo aparte en su carrera. Sus patillas, su camisa negra, su sombrero blanco a lo “Texas”, fue sobredimensionado por algunos periodistas con notables relaciones durante el Proceso.
Por ello es que para muchos tucumanos hoy, les resulta difícil dilucidar si la leyenda de policía duro contra delincuencia no fue una pantalla para ocultar las responsabilidades de Ferreyra durante la última dictadura. Tuvo tal impacto entre la comunidad, que se llegaron a producir temas musicales al estilo ranchero y hasta se anunció el rodaje de una película para relatar las hazañas del áspero policía.
De ese juego de distracción y olvido no sólo participaron periodistas y aprendices de cineastas sino que también pusieron una gran parte la desprestigiada dirigencia política local. Fue durante la intervención federal del “Chihe” Aráoz que cobró alta notoriedad, aunque fue el propio Bussi que en más de una oportunidad lo calificó al Malevo como “un hombre de ley, el órden y la libertad”.
En la noche del 14 de diciembre de 1993, luego de escuchar al jurado que lo condenó a cadena perpetua, se hizo acompañar hasta la puerta por una movilización de expolicías y enarbolando una granada se dio a la fuga ante las narices de la justicia. Su notoriedad había llegado al máximo nivel de exposición. Dos años, siendo Jefe de la Brigada de Investigaciones, en 1991, aplicando los métodos utilizados durante la dictadura, Ferreyra, secuestró en Salta a tres ladrones, los fusiló luego de reingresar a la Provincia y después intentó simular un “enfrentamiento a tiros”. Los cuerpos fueron encontrados en Laguna de Robles. Los tres asesinados tenían las manos atadas a sus espaldas y todos tenían signos evidentes de haber sido torturados y fusilados. El tiro de remate en la oreja derecha.
Después del escape, su novelesca fuga terminó en un apartado rancho de los parientes de su mujer en Santiago del Estero, en “Zorro Viejo”. Fue a la cárcel y continuó su notoriedad con frecuentes incursiones mediáticas. Que si el Malevo esto que si el Malevo lo otro. Los principales diarios especulaban, durante los años de la gobernación de Bussi, si el Malevo recibiría o no la reducción de condena. Hasta conocidos abogados escribieron sesudos comentarios para justificar que alguien que recibió condena perpetua podría recibir la reducción de penas y las recibió.
Qué pasa entonces en Tucumán, que algunos son capaces de compararlo con Robin Hood, cuando que se sepa más bien era un Hood Robin por sus andanzas como cuatrero en la zona del Este y la carne vendida en una cadena de carnicerías?.
¿Se puede edificar un mito sobre una base tan blanda? ¿Era el Malevo un perseguido político como él mismo se presentó hasta último momento? ¿Alguien puede afirmar que alguna vez pensó que el Malevo Ferreyra se iba a pegar un tiro porque fue citado a declarar en una causa por desaparición durante la última dictadura militar?.
Evidentemente no. Tampoco tuvo la pasta suficiente como para erigirse en mito. Además los mitos vivientes se enfrentan a su propia historia y no la eluden. Sus últimas declaraciones a ConicaTv, lo explican todo. El tiro en el oído derecho lo erige en su propio verdugo.
Isauro Martínez
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