El sexo es una de los temas más difíciles que un padre puede abordar con sus hijos adolescentes, pero un estudio nuevo revela que los padres, a quienes se les ha enseñado destrezas específicas de comunicación, pueden sostener estas conversaciones más libremente y mantenerlas por mucho tiempo.
Un programa enseña cómo abordar tópicos delicados.
El estudio, publicado en el Internet por el British Medical Journal el 11 de julio y apoyado por un editorial, evalúa un programa para padres llamado Talking Parents, Healthy Teens. El programa, que se desarrolla en el trabajo, enseña a los padres a superar sus propias inhibiciones, así como sus temores de cometer errores; les enseña la manera de maniobrar el comportamiento clásico de los adolescentes de hacer caso omiso a los consejos y también les enseña cómo reaccionar ante respuestas con un tono de "qué me importa". Éste es el primer programa de su género que se concentra en padres de adolescentes del sexto al décimo grado y que ha sido rigurosamente desarrollado y evaluado.
Un equipo de investigación, dirigido por Mark A. Schuster, MD, PhD, jefe de Pediatría General y Vicepresidente de Investigación de las Políticas de Salud del Children's Hospital Boston, seleccionó al azar 569 padres que eran empleados de 13 compañías privadas e instituciones públicas en el sur de California, para que participen en el programa o para que sirvan en un grupo de control. (El Dr. Schuster dirigió el estudio mientras trabajaba en la Corporación RAND, donde el programa fue desarrollado cuando él era Director de Promoción de la Salud y Prevención de Enfermedades hasta que empezó a trabajar en Children's en noviembre del 2007).
Los padres que fueron seleccionados al azar para participar en el programa lo hicieron en ocho sesiones semanales, a la hora del almuerzo, en grupos de aproximadamente 15 personas. Utilizando ejercicios interactivos y la técnica de juegos de roles, los padres aprendieron cómo iniciar y mantener conversaciones con sus hijos sobre tópicos delicados que se relacionan al sexo, a reconocer oportunidades de enseñanza en situaciones de día a día, a cómo usar creativamente maneras de entrar en el tema y, a cómo identificar las barreras de comunicación que son comunes en los adolescentes. A los padres les enseñaron a escuchar a sus hijos sin interrumpirlos o empezar una sesión de consejería a través de la técnica de "escuchar atentamente". Además, les enseñaron técnicas de cómo enseñar a sus hijos a que hagan buenas decisiones, destrezas de cómo sentirse seguros de sí mismos y tener confianza cuando están con sus amigos.
Después de las reuniones semanales los padres practicaban en la casa con sus hijos a través de juegos diseñados por el programa, o conversando sobre una variedad de temas relacionados con el sexo, como la anticoncepción, las enfermedades transmitidas sexualmente y las consecuencias del embarazo. El programa tomó en consideración y apoyó los diferentes puntos de vista de los padres en relación al sexo; por ejemplo, en una misma sesión se cubrió la abstinencia y el uso de condones.
"El hecho de que los padres verdaderamente aprendieron fue lo más importante", dijo Schuster, quien además es docente del Harvard Medical School y coautor del libro Everything You Never Wanted Your Kids to Know About Sex (But Were Afraid They'd Ask) (Three Rivers Press, 2004). "Nosotros les enseñábamos algunas destrezas una semana y la semana siguiente venían muy contentos de haber podido hablar con sus hijos sobre relaciones, amor o sexo; siendo la mejor parte que los jóvenes habían participado activamente en una verdadera conversación con ellos, o habían aprendido, a través de la técnica de juegos de roles, a cómo decir no a invitaciones sexuales no deseadas".
Las encuestas realizadas a la semana, tres meses y nueve meses después del programa, documentaron efectos inmediatos y significativos. Los padres del grupo de intervención reportaron que nunca antes habían tenido tantas conversaciones con sus hijos sobre sexo, así como nuevas conversaciones sobre temas que ya habían discutido anteriormente. Además, también estaban mejor preparados para conversar abiertamente con sus hijos sobre asuntos relacionados al sexo.
Y sus hijos, quienes también participaron en la encuesta, estuvieron de acuerdo. Por ejemplo, de acuerdo a los reportes de los adolescentes, una semana después de terminado el programa, el 18 por ciento de los padres que habían participado habían repasado con ellos los pasos para el uso de un condón, comparado con un 3% del grupo de control. En el noveno mes, la diferencia había crecido al 25% versus el 5%, lo que revela la contínua influencia del programa en el comportamiento de los padres. "Este efecto duradero es bastante inusual en programas para los padres", dijo Schuster.
Schuster y sus colegas escogieron los lugares de trabajo para atraer a más padres ya que los padres que trabajan usualmente no tienen el tiempo para participar en sesiones durante la noche o los fines de semana.
"Muchas empresas proveen programas de ayuda a sus empleados para que pierdan peso o dejen de fumar," explica Schuster. "Nosotros deseábamos ver si podíamos aplicar los principios de promoción de la salud en el trabajo para ayudar a los padres a enfrentar el tema de la salud sexual de sus hijos. El resultado fue que a las empresas les encantó la idea, ya que las empresas tienen la presión de crear ambientes de trabajo que tomen en cuenta las situaciones familiares. Además, las empresas usualmente proveen seguro de salud a estos jóvenes y se preocupan por la pérdida en la productividad cuando los padres están distraídos con asuntos relacionados a la salud sexual de sus hijos".
Los padres también estaban agradecidos. "Los padres están desesperados por recibir consejos para hablar con sus hijos sobre sexo", dice Schuster. "A mí me preguntan en la clínica, en las escuelas, en el parque. Los padres saben que es importante, pero sus propios padres no hablaron con ellos de estos temas, por eso no saben cómo empezar. Hasta otros médicos me preguntan tímidamente qué decirles a sus hijos".
El estudio fue financiado por los National Institutes of Health y los Centers for Disease Control and Prevention. Los demás autores son Rosalie Corona, de Virginia Commonwealth University; Marc Elliott, David Kanouse, Annie Zhou y David Klein, de RAND, y Karen Eastman, de UCLA. Todos los autores están afiliados con el UCLA/RAND Center for Adolescent Health Promotion, donde Schuster fue el director y fundador. Schuster fue también Profesor de Pediatría y Servicios de Salud en UCLA antes de empezar a trabajar en Children's.
Fuente: Siglo21.com
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