Dijo la doctora Mónica Katz, especialista en nutrición. Millones de personas con sobrepeso intentan un sinnúmero de dietas y sin embargo, se frustran por no lograr los resultados esperados. Instituto Leloir
“Es llamativo que todavía en la Argentina no exista una lectura adecuada del fracaso del modelo de dieta que postula ‘Haga abstinencia de lo que le guste’ ”, comentó.
Para entender por qué sucede esto y encontrar caminos alternativos que ayuden a las personas, la doctora Mónica Katz, especialista en nutrición, escribió No Dieta, un libro que incluye reflexiones y recomendaciones para establecer puentes entre la alimentación y el placer.
“Se puede bajar de peso sin sufrir” señaló la experta en una entrevista concedida a la agencia CyTA.
En la actualidad, Katz se desempeña como codirectora de la Carrera de Médico Especialista en Nutrición con Orientación en Obesidad y directora del Curso de Posgrado de Nutrición Clínica de la Universidad Favaloro.
-¿Cuál ha sido su motivación para escribir este libro y cuáles fueron los objetivos planteados?
He conocido miles de pacientes que padecieron repetidos intentos para perder peso con dietas que implican muy pocas calorías y muy poco placer. Hay mucha evidencia científica que demuestra que un cuerpo humano que es sometido a una restricción calórica intensa (menos de 1000 calorías por día) sufre una adaptación por la falta de ingreso energético que desencadena efectos contraproducentes. Por ejemplo, al reducir de manera radical el ingreso energético, desciende el llamado gasto metabólico de reposo (energía que utiliza el cuerpo para mantener las funcionas vitales básicas), pero además se activa el sistema hedónico de recompensa y se dispara el deseo de comer como si se activara una deuda de hambre. Ambos factores juntos, menor gasto y mucho mayor ingreso calórico aceleran la recuperación del peso perdido.
Todo esto implica una fuerte inconsistencia del modelo actual de abordaje del exceso de peso. Cuando esto sucede, poco a poco, va surgiendo una masa crítica de gente que comienza a pensar en un nuevo paradigma pues el reinante muestra una tensión e incongruencia entre sus postulados y los resultados en la práctica.
De todas formas es llamativo que todavía aquí en nuestro país no exista una lectura adecuada del fracaso del modelo de dieta que postula “Haga abstinencia de lo que le guste, cierre la boca pues no comer quita el hambre”. Esto no resiste ningún análisis serio.
-En su libro, usted habla de dietismo crónico, ¿A qué se refiere?
Las dietas tradicionales no funcionan porque quitan el placer al que tenemos derecho, convirtiendo el acto de comer en un ilícito, dando alimentos o menús poco atractivos desde el punto de vista hedónico y además proveen demasiado pocas calorías. Obviamente que este tipo de dieta no es tolerado por la gente que “violando sus propias expectativas” se descontrola, picotea, deja de “cumplir”.
Esta situación hace que las personas pasen por una sucesión interminable de ganancias y pérdidas de peso. Los dietantes sienten que cada vez que comen algo rico es su última vez y entonces se descontrolan. Esto posee un alto costo desde el punto de vista biológico y por supuesto emocional. El dietante crónico vive obsesionado y deja de invertir además en el resto de su vida la energía que coloca en no comer.
-¿Qué es lo que usted propone?
Mi propuesta es pensar que nacemos con derecho a comer y a sentir placer al hacerlo. Solo que en ejercicio de nuestro libre albedrío, debemos entrenarnos a comer a lo francés (rico aunque poco) y de esa forma podremos tener un cuerpo cómodo y saludable. Si puedo entender esto, si puedo legalizar el placer, si puedo volver cotidiano aquello que más me gusta solo renunciando a la cantidad, se me transforma en parte del paisaje y pasa a ser controlado. Por supuesto que a esta altura cualquiera se pregunta: ¿y como es posible controlarme si es lo que no puedo? Precisamente propongo ejercicios de tipo cognitivo para aprender a autorregular la ingesta, como por ejemplo, reformulando creencias erróneas en salud y nutrición, o bien aprendiendo técnicas de relajación con el objeto de no utilizar la comida para nivelar la tensión emocional. O algunos de tipo informativo/educativo, por ejemplo conceptos como densidad calórica (relación entre calorías y peso de un alimento), entre otras técnicas. Por este camino, es posible mantener un peso adecuado. Por otra parte, es importante, ser activos (caminar, hacer ejercicios) cada día dentro de lo que nuestra vida nos permite, poseer el más saludable esquema de alimentación y manejar o afrontar las emociones y el estrés cotidiano sin usar la comida para ello. Trabajar a nivel psicológico es clave.
-Al parecer la obesidad, y las complicaciones de salud asociadas, es considerada una especie de epidemia difícil de resolver y que preocupa a organismos internacionales de salud como la Organización Mundial de Salud.
Sí, es una ola cuya cresta por lo menos en Latinoamérica, no hemos visto aún. Más allá de la ley de obesidad que se esta reglamentando, debemos comenzar a plantearnos soluciones posibles que por lo visto no darán resultados a menos que sean multisectoriales, es decir, que participen los diversos actores que intervienen en la génesis del problema, como la industria alimentaria, los sectores educativos, el gobierno, expertos, las cámaras industriales, las universidades, entre otros. Lo peor es que las dietas como las conocemos, según múltiples estudios, serían en si mismas, un factor de riesgo de obesidad.
Entonces se torna fundamental encarar abordajes que beneficien a la gente y por otro lado terminar con los tratamientos que para nada ayudan a la gente aunque poseen apariencia de efectividad y rapidez. El objetivo terapéutico en obesidad no es la velocidad sino la sustentabilidad a través del tiempo, ese el desafío. Pequeños cambio en el modo de vida implicaran grandes beneficios en la salud.
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