Podría ser una de las frases que resume la idea de “La mujer sin cabeza”. Última película de la directora salteña Lucrecia Martel. El film se está proyectando en el Festival Tucumán Cine 2008. Gran calidad visual y estética. Una historia sin historia. Profundidad en la fotografía.
Opinión: Muy buena.
Ficha Técnica
(Argentina-España-Francia-Italia/2008, color; hablada en español). Dirección: Lucrecia Martel. Con María Onetto, Claudia Cantero, Inés Efron, Daniel Genoud, Guillermo Arengo, César Bordón, María Vaner. Guión: Lucrecia Martel. Fotografía: Bárbara Alvarez. Edición: Miguel Schverdfinger. Presentada por Distribution Company. 87 minutos. Sólo apta para mayores de 13 años.
Una mujer de 45 años aproximadamente. Atractiva, pero no lo suficiente. El escenario, Salta. Un accidente: atropelló con su auto a un perro en la ruta. De esta manera se podría sintetizar el argumento de Una mujer sin cabeza. Por supuesto no estaría completo. El film es complejo.
Vero se siente perturbada, extraña. Es odontóloga. Cree que mató a una persona. Su entorno la ayuda. Está confundida. Pero la vida transcurre. Lo cotidiano persiste. El statu quo se conserva.
Desde el primer segundo el espectador quedará impactado ante la imagen. La fotografía, realmente elocuente. El personaje, Vero (María Onetto) es confuso. Por momentos da la sensación que no tiene cabeza. Por momentos no tanto. Las imágenes juegan con ese detalle. No serán pocas las escenas en la cual la cabeza no aparece en el cuadro.
Vero vive con su marido, abogado, en Tres Cerritos, barrio residencial de Salta. Tiene una mejor amiga, un primo-amante, una hija estudiando en Tucumán. La hija de su mejor amiga es “machona”. La mejor amiga así la califica. Gusta de Vero. En algunas ocasiones la protagonista se deja “toquetear”. Sin embargo este no es el eje narrativo.
El accidente con el perro será un episodio confuso en la vida de Vero. Cree haber matado a una persona. A pesar de ello, el espectador y todo su entorno tenemos la certeza de que el muerto es un perro. La certeza luego fluctuará a incertidumbre. Tampoco es el eje narrativo.
Simplemente, no existe una historia concreta. Son ideas, conjunto de ideas contadas a través y fundamentalmente, por imágenes. Existen algunos diálogos. Pero la clave está en el ojo de la directora.
Una familia de clase media, típica del norte. Prejuiciosa, moralista, rodeada de “negros”. Uno de los conceptos claves, precisamente es la gran distinción de clases que hace Martel que también escribió el guion. Todo el entorno de Vero tiene piel blanca. Poseen una dicción no popular, más aporteñada que salteña. Las empleadas domésticas, no hablan sin el famoso “pué”. Tampoco falta este detalle en algunos “changuitos” o gente de barrios apartados.
El estilo del film se asemeja al de una “road movie”. Pero encerrarlo en esa estética no sería lo más acertado. Una manera particular de hacer cine. Porque más allá de que nunca termina cerrando qué o cómo piensa la protagonista, el espectador no se aburre. Esto, producto de la elocuencia en las imágenes.
Las actuación de María Onetto, memorable. La fotografía de Bárbara Álvarez, impresionante. Bastante imágenes en exteriores. Las pocas cámaras subjetivas, excelentemente trabajadas.
Sebastián Ganzburg
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