Las mansiones lujosas y las chozas de concreto cuelgan precariamente de las laderas de las montañas de este refugio montañoso a miles de millas de las ciudades de Cabaret y Gonaives destrozadas por los huracanes. Con la capa vegetal color ladrillo erosionada y unos pocos árboles para conservar lo que queda de ella, una lluvia fuerte puede provocar un deslizamiento de tierra que se llevará las casas y las cosechas.
Las faldas de las lomas que se desmoronan ha hecho que el país sea vulnerable a las inundaciones súbitas y a los letales deslizamientos de tierra, aunque esa vulnerabilidad solo recientemente ha estado en el centro de la atención después de cuatro ciclones consecutivos en menos de 30 días.
Fay, Hanna, Gustav y Ike dejaron una estela de destrucción y muerte en
toda esta nación empobrecida y fueron la causa de que muchos murieran,
de que miles quedaran sin hogar y de que una ciudad costera del
noroeste quedara enterrada en el fango.
Técnicas agrícolas
primitivas, casas mal construidas en tierras irregulares, años durante
los cuales se olvidaron de los ríos y los canales de desagüe, laxitud
en el cumplimiento de las leyes ambientales dejaron el paisaje haitiano
en un estado frágil. Incluso las lluvias fuertes pueden hacer estragos.
La
Agencia de los Estados Unidos de América para el Desarrollo
Internacional (USAID, por su sigla en inglés) estima que solamente un
1.5 por ciento de Haití está forestado, comparado con un 60 por ciento
en 1923 y un 28 por ciento en la vecina República Dominicana hoy día.
En Haití se cortan cada año unos tres millones de árboles, según la USAID.
"Todo
el país está abocado a un desastre ecológico'', dijo la nueva primera
ministra de Haití, Michele Pierre-Louis. "No podemos seguir así. En
cualquier momento vamos a desaparecer. No habrá 400, 500 ó 1,000
muertos, sino un millón de muertos''.
La anegada Gonaives, que
parece un tazón ubicado en una llanura entre el océano y las montañas,
solo cuenta parte de la historia de la crisis medioambiental haitiana.
Mientras la tormenta tropical Hanna azotaba el puerto de la ciudad el
mes pasado, Pierre-Louis y un convoy del gobierno trataron de llegar
allí. No pudieron. "Estuvimos a punto de morir en el camino'', dijo
Pierre-Louis.
Las piedras se deslizaron por las laderas,
provocando una cascada de agua fangosa. Dos de los SUV del gobierno
fueron detenidos por el agua en la Nacional, la carretera que enlaza
Port-au-Prince, la capital, con Gonaives y Cap-Haitien. "Todo el mundo
habla de Gonaives y Cabaret, pero la gente olvida que se trata de una
catástrofe nacional'', dijo Arnaud Dupuy, del Programa de las Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD) que atiende el medio ambiente.
"Algún
día Port-au-Prince correrá la misma suerte. Hay bidonvilles en las
lomas, las montañas están deforestadas, todos los barrancos y canales
están obstruidos, tupidos con botellas de plástico''. "En cuanto a los
desastres que han ocurrido cabe preguntar: "¿Qué hemos estado haciendo
mal?", dijo la ambientalista Jane Wynne, quien ha dedicado su vida
tratando de convencer a los haitianos de que cambien su estilo de vida
para impedir la devastación del país'.
Wynne, que nació y
creció en Haití, ha transformado sus laderas con terrazas en una
reserva ecológica de bambúes y arbustos que "pueden salvar a Haití'',
dijo. Aprendió la técnica bajo la tutela de su padre, un ingeniero
civil nacido en los Estados Unidos que se trasladó a Haití en los años
veinte. Wayne forma parte de un puñado de ecologistas que están
librando una batalla cuesta arriba para ayudar a salvar el campo de la
deforestación.
Han enseñado a escolares y campesinos cómo
construir debidamente las terrazas para impedir que las laderas se
desmoronen como resultado de las lluvias. También les han mostrado cómo
reciclar el papel para convertirlo en briquetas, una alternativa de
combustible al carbón.
Además, los bosques y reservas
protegidas del país han sufrido una mala administración, además de una
tala indiscriminada de àrboles para usarlos como combustible. Ahora, un
país exuberante está condenado al desastre.
"Los haitianos
construyen casas en el lecho de los ríos, en las quebradas, por donde
la corriente debe pasar'', dijo Wynne. "Cuando el agua desciende, la
basura la bloquea''. Para ilustrar lo que dice, Wynne lleva a los
visitantes a dar un breve paseo por Kenscoff. Aquí, las fincas de
cebolla y espinaca se encuentran a lo largo de las laderas inclinadas.
Parece que se encuentran en terrazas, pero no es así, explica ella
mientras señala la tierra que se está volviendo estéril.
Muestra
una finca donde los campesinos construyeron canales o "salidas'' en vez
de zanjas para conservar el agua y canalizarla sin que afecte las
cosechas. Las zanjas también podrían servir para aminorar la velocidad
del agua que corre por las laderas. Las zanjas hacen falta para
capturar las escorrentías. Cuando estas ganan velocidad, "es aquí donde
hacen el daño'', dijo Wynne. "Nunca se debe dejar que el agua que corre
por las laderas aumente su velocidad''.
La isla de La Gonave,
bordeada por arrecifes, constituye una prueba de cómo la destrucción
puede detenerse con una cuenca apropiada. Cuando el mes pasado la
tormenta tropical Hanna bañó con lluvias torrenciales las despojadas
montañas durante seis horas, la isla solo recibió una ligera corriente
de agua en vez de las habituales inundaciones súbitas.
La zona
se benefició de 10 millones de dólares estadounidenses de la USAID para
un proyecto de cuenca en mayo del 2008. A cambio de alimentos, World
Vision, una organización humanitaria cristiana reclutó a habitantes
locales para que erigieran una serie de paredes paralelas que
descendían de la montaña con el fin de ralentizar la cascada de agua.
"Nadie murió y se salvaron las cosechas'' dijo Rachel Wolff de World
Vision.
Hubo un tiempo en que los haitianos respetaban la
tierra. Pero la explosión demográfica y la pobreza creciente crearon un
círculo vicioso. Es común oír a los más pobres decir que si no talan
los árboles o cultivan en las laderas sus hijos morirán de hambre.
Hasta hace poco, los gobiernos de Haití han carecido de voluntad
política para enfrentar sus problemas ambientales, incluso cuando los
parlamentarios aprobaron leyes que crearon las brigadas forestales y la
USAID contribuyó con millones para la siembra de árboles.
Pero
dos décadas durante las cuales se intentó crear conciencia sobre la
importancia de conservar el medio ambiente parecen haber caído en oídos
sordos. "Mientras más aumenta la pobreza, mayor es la erosión'', dijo
Dupuy que trabaja con el Programa de Desarrollo de la ONU (Organización
de las Naciones Unidas).
"No existe una dirección del
territorio, ni hay puestos de trabajo para emplear a la gente. Uno se
ve ante una masa de gente que se encuentra en la pobreza más extrema y
¿qué hacen? Explotan el medio para obtener ingresos cortando árboles
para fabricar carbón''.
Todo esto no hace más que acelerar el desastre, dijo.
Dupuy
considera que la devastación reciente es una oportunidad para que Haití
recupere sus tierras. Después de la tormenta tropical Jeanne del 2004,
la comunidad internacional prometió millones de dólares para dragar los
ríos y crear cuencas en Gonaives.
Fue poco lo que se hizo, y
los funcionarios del gobierno siguen investigando a dónde fue a parar
el dinero. Mientras tanto no está claro lo que el gobierno hará con
Gonaives, la ciudad de la independencia de Haití que está casi
destruida hoy, hundida en más de tres millones de metros cúbicos de
fango.
Pierre-Louis, quien se convirtió oficialmente en la
primera ministra dos días antes de que el cuarto huracán azotara Haití,
dijo que es el momento de que todos, gobierno incluido, tomen en serio
la salvación del medio ambiente. Habló de aprobar leyes y crear vallas
por todo el país que adviertan: "No se puede construir aquí''. Llegó a
decir que habrá que arrestar a quienes lo hagan y demoler las casas si
violan la ley.
"Haitianos, ha llegado el momento...de comenzar
a pensar lo que vamos a hacer para evitar que esto no ocurra otra
vez'', dijo Pierre-Louis.
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