Mucha gente, pretendiendo ser educada, utiliza la expresión "buen provecho" para desearle una comida gustosa a quien está sentado a la mesa, sin percatarse de que su real significado implica una verdadera grosería. Por Ana María Bertolini de Télam.
La periodista recorre los orígenes de la frase que es más habitual entre nosotros luego de participar de un encuentro gastronómico.
El "provecho" es lo que hacen los bebés cuando terminan de mamar: es un eructo, a veces acompañado por un vómito corto, que las madres promueven dándole palmadas sobre la espalda, para evitar que se le vaya al intestino y resulte en dolorosos gases.
Pero lo que se le disculpa al bebé, no puede ser tolerado entre adultos: eructar es una de las peores conductas que en Occidente pueden observarse a la mesa y si va acompañado de un pequeño vómito, es directamente un asco.
Precisamente, entre los consejos que Don Quijote le daba a Sancho, estaba éste: "Ten en cuenta Sancho de no mascar a dos carrillos, ni de eructar delante de nadie" (XLIII).
Como Sancho lo miró sin entender, debió explicarle que "eructar es lo mismo que regoldar", algo que el escudero hacía muy a menudo, como resultado de las abundantes fermentaciones que le producía su dispepsia.
Entonces, ¿de dónde sale eso de creer que es de "buena" educación desearle a alguien que le suceda semejante cosa?
Tiene su historia: en algunos países de Oriente, la "mala" educación es levantarse de la mesa sin haber eructado, ya que significa que la comida no ha sido provechosa.
Normalmente, el chino no sólo eructa y emite todo tipo de gases donde sea, sino que come con la boca abierta y deja entrever la comida entre los dientes y la lengua.
Esto, inconcebible para un occidental, es para él motivo de orgullo: tal fue la hambruna que ese pueblo pasó, que mostrar la comida mientras la mastica, es una demostración de que ahora hay cosas para comer, que antes no había.
También tomará la sopa o comerá pastas haciendo un ruido extraordinario; escupirá con fuerza sobre el mantel las semillas de la fruta; y será el primero en servirse la mejor porción, porque eso es parte de su educación familiar.
Y cuando quiera un trozo de carne grande y los palillos no puedan soportar ese peso, usará las manos, algo que entre los occidentales sólo es admisible a la hora de comer ostras o de escarbar las patas de la langosta con la aguja de crochet.
Ahora bien: ¿qué tiene que ver la costumbre de eructar de los chinos, y también de los japoneses, y en general, de los pueblos africanos, con el muy castizo "buen provecho" que la Conquista impuso en Latinoamérica como fórmula de cortesía?
Otra vez la historia: el "buen provecho" no hubiera llegado acá si entre los años 711 y 1492 los moros no hubieran invadido y sometido a España, imponiéndole sus costumbres, entre ellas el eructo y unos 4.000 vocablos, como almohada, algodón o azúcar.
Aunque la expresión "moro" se refiere estrictamente a los habitantes nativos del norte de Africa, de origen bereber, hoy se aplica a los árabes, pueblo semita residente en Medio Oriente, que no tuvo, hasta invadir a los bereberes, ningún contacto cultural ni de sangre o religión con ellos.
Hasta ahí, por ejemplo, en Libia, Túnez o Argelia, se vivía bajo el Imperio Romano y se hablaba latín.
Pero en el siglo VII, bajo la bandera del Islam, los árabes conquistaron el norte de Africa y luego España; sometieron a sus poblaciones autóctonas, y a través del mestizaje y la asimilación cultural, éstas adoptaron lengua, religión y costumbres de sus invasores, hasta el punto de creerse a sí mismos "árabes".
En una manera comparable con la hispanización de América tras la conquista, el Magreb fue arabizado casi completamente y esto hace que -para lo que aquí interesa- ya no sea posible discernir si la costumbre de eructar en la mesa fue introducida en España por los árabes, por los moros, o por ambos.
Como se sabe, los Reyes Católicos terminaron echándolos y maldiciendo su religión, así que es probable que también se la agarraran contra el eructo y lo erradicaran de la mesa.
Sin embargo, ha sobrevivido como resabio entre los hispanohablantes el "buen provecho", que urge reemplazar por "buen apetito", si lo que se busca es ser cortés y prevenir papelones. (Télam)
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