Un equipo de científicos del Hospital General de Massachusetts, en Estados Unidos, descubrió que el grosor de la corteza cerebral en los adictos a la cocaína es menor que en las personas que no la consumen.
Los científicos que publican hoy su trabajo en la revista "Neuron", consideran que las causas de esta y otras alteraciones podrían residir, en parte, en el abuso de la sustancia, pero también podría ser el resultado de una predisposición genética a la adición.
Comparando las imágenes tomadas por resonancia magnética de cerebros de adictos y no adictos, los investigadores detectaron que la disminución es especialmente pronunciada en las regiones de la corteza, la parte más externa, también llamada córtex que participan en los procesos cognitivos y de motivación.
El doctor Hans Breiter, director de la investigación, explicó que se sabe que el criterio y el modo en que los adictos toman decisiones son distintos a los de los no adictos, pero lo que sigue sin entenderse bien es cómo esas alteraciones del comportamiento se relacionan con los cambios en la estructura del cerebro.
CORTEZA CEREBRAL
Los test psicológicos a los que se sometieron adictos y no adictos mostraron que los primeros tenían una menor capacidad de motivación y de prestar atención, y que esos cambios en la conducta se relacionaban con el grosor de las regiones del córtex importantes para realizar esas funciones.
Sólo en el caso de una región concreta del córtex que interviene en la motivación, el córtex cingulado, los investigadores encontraron que la reducción en el espesor se encontraba asociado a los años de consumo de cocaína, pero no de alcohol o nicotina.
Los investigadores consideran que otras diferencias entre los cerebros de unos y otros, podrían tener una base genética. Diferencias, por ejemplo, en la simetría de una parte de la corteza frontal entre los dos lados del cerebro, los hemisferios derecho e izquierdo.
Breiter explica que en humanos y animales esta relación es importante en muchos comportamientos, y cuando está alterada la causa puede encontrarse en los genes. De hecho, los autores del estudio no encontraron correlación alguna de este parámetro y el tiempo de consumo.
Con los resultados obtenidos, Breiter subraya la importancia que podrían tener los esfuerzos para prevenir que estos individuos susceptibles empiecen a consumir cocaína, y añade que el siguiente paso es ver si estos cambios sólo se dan en los consumidores de cocaína o si también ocurren en los adictos a otras drogas.
Agencia EFE
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