En la mañana de ayer en Plaza Independencia, alrededor de 300 ancianos exigieron el 82 % móvil. Entre redoblantes y bombas de estruendo, cortaron calle 25 de Mayo, derribaron vallas y se enfrentaron a la policía.
Desde temprano, las inmediaciones de Casa de Gobierno estuvieron fuertemente custodiadas por policías.
El sol de la mañana tucumana picaba insidioso y, sin embargo, los abuelos dijeron “presente” en Plaza Independencia. Lo hicieron para escribir una nueva página en su eterna lucha por ingresos dignos.
La cita estaba pactada para las nueve, frente a Casa de Gobierno. Fueron llegando de a poco. Recién a las 9.45 eran suficientes y practicaron el piquete de rigor. Arrojaron bombas de estruendo.
No solo cortaron el tránsito de calle 25 de Mayo, sino que también tomaron las cercas metálicas que les impedían acercarse a las escalinatas del palacio gubernamental. Las apilaron en la mitad de la cinta asfáltica.
Después, la policía se agruparon en la calzada y elevaron sus carteles que repetían “82% MOVIL” y disparon sus dardos principalmente al gobernador Alperovich, a los legisladores provinciales, a la Presidente Fernández de Kirchner y al Diputado Nacional-K Carlos Kunkel.
Conformaron una asamblea que debía resolver un “plan de lucha”. Expusieron sus puntos de vista. Ante la propuesta de repetir diariamente el corte de calle como medio de protesta, la mayoría votó afirmativamente.
Luego, se dispusieron a dar la ritual vuelta a la plaza. En el sentido tradicional: contrario a las agujas del reloj. Los jubilados primero. Más atrás, otras agrupaciones que adhirieron al pedido de los gerontes (MST, CCC).
Comenzaron a sonar pitos y redoblantes. Recrudecieron las bombas de estruendo. Florencia Leguizamón, una dirigente bien entrada en años y de inusitada vitalidad, altavoz en mano, arengaba grandemente a sus compañeros. La mayoría coreaba los cánticos de protesta.
La vuelta a la manzana no se completó. Cuando el grueso de manifestantes llegaba por calle San Martín a calle 25 de Mayo, un grupo de policías formó una barrera humana que se extendió desde la Iglesia San Francisco, hasta la vereda de Casa de Gobierno. Impidiendo el tránsito.
Los abuelos que querían gritarle sus desventuras a alguien en la cara, se fueron a enfrentar a la policía. Ésta, inconmovible, se limitó a obstruir el paso.
Pasadas las 11 de la mañana, los ancianos se retiraron para volver la próxima vez. Mañana, según su plan de lucha.
Juan
Villarrubia
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