La controversia en torno a la boxeadora argelina Imane Khelif reavivó debates sobre género y deporte. La investigadora Ludmila Fernández López (CONICET-UNQ) expone cómo los cambios en las políticas del Comité Olímpico y las acusaciones infundadas en redes sociales ponen en riesgo la igualdad y la inclusión en el deporte y acrecientan la doble vara según el género.
Magalí de Diego (Agencia CTyS-UNLaM)- Si esta nota hubiese sido escrita hace tres años, el tono, tal vez, hubiera sido más feliz. Se trataría sobre la primera mujer trans que compitió en los Juegos Olímpicos y cómo, a pesar de no ganar, abrió un nuevo camino para los deportistas de su colectivo. También habría mencionado a la mujer trans que fue suplente en ciclismo BMX y a la futbolista canadiense no binaria que ganó una medalla, marcando un avance significativo en la inclusión y diversidad en el deporte.
Lamentablemente, el escenario parece haber cambiado. La reciente pelea en París 2024 entre la boxeadora argelina Imane Khelif y la italiana Angela Carini, en la cual esta última se retiró apenas transcurridos 46 segundos, encendió un intenso debate en redes sociales. Las acusaciones en Twitter cuestionaban la legitimidad de Khelif, alegando que su "alto nivel" de testosterona la hacía "menos mujer", insinuando incluso que podría ser transgénero. Sin embargo, Khelif es una mujer cisgénero, cuya identidad de género corresponde con el sexo asignado al nacer. Entonces, ¿qué tiene que ver esto con la boxeadora argelina? Nada (y mucho).
“A pesar de los avances logrados en algunos aspectos, la lucha por la inclusión y la igualdad en el deporte continúa siendo un terreno de batalla”, apunta la becaria doctoral y especialista en género y deporte, Ludmila Fernández López (CONICET-UNQ), quien, en diálogo con la Agencia CTyS-UNLaM, explica y reflexiona sobre la controversia en torno a Khelif y cómo esto no solo refleja las tensiones actuales sobre las normas de género en el deporte, sino también cómo estas discusiones están siendo utilizadas políticamente para fomentar divisiones y odio.
La prohibición
Para entender la historia detrás de este conflicto (y entender por qué esta va a ser una nota menos feliz) hay que remontarse a marzo de 2023, cuando el Comité Olímpico Internacional (COI) delegó en las federaciones de cada disciplina la posibilidad de regular el tema a su gusto.
“Este cambio estuvo muy influenciado por el pánico moral desatado en Estados Unidos a raíz de casos como el de la nadadora Lia Thomas, que ganó muchísimas competencias. A diferencia de Laurel Hubbard, la pesista transgénero que compitió en Tokio 2020 sin ganar y, por ende, sin convertirse en un chivo expiatorio, Thomas se convirtió en el blanco perfecto para justificar nuevas restricciones”, explicó la becaria.
“Hasta entonces -continuó-, una mujer trans solo necesitaba tener su DNI en regla, pasar las pruebas de testosterona y esperar un tiempo determinado. Ahora, el COI agregó una cláusula que exige haber transicionado antes de la pubertad, una condición que casi ninguna persona trans puede cumplir ya que, de por sí, es muy complicado que una persona trans tenga las condiciones de vida para poder llegar al nivel de un atleta olímpico, y es muy poco común que hoy en día haya personas adultas que hayan concretado su transición durante la infancia”.
Según varias federaciones, como la de natación y la de atletismo, una persona que transiciona después de haberse desarrollado es una persona que tiene un diferencial respecto a las mujeres cis y eso le da una ventaja injusta por lo que prohibieron su participación.
“Esa premisa se basa en estudios que están muy cuestionados, es decir, desde la biomedicina hay papers que supuestamente aportan evidencia de que la testosterona brinda fuerza y potencia, pero también hay muchas críticas desde teóricas feministas que aseguran que estos estudios son súper sesgados y están encargados y pagados por las propias federaciones”, detalló.
En el caso de Khelif, no se trata de una mujer trans. Pero, como no hay mujeres trans en la competencia, el ataque se dirigió al amplio espectro de diversidades. “En este caso -profundizó la becaria del CONICET- se trata de una mujer cis que, aparentemente, tiene una condición llamada hiperandrogenismo y le produce niveles altos de testosterona. Y digo supuestamente porque ella pasó los test, pero sus niveles no están aprobados en otro reglamento de otro circuito de competencia y se usó eso para decir que era un varón”.
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