La nota fue publicada en el diario Perfil del domingo pasado .Como y porque se televisan los partidos de los torneos de la AFA.
TucumanHoy.com , la reproduce textualmente:
La señal Torneos y Competencias acaba de cumplir 15 años. Los hinchas de todos los clubes argentinos, los amantes del fútbol en general y los periodistas deportivos deberíamos reunirnos, todos juntos, para festejar este aniversario. TyC es, sin dudas, lo más relevante que le pasó a estas tres categorías –hinchas, amantes y periodistas- en la historia del fútbol nacional.
Esta saga, claro – como todas ellas-, comienza antes del mojón TyC. El génesis fue la mismísima televisión, que hizo imaginar a algún Julio Verne tecnológico que cierto día podría transmitirse en vivo y en directo a kilómetros de distancia. Después, fue la concreción de esa fantasía, que en la Argentina se cristalizó a mediados de los años 60, en blanco y negro, con el tradicional partidos de los viernes, mientras los periodistas (¡quién diría, colegas!) apostaban que “tamaño disparate vaciaría las canchas”.
Los que vimos ese nacimiento del fútbol por TV recordamos que la mayoría de aquellos televisados de viernes eran generados desde la cancha de Atlanta (¿por qué?) y que el “vestuarista” Macaya Márquez aparecía como un promisorio analista. Relataban Oscar Gañete Blasco, importado del básquet y la radiofonía marplatense y Horacio Aiello, que cometía la torpeza de hablarle a la mujer (“a la derecha de la pantalla, señora”, para localizarla en los córners), lo que espantaba a los avisadores tradicionales del fútbol –vinos, barbeadores, cigarrillos-. Así acompañamos 25 años, por lo menos, de pérdidas y fracasos. Se intentó de todo: desde transmitir el partido de tercera en directo los domingos a las dos de la tarde, hasta televisar algún torneo nocturno de ex estrellas. Pero el fútbol por TV no dejaba rédito económico y todas esas buenas intenciones cerraban en rojo. Las transmisiones radiales seguían siendo el medio electrónico que se quedaba con el grueso de la pauta publicitaria: por eso José María Muñoz nunca cambió Rivadavia por Canal 7, aunque alguna vez lo migraron por un ratito.
La pre-historia, en sus entrañas, seguramente es mucho más extensa pero no más compleja que este apretado resumen. Así y con una decena de esos balances deficitarios en la mano, un buen día, Julio Humberto Grondona, ejerciendo su potestad afista, decidió ceder los derechos de transmisión televisiva, por dinero y contractualmente –como corresponde y como se hizo en todo universo deportivo y geográfico conocido-, a quien apostase a fundirse a largo plazo... La perspectiva no era otra. Un emprendedor extranjero, -Carlos Avila es paraguayo- solito, porque nadie de nuestro país quería ese gol en contra que era el fútbol televisado, levantó la mano y apostó a una idea, un proyecto, desde sus precarios conocimientos en el medio, generados por sus programas de golf (su pasión y especialidad) en los primordios del cable. En ese momento, nadie de todos los que más tarde se llenaron la boca de sospechas “indemostrables” dijo nada. O, peor, dijeron: “Pobre paraguayo –con desdén bien conocido al pronunciar ese gentilicio-, no sabe en la que se mete”. Pero como el mundo del suceso no está hecho para los críticos exhibicionistas ni habladores profesionales, sino para los emprendedores, se produjo el famoso golpe de suerte que todo éxito necesita y que nadie esperaba: la distribución nacional de la TV por cable. Hito que será recordado, inicialmente, porque solucionó mágicamente los tremendos problemas que teníamos los argentinos para ver televisión abierta con nitidez... Y todo el país se abonó, no por la programación ofrecida entonces, sino para ver, con alguna decencia de imagen, lo mismo de siempre: Mirtha Legrand, por ejemplo. Las bondades de la programación del cable se descubrió más tarde. Los argentinos ni sabíamos que existía People & Arts, mucho menos su contenido. Por entonces, TyC todavía no era una señal (recién lo fue en septiembre de 1993), era –apenas- una productora (circa 1981).
Del día para la noche, el fútbol en la pantalla ganó otro estatus. Multiplicó su audiencia por ocho y sembró facturación que cosecharía de inmediato. Mientras este fenómeno se consolidaba, la AFA refrendó su contrato de derechos con quien había apostado cuando el viaje era en el Titanic cinco minutos después de colisionar con el iceberg y allí nació la señal TyC Sports. Si esa conjunción de acasos, más tarde, generó el más repetido lucro de la TV nacional, no es algo que deban discutir quienes rechazaron la oportunidad cuando no era rentable. La cobardía tiene que pagar algún precio (por lo menos que pague el de la envidia). TyC y Avila –que supo rodearse profesional y societariamente, se aggiornó como pocos en el país-, acompañados por la visión futbolera de Grondona, fueron armando calendarios y tejiendo propuestas sobre la vieja experiencia de prueba y error, hasta encontrar un formato que hoy nos hace felices a todos: ver todos los partidos de Primera y muchos más en vivo y en directo todo el año. ¿Puede haber algo mejor que eso? No. Y todo ello por menos de lo que cuesta la mayoría de los servicios en la Argentina. “No es eso lo que cuestionamos”, dirá algún denunciador profesional: “Es el contrato que se firmó entre gallos y medianoche”. Hace 15 años que se usa ese argumento para ensuciar la cancha, pero jamás se pudo demostrar ningún ilícito. “Es la extensión, casi eterna –es cierto-, del contrato” retrucarán otros con la malicia de quien quiere decir algo más, sin entender que Grondona tal vez quería garantizarse por varios ejercicios que el problema que estaba sacándose de encima no le volviese demasiado pronto. “Es la sociedad que Avila después hizo con el grupo Clarín”, rematará un tercero sin arrimar un solo documento que demuestre algo que no sea de vínculo comercial, como ha sucedido hasta ahora. La verdad, como el cazador de vizcachas, nunca está en la cueva que inunda...
Este éxito fenomenal que llena nuestros hogares del fútbol que queremos ver se cruza con muchos otros intereses. Como los del universo radial, por ejemplo, que grita en la voz de sus protagonistas más desaforados que TyC paga por dichas televisaciones. No extrañan esos alaridos desesperados si se observa que en el caso que la televisación pagara más, paralelamente y para resarcirse, debería cobrarle más a sus abonados y en proporción a esos aumentos le disminuiría el rating, favoreciéndose en consecuencia la audiencia radiofónica; o sea: ellos, los radialistas, facturarían mejor; pues, podrían cobrarle más a sus anunciantes porque tendrían algunos oyentes más en sus hoy cada vez menos escuchadas transmisiones (¡TyC tiene hasta “la radio que se ve”!).
La catarata tarifaria de los distintos medios se regula –aquí y en todos lados- por la más cara, de arriba hacia abajo. Y la más alta es –y siempre lo será- la de la televisión. Si la tele es barata, también los otros medios lo serán. Si la tele es cara, los demás vehículos también se encarecerán proporcionalmente. Pero no es la tele la que dicta las reglas, aunque después las cotice, es el mercado. Y ocurre que el anunciante Argentino Está limitado por la pequeñez del mercado interno. No creo que TyC se niegue por simple capricho a cobrar más y si así lo hiciera podría también pagar más que los 300 millones de pesos que aproximadamente paga hoy y que no es poca cosa. Diría que para el potencial argentino es bastante más de lo esperado. Por ejemplo, en Brasil la TV Globo paga el doble por los derechos del fútbol, siendo que la torta publicitaria de la TV brasileña es casi diez veces mayor que la Argentina, y lo que va para los clubes se reparte entre más equipos porque el número de participantes del Brasileirao es mayor.
No faltará quien insista en decir que en el caso de la televisión por cable el elemento regulador no es la publicidad, sino el abonado, ingreso que la radio y la TV abierta no poseen. Es cierto, y del abonado ya hablamos, aunque la idea se refuerce subrayando que el aficionado argentino no puede pagar más de lo que ya paga, sea caro o barato según la vara que quiera usarse para esa medición. Si los argentinos estamos dispuestos a un desembolso mayor, como el que se hace en el exterior donde se paga hasta 25 dólares por un único partido en vivo, entonces sí la situación podría cambiar. Pero ese no parece ser el escenario actual. Y cuando en la Argentina se publican comparaciones con otras emisoras del mundo y lo que ellas pagan por el fútbol de sus torneos, se deja de lado todo aquello que certifique lo inverídica que es la tesis que se intenta demostrar. Sólo se publican fragmentos informativos que sirven al discurso –cuando no a los intereses- de quienes atacan al sistema.
Lo concreto es que hoy día, si soy hincha de Racing, no sólo puedo ver a la Acadé cada semana, puedo ver también a su rival de la próxima fecha. ¡Y puedo disfrutar de las derrotas de Independiente! Si amo al fútbol como un todo, puedo seguir semanalmente el retorno de Verón en Estudiantes y de Santiago Solari en San Lorenzo, y acompañar a Tigre para descubrir sus encantos y entender porqué está tan alto en la tabla. Y, si soy periodista, deportivo, puedo comparar los sistemas tácticos de todos los clubes, reunir elementos para evaluar a cada uno de los 600 jugadores de Primera y discutir fundamentadamente cualquier arbitraje.
Todo esto gracias a TyC, una empresa que, como televidente, sólo puedo definir de democrática, pues semanalmente escucho a sus propios periodistas maltratando al calendario, a la organización, a determinado horario, diciendo que es por culpa de la tele (¡que son ellos!), marcando alguna que otra superposición y hasta –increíblemente- sumándose al coro de voces beligerantes contra la sigla que a ellos alimenta, da espacio y fama no siempre merecida.
Antes del fenómeno TyC, los que conocimos al fútbol sin TV, veíamos –sólo en la cancha- a los equipos de los otros clubes que no fueran “el nuestro” dos veces por año. Y si éramos periodistas y no seguíamos la campaña de ningún cuadro en particular, la media daba cuatro oportunidades de ver a cada equipo de Primera por temporada. A veces teníamos mala suerte, como cierto año que viviendo en Rosario quería admirarlo a Ermindo Onega, pero cuando River visitó a Central el 10 estaba lesionado, y cuando visitó a Newell's, suspendido. Ese año, entonces ¡no pude ver al genial Ermindo! Los jóvenes de hoy no tienen idea de lo que era aquello...¡jugando todos a la misma hora y un único día por semana! Cualquier motivo que dejase al hincha sin chance de ir al estadio, como una fuerte gripe, eran 15 largos y penosos días sin fútbol. Una eternidad insoportable...
El maravilloso cambio sólo se produjo porque el destino quiso que en un momento de fin de siglo pasado coincidiera en un mismo lugar una trilogía revolucionaria: el cable en tele, Grondona en la AFA y Ávila con su TyC. Una coincidencia tan feliz como los actuales fines de semana de todos los futboleros del país. Festejemos y dejemos de rumiar, que rumiar no es humano, aunque algunos insistan en convertirla en actividad lucrativa.
Edgardo Martolio
*Director Caras Brasil."
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