La Universidad Nacional de Tucumán despidió ,ayer, a uno de los profesionales que dejó huellas más recientes en la institución. El dos veces vicerrector, Carlos Fernández, falleció el martes pasado a los 78 años, luego de una dilatada trayectoria en la docencia, la gestión y la investigación en el campo educativo y de la Medicina. Honras fúnebres en el patrio del Rectorado.
Fernández recibió las honras fúnebres en el patio del Rectorado, en una ceremonia encabezada por el rector, Juan Alberto Cerisola, y la vicerrectora, María Luisa Rossi de Hernández, quienes lamentaron profundamente la pérdida de “tan distinguida personalidad”.
El médico fue vicerrector durante la gestión encabezada por Mario Marigliano durante dos periódicos consecutivos. Anteriormente, se desempeñó como decano de la Facultad de Medicina, donde impulsó una reforma visionaria de la currícula con la inclusión de las pasantías rurales por parte de los estudiantes del último año. Desde entonces, los futuros médicos pasan sus últimos meses de entrenamiento en contacto con las realidades sociales más duras del norte del país, trabajando en hospitales y constituyendo un aporte vital al sistema de salud público. La tarea de reforma de la carrera fue continuada luego por sus sucesores.
“Yo soy lo que soy por la universidad pública. Primero fue la de Buenos Aires, donde estudié, y luego la de Tucumán, donde hice docencia y gestión. Yo siempre me siento en deuda con la universidad pública; sólo siento gratitud”, solía decir el destacado cardiólogo, que fue hasta hace pocos meses rector de la universidad privada San Pablo-Tucumán.
Nacido el 5 de septiembre de 1930, Fernández tuvo inquietudes reformistas ya en la década de 1960, cuando comenzó a vislumbrar la necesidad de cambios en la currícula de Medicina, en el sentido de que el médico estuviese más inserto en la comunidad.
“Medicina es una carrera que requiere mucha dedicación, muy exigente, que toma todo el tiempo y no deja espacio. Los estudiantes saben como nadie lo que es estudiar fuera de horario. Una de las condiciones que debe tener un médico es un nivel intelectual muy alto, necesario para estudiar una carrera con tanta exigencia. El médico debe tener una personalidad especial; debe ser solidario, comprensivo. Lo que la diferencia con otras carreras es el contacto con el dolor, el sufrimiento de la gente”, sostenía.
“Se especializó en España en Clínica Médica. Fue docente de esa disciplina, de Semiología y de Patología en la UNT. Presidió la Asociación de Facultades de Medicina de la República Argentina; fue miembro correspondiente de la Academia de Ciencias Médicas y de la Academia Nacional de Medicina”.
“La autonomía universitaria no pasa por aislarse entre los sectores. La misión de la UNT está muy relacionada con el desarrollo regional. La Universidad debe dejar de ser la acompañante dócil de situaciones impuestas por un proceso rutinario, sin ideas, sin futuro y que se mantiene sólo por inercia, y ensaye propuestas creativas e innovadoras que la impulsen a transformarse en líder de un cambio que la sociedad necesita y reclama”, aseveraba.
”En la gestión fue un hombre inagotable, había que tener mucho ritmo para seguirlo. Era uno de los últimos en irse, pasaba todas las tardes hasta la noche trabajando en su despacho”, lo recuerdan José Hugo Saab, secretario General de la UNT, y Mateo Martínez, médico y cercano colaborador.
Luego de las honras fúnebres en el Rectorado, sus restos fueron sepultados en el cementerio San Agustín.
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