En el lenguaje corriente, “cortesía” posee toda una serie de sinónimos aproximativos: urbanidad, savoir-vivre, buenas maneras, decoro, buen tono, etcétera. Tantos términos designan cierta manera de ser y de actuar en sociedad y, por extensión, los usos que determinan cómo comportarse para ser considerado como cortés y bien educado.
Obra de Editorial Claridad S.A.
¿Acaso sabe usted que los revolucionarios intentaron prohibir a los franceses el tratamiento de vous y los deseos de Año Nuevo? ¿Que incluso durante la Monarquía de julio se podía comer la ensalada con los dedos, pero que bajo el Segundo Imperio al hacerlo se corría el riesgo de excomunión mundana? ¿Que el besamano, ese homenaje galante que creemos inmemorial, apareció en Francia sólo a comienzos del siglo xx? ¿Conoce usted las reglas de la cortesía en automóvil o el teléfono, tal como nos gobiernan en la actualidad?
La cortesía viene de lejos y con energía. Hace ya algunos años, la prensa, los medios constatan la importancia de su regreso, ya que las emisiones de programas de televisión están consagradas al savoir-vivre, en las escuelas y centros socioculturales se dictan clases de urbanidad, que las obras, los artículos, los tests y los juegos se multiplican y que la venta de manuales de buenas maneras, que había disminuido en los años sesenta, aparece de nuevo con pleno impulso… Esta Historia de la cortesía es al mismo tiempo una guía histórica de las costumbres sociales y una reflexión sobre la función social de la cortesía. Llena de anécdotas divertidas, con abundantes citas literarias, nos demuestra cómo las reglas de la cortesía son a veces arbitrarias y sujetas al dictado de la moda.
Sobre el autor: Nacido en 1964, profesor de derecho público en la Universidad de París-V, Frédéric Rouvillois vive en París. Autor de numerosas obras de historia de las ideas, es bibliófilo y coleccionista, desde siempre, de tratados de savoir-vivre.
“Ahora que nuestras costumbres tienden a nivelar todo, ahora que el empleado de mil doscientos francos puede superar a un marqués por la gracia de sus maneras […], sólo los matices permiten a la gente como es debido reconocerse en medio de la muchedumbre.” Honoré de Balzac
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