Entre las 12 y 30 y las 13 y 30 de cada domingo, los oídos argentinos quedaban adheridos a los parlantes de las radios (todavía grandotas, todavía eléctricas) de los años ´50 del siglo XX sintonizadas en Radio Argentina primero, en “Splendid” después. Délfor Amaranto Dicásolo, había inventado el dislate de talento musical llamado “La Revista Musical”, banda sonora de la reunión familiar alrededor de la raviolada, el vino “carlón” y los chistes de una selección nacional de cómicos e imitadores, acompañados de una orquesta integrada, también, por campeones mundiales de cada instrumento.
Sigue.
El cómico apeló al adjetivo “dislocada” por su fácil asociación con “locura” de ese concepto que, en realidad, alude a sacar algo de su lugar habitual como, por ejemplo, un hueso de su articulación… Aunque haya quedado en el olvido, el nombre de aquel programa, mezcla de locura, desencaje e incoherencia generalizada, bien podría servir de definición al presente argentino, cargado de “dislocaciones” adjudicadas a una “grieta” que, en realidad, se apoyan sobre una “fractura”, para nada ósea, sino tectónica, de esas que, cuando las placas se rompen o friccionan producen terremotos.
La real realidad del país, es mucho más rica que cualquier ficción, dramática o cómica. El país de las vacas, la soja, el litio, el gas y el petróleo, el trigo, los obreros industriales de mayor calidad regional, los desarrolladores de programas requeridos por el planeta tecnológico y de todo lo que se quiera agregar… tiene indicadores económicos excelentes, junto a un escenario concreto, diario, de más de 10 millones de personas viviendo en la pobreza (más de la mitad menores de 14 años), de los cuales 2,6 millones no pueden satisfacer siquiera sus necesidades de alimentación. Disloque entre macroeconomía no distributiva y vida diaria miserable.
Y en cada espacio que se enfoque se repite el resultado:
El panorama se agravó con la batuta a cargo del Fondo Monetario y su exigencia del pago de la deuda macrista, no denunciada por el gobierno asumido en diciembre de 2019 ante los tribunales internacionales y aceptada sin intentar negociar su reestructuración.
La experiencia desastrosa de Mauricio Macri, representante de esa postura, lo condujo en el siguiente turno a la derrota estruendosa de su intento reeleccionario.
El Presidente hizo como si nada hubiese pasado. La Vicepresidenta se lo hizo notar a través del anuncio estridente sus principales funcionarios de la puesta a disposición de sus renuncias a los cargos en el Poder Ejecutivo, algo que va de suyo en un sistema presidencialista y unipersonal como el argentino, La trilogía del desatino se completó con apoyos a la Casa Rosada ante inexistentes intentos golpistas.
Entre tanto, ajustes presupuestarios, descreimiento social, especulación de las grandes corporaciones, presiones destituyentes sobre el dólar, armaron el cóctel que empuja la inflación hacia el infierno, es decir al aumento de la indigencia dentro de un porcentaje de pobreza que avergüenza, en un país al que le sobra producción de alimentos y le faltan políticas de control de las cadenas de valor y de los aumentos sin justificación.
Planetas distintos dentro de un mismo barrio. El Área Metropolitana Buenos Aires (AMBA) es la zona urbana común que conforman la capitalina Ciudad con Autonomía y los 40 municipios limítrofes de la Provincia de Buenos Aires. En 3.833 km2 viven 15 millones y medio de personas que, caminando, pueden pasar de un barrio con 8% de indigentes a otro en el que todas las personas pueden procurarse la comida, o de casas con pileta de natación a familias enteras acampadas en situación de calle. La pandemia subrayó con resaltadores esa situación de diferencias extremas.
Los datos de la pobreza, la indigencia y la vida en situación de calle, cada día más extendida y dolorosa, no son más que la expresión de la concentración del 58% de la riqueza en apenas el 10% de la población; en el país más desigual de América, cada uno de los miembros de ese grupo privilegiado posee 302.750 dólares por el equivalente a cada billete verde con que cuente el resto de la población adulta. ¡solo 1 contra más de 302.000!, por si no quedó claro.
En paralelo, se registra un crecimiento sostenido de la reactivación económica desde marzo de 2020 que llega al 107% en ese período, con incrementos interanuales del 7,3% para la construcción, 16% del gas, 52% de la extracción petrolera y 66,5% de la industria automotriz; exportaciones por u$ 60.000 millones en lo que va de 2022, creación de empleo registrado durante los últimos 28 meses, que roza 1,3 millones de puestos de trabajo en 12 meses, 400.000 de ellos asalariados formales privados, y una tasa de inversión del 22,3% del PBI durante el segundo trimestre del año, la más alta en 29 años[i]…
Concentración, desigualdad y precios
Al igual que en el resto de la región, la pandemia aumentó la desigualdad. Durante 2020 las familias más ricas incrementaron un 6,3% su patrimonio y al año siguiente el promedio trepó al 22,4%. Con un “patrimonio comercial” declarado, es decir sin incluir las tenencias en las guaridas fiscales, superior a los u$s 35 mil millones, Muchos de aquellos millonarios se negaron a pagar el impuesto a las grandes fortunas.
En ese mismo país se registra una inflación acumulada en 10 meses superior al 70%, con una proyección a diciembre superior al 100% anual. En ese marco, con genialidad de unicelular, fuentes de la Secretaría de Comercio, anuncian que se detectaron “posibles distorsiones” en la suba de los precios.
Detrás de cada una de esas “modestos” alteraciones, que son las que hambrean a millones de familias, hay empresas que componen grupos económicos tejidos a través de tramas transnacionales, con fuerte presencia societaria “familiar”, en sus capítulos “locales”.
La formidable investigación sobre “Los Ricos de Argentina” realizada por el Centro de Economía Pública Argentina (CEPA)[ii] pone el foco en componentes claves para la explicación de la cadena falta de divisas – endeudamiento – pobreza – proceso inflacionario desbocado.
La mayoría de los miembros del CEPA están relacionados con la Maestría de Economía Política de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO Buenos Aires) que dirige el economista e historiador Eduardo Basualdo. El trabajo incluye un “estado del arte” que salta de 1962 y las publicaciones de José Luis de Ímaz, a entrados los años ´80, donde ya se instalan las obras de figuras como el propio Basualdo, Daniel Azpiazu, Miguel Khavisse y Jorge Schvarzer, con un toque rápido sobre el primer lustro de los ´70, en el que menciona a esos mismos autores.
En ese vacío quedan perdidas investigaciones como las de Carlos María Vilas (La Dominación Imperialista en Argentina), Rogelio García Lupo (Mercenarios y Monopolios en la Argentina: de Onganía a Lanusse 1966/1973) o Eduardo Halliburton (Klein: la Punta del Ovillo, La Deuda de la Oligarquía), que en 2015 publicaría “Radiografía de las corporaciones económicas 2003-2013”[iii].
En ese recorrido cabe puntualizar la ausencia del libro de la organización Montoneros “Los Grupos Económicos Oligárquicos y el Terrorismo de Estado en la Argentina”[iv], producto de un estudio coordinado por Raúl Clemente “Roque” Yager, entonces miembro de su Conducción Nacional. La obra marcó el camino del reemplazo de la investigación “por empresas” por la reconstrucción del entramado de las corporaciones concentradas, diversificadas y transnacionalizadas, que dominan la economía del país y la incorporación de la categoría de “grupo económico oligárquico”.
Por encima de ese señalamiento, “Los Ricos de Argentina” reconstruye y analiza las conexiones empresariales de los principales grupos económicos bajo control de las personas más ricas de la Argentina. Explica una serie de procesos que son claves a la hora de entender, desde la falta de divisas hasta la inflación:
Cada afirmación está sostenida por casos:
A través de algunos de sus componentes, esos grupos tienen capacidad y estructura exportadora. El trabajo del CEPA explica que Pagani lo hace vía Arcor, Blaquier a través de Ledesma), Chernajovsky de Newsan Food, Madanes Quintanilla con Aluar, y Rocca con Techint, del mismo modo que lo hacen Cavazzani, Blaquier y Braun y Coto desde sus frigoríficos.
El círculo se cierra con citas a los datos que aporta Leandro Bona en su libro titulado “La fuga de capitales en Argentina. Sus actores alcances y transformaciones desde 1976”:
Si los encargados de monitorear las cadenas de valores de los productos de consumo básico, las sub y sobrefacturaciones de productos de exportación e importación y la dinámica de compra, liquidación y fuga de divisas hojearan estas informaciones, o los estudios que realizan equipos no comprometidos con el sistema financiero y con los pulpos que ahogan a las y los argentinos, tal vez podrían explicar cuáles son los mecanismos de destrucción de la economía nacional.
Seguramente comprenderían que lo que atraviesan las personas cada vez que van a una verdulería o a cualquier mostrador comercial no son “distorsiones” sino robos estructurales. Así destruyen el bolsillo de quienes trabajan y, también, las expectativas que había despertado el gobierno… tres años atrás, en esta Argentina dislocada.
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