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21/04/2022 - Mundo a un clic

La otra cara de las criptomonedas

Las llaman las “monedas del futuro” pero el importante gasto energético es uno de sus puntos débiles. Equipos cada vez más potentes, falta de regulación y electricidad barata configuraron el escenario para convertir a la criptominería en una actividad rentable.

 Las criptomonedas son activos digitales que se intercambian de manera online. A diferencia del dinero, no tienen forma material y funcionan de modo descentralizado sin una autoridad, ni bancos ni gobiernos, que las regulen. Estos sistemas son de naturaleza interjurisdiccional y trabajan las 24 horas del día, los siete días de la semana, gracias a la labor de mineros de todo el mundo.

Los mineros son una pieza fundamental en la tecnología que sostiene a las criptomonedas: a cambio de registrar transacciones, reciben una recompensa en la misma moneda que minan. Técnicamente, un minero no es una persona, es un equipo informático de alto rendimiento computacional. Un hardware especialmente preparado para procesar, validar y agrupar las transacciones que hacen los usuarios dentro de una red, en bloques que serán unidos a la cadena de bloques, conocida como Blockchain. Ésta es la tecnología que opera detrás de cada criptomoneda. La Blockchain de Bitcoin, por ejemplo, es una enorme base de datos que registra todas las transacciones en Bitcoins.

 

Cuando resuelve una transacción, el minero recibe una determinada cantidad de monedas digitales. Cuanto más rápido pueda procesar esa operación, más probable es que se verifique la transacción y el minero reciba su recompensa. Es decir, a mayor potencia de equipo, mayor ganancia. Pero ¿cuánto sale un rig de minería, cuánta energía eléctrica consume y qué rentabilidad se obtiene?

“La inversión puede ser de 500 o de 17 mil dólares en una sola máquina, depende de la placa de video”, explica a Télam Matías Urlich, CEO y fundador de Minería Argentina, una tienda que asesora y arma equipos para minar criptomonedas. Aclara que el precio siempre acompaña al rendimiento: “En 2010 o 2011, podías minar Bitcoin con un teléfono celular, pero hoy necesitas los ASIC, unas computadoras con mucho más poder de minado”. A medida que las monedas digitales se popularizan, la tecnología avanza y la inversión mínima para criptominería se agranda. “Si hace 10 años podías minar con 50 dólares, hoy necesitás 500 para minar una parte muy chiquita de una moneda como Ethereum”, subraya Matías.

Valeria Frías, una de las mujeres pioneras de la criptominería a nivel local, explica a Télam que en búsqueda de un ingreso extra en dólares, cada vez más personas en Argentina eligen minar criptomonedas desde su casa. De hecho, ella incursionó en esta actividad primero minando y después armando los equipos que comercializa. Tras evaluar inversiones convencionales como el alquiler de cocheras y otros inmuebles, “una persona que conocía me armó los equipos y fue lo primero que me gustó de todo el ecosistema cripto, porque lo sentí como una inversión tangible, tenía un equipo que trabajaba en mi casa y yo controlaba desde mi celular”, cuenta Frías, que además trabaja en Aeropuertos Argentinas 2000. “Cuando vino la pandemia en 2020, como las fronteras se cerraron, quedé en casa en cuarentena y ahí me adentré a estudiar, a armar, desarmar y configurar mis propios equipos”.

Con altibajos, el mercado de las criptomonedas no dejó de crecer y atraer a personas de los más diversos perfiles. Según el Índice Global de Criptousuarios elaborado en 2021 por la empresa Binance, los usuarios minoristas utilizan criptomonedas porque lo consideran una inversión a largo plazo (55%), por la desconfianza que les genera el sistema financiero (38%) y por las oportunidades de comercio que ofrecen a corto plazo (31%).

“Tengo clientes muy polarizados, por un lado los 25 a 35 años; y después gente grande como yo, de 50 a 78 años, gente ya jubilada que tiene un ingreso en pesos pero no llegan a cubrir los gastos”, detalla Valeria y agrega que un equipo de megaminería genera un ingreso mensual en dólares, “con su sueldo en pesos pagan los servicios y con la renta, viajan”. En el caso de Matías, su “cliente ideal está “entre los 30 y los 50 años, porque es costoso minar”, y agrega que si bien tiene clientes más jóvenes de 18 a 25 años, en general son personas que invierten en grupo, “diez amigos que se juntaron y compran un equipo para probar algo nuevo”.

En apariencia, cualquier persona con el dinero suficiente para invertir en un equipo y pagar la electricidad, podría ser minero. Y la posibilidad de hacerse de un ingreso en dólares -más aún en Argentina en donde se suma el incentivo de las tarifas bajas- parece demasiado tentadora para no aprovecharla. Pero las principales dudas de quienes quieren iniciarse en esta actividad siguen siendo las mismas, por un lado, el futuro del mercado cripto; por el otro, el gasto que genera una máquina que trabaje sin parar las 24 horas del día.

“Muchos clientes me plantean lo que yo planteaba en 2015, si esto desaparece, pero no va a desaparecer porque vinieron a aportar soluciones y, fundamentalmente, por el nivel de adopción a nivel mundial”, subraya Valeria, y agrega que el valor de las criptomonedas depende de acontecimientos que se dan en todo el mundo, “si hacés una micro mirada, día a día, vas a ver que la volatilidad pero si ves gráfico de Bitcoin desde el 2008 hasta ahora, te encontrás con un gráfico alcista: lo mismo con Ethereum desde 2014”, explica.

Matías coincide en que la desconfianza surge del desconocimiento, “cuando uno escucha sobre el minado, a mí me pasó hace un par de años, resulta complejo hasta que te metés”. Por eso, una parte del asesoramiento que brinda es despejar dudas sobre el funcionamiento de la máquina y el consumo eléctrico. “Por el costo de la energía en Argentina y la inflación, hay gente que quiere meterse porque es un ingreso pasivo y una renta en dólares, que te deja más o menos entre el 7 y 8% mensual: mientras la energía es súper barata, el kw/h son 0.02 centavos de dólar con Edesur y 0.01 centavos de dólar con Edenor”, detalla Matías.

El importante gasto energético de estos sistemas es uno de sus puntos débiles. Según datos que recoge Statista del Centro de Finanzas Alternativas de la Universidad de Cambridge (CCAF, por sus siglas en inglés), Bitcoin “consume aproximadamente 143 teravatios por hora (TWh) de electricidad al año, más que muchos países y alrededor del 0,65% del consumo mundial de electricidad”.

Del análisis del CAFF, que cuestiona la sostenibilidad y el impacto ambiental de la criptominería, se concluye que la red de Bitcoin -la criptomoneda más popular- consume anualmente más energía eléctrica que varios países, como Finlandia, Suiza o Argentina (121 TWh). Sin embargo, subraya que se trata de estimaciones y que resulta imposible cuantificar con exactitud el gasto energético, “por la naturaleza descentralizada de las criptomonedas en general, no existe una autoridad central que rastree cuántas computadoras hay o dónde están operando los mineros”.

Matías explica que incluso “si llegan a aumentar tarifas, como lo vienen haciendo, no le afecta al minero que tiene uno o dos rigs, quizás sí al inversor que tiene una gran cantidad, con 50 rigs o 100 ASIC”, agrega. Y Valeria lo entiende en el mismo sentido: “Nosotros lo que hacemos es minería hogareña, no está industrializado, estos equipos no hacen ruido, consume como un aire acondicionado, no estamos hablando de las granjas, que hay acá en nuestro país, esto es más familiar.”

Las criptomonedas están libres de una entidad central que las regule pero atadas a los fenómenos macro del mundo, y eso las vuelve un mercado extremadamente volátil. ¿Es posible proyectar el futuro de la criptominería?

“La realidad es que cambia todos los días, yo creo que es una etapa de prueba donde eventualmente se va a tener que regular”, dice Matías. Valeria coincide, “hasta que no haya leyes en relación a las criptomonedas, estamos en un limbo, pero en el momento que se regule, nos acoplaremos a la regulación”.

Todo lo que se puede dar sobre la criptominería son visiones parciales para un futuro cercano. Las operaciones parecen estar dictadas por principios económicos más que ambientales, y los mineros seguirán desempeñando su papel mientras exista el incentivo económico para hacerlo, es decir, mientras la minería siga siendo una actividad rentable.


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